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Katharina Pistor: “Los mercados financieros nos están extorsionando”

Por La Vanguardia  ·  24.10.2022

Su libro El código del capital (Capitán Swing) ha sido elegido por el Financial Times como una de las mejores obras del 2019. La alemana Katharina Pistor, académica plurigalardonada de la Universidad de Columbia (EE.UU.), estuvo esta semana en Barcelona para participar en la lección inaugural del curso de la Fundació Josep Irla.

¿En el mundo quienes mandan son los bufetes de abogados?

El derecho de la propiedad, de los contratos, de las corporaciones, la ley de Quiebras, los fideicomisos fueron creados para permitir a las partes privadas organizar sus vidas con otras partes privadas. Algunas de estas figuras son feudales, pero los estados democráticos las han abrazado: esa es la materia con la que está hecho el capital. El poder reside en cada transacción de los abogados, en cada producto financiero que crean para sus clientes o para los intermediarios. Y la ley está diseñada para ser relativamente flexible. Si se utiliza este material de forma estratégica, el bufete crea riqueza para sus clientes.

Y esta manera de proceder ¿está en la base de la actual desigualdad?

La desigualdad se desprende de este sistema. Porque con una codificación legal correcta puede convertir una idea, un pedazo de tierra, una promesa de pago en un activo que produce riqueza. El problema es que la riqueza que hemos acumulado hoy en día es impensable sin usar la ley y tener la garantía de que el Estado te protegerá incluso si la has usado con formas con las que el Estado no tenía ni idea cuando la creó por primera vez. Y por supuesto, si ya tienes muchos recursos que puedes haber heredado, tienes más posibilidades de encontrar al abogado que te ayude a monetizarlo.

¿Se refiere a los paraísos fiscales?

Tenemos el caso de las islas Caimán o de Suiza. Pero los otros estados, como España o Alemania, también son responsables. Porque su derecho reconoce como personas jurídicas a las corporaciones que se registran en esos países, que todo el mundo sabe que son ficticias. Ya no vale con culpar a estos paraísos fiscales, deberíamos culparnos a nosotros mismos porque estamos permitiendo fórmulas que nos ciegan.

En su libro sostiene que hasta peligra la democracia…

Nos hemos dado reglas muy elásticas por las que podemos elegir un sistema jurídico diferente según lo que nos convenga. Puedo crear una corporación en Luxemburgo y seguir haciendo negocios en otro país, al poder elegir la ley por la que quiero regirme. Al mismo tiempo, pretendemos ser una democracia y decimos que nos gobernamos ¡a través de la ley! Esta lectura es una de las causas más profundas del populismo. Nos repetimos: “Ahí está este partido, cada vez más extremo, pero no pasa nada”. Luego siempre se culpa a Bruselas de lo que sea. Hemos perdido el control sobre el sistema financiero.

Los mercados han hecho caer a Liz Truss. ¿Es excesivo?

Los mercados nos están extorsionando todo el tiempo. Cada vez que comienzan a tambalearse, los bancos centrales entran y los apoyan. Miren a Gran Bretaña ahora mismo: no les gustó el plan de impuestos y se lo cargaron. No se puede culpar a la gente de que no entienda estos mecanismos, pero la sensación es que no controlamos nuestro destino colectivo como democracias. El mercado no funciona democráticamente. Las corporaciones ejercen un dominio sobre los demás, y el sistema legal les permite hacerlo. Hemos creado un sistema para el mercado, bajo la ideología de que esto era libertad.

Pero necesitamos el mercado para conseguir capitales.

Nuestra democracia se ha vuelto dependiente del crecimiento. Nos han enseñado que es el único propósito y elegimos un gobierno con esa idea ello. Ya no estamos h­ablando de Seguridad Social o cualquier otro tema, cuando el cambio climático nos está llevando al límite. El capitalismo es intrínseca­mente un sistema que explota la ley y expande el gasto. Funciona gracias a esteroides legales, con la centralidad del crédito y la deuda financiando gran parte de lo que hacemos.

Pero la ley también protege la innovación y el progreso…

Los derechos de propiedad intelectual son un ejemplo maravilloso porque solo existen en la ley. En el caso de la tierra se puede debatir si es algo sobre lo que te puedes sentar y levantar tu casa. Pero los activos más valiosos hoy en día proceden de un mundo inmaterial, un lujo en las manos de poderosos abogados bien entrenados y sus clientes que depende de la ideología y la voluntad de la Oficina de Patentes. Sobre ciertos activos nunca debería haber derechos de exclusividad.

Usted afirma que el common law anglosajón se presta a abusos.

El sistema de common law tiene un par de características estructurales. Una es, por supuesto, la jurisprudencia, más que el derecho codificado. La ley evoluciona a través del proceso de litigio, y en los tribunales quienes se sientan en el estrado suelen ser antiguos abogados. Y no hay una línea clara entre el contrato y la propiedad. El common law te permite cambiar las relaciones de propiedad a través de mecanismos contractuales ocultos.

¿El capitalismo siempre necesita ley?

No podemos esperar que el poder legislativo siempre actúe, es demasiado lento y engorroso. En la práctica adaptamos el derecho a las circunstancias. Dejamos esta tarea en manos de los abogados con revisión a posteriori de los jueces. Hemos llevado estos mecanismos a un extremo porque los rendimientos esperados o futuros son tratados casi como una propiedad. La lógica capitalista competitiva ha empujado a las instituciones a ser usadas para un tipo particular de expansión de la creación de riqueza.

¿Por ejemplo?

Podemos remontarnos a la cuestión de los derivados antes de la gran crisis financiera del 2008, exentos de las normas sobre quiebras. Todavía tenemos la idea de que todos somos iguales ante la ley. Pero cuando se combinan las muchas pequeñas excepciones, entonces los abogados tienen parte de la culpa. Se han convertido en proveedores de servicios cuando solíamos tener la idea de que los abogados sirven al Estado de derecho, ¿no?

El capital se mueve, el derecho no.

Pero de hecho la mayoría de los activos financieros negociados a escala mundial se rigen por las leyes inglesas o norteamericanas. Los dos centros financieros globales son Londres y Nueva York, y los mayores bufetes están allí.

¿Qué propone para mejorar?

Se podría, por ejemplo, restringir la posibilidad de elegir los modelos jurídicos más convenientes y evitar los arbitrajes privados. O decidir que, al menos a efectos fiscales, los estados dejen de aceptar que las empresas ficticias sean consideradas empresas.

El impuesto corporativo global mínimo del 15% va en la buena dirección.

La mayor parte de nuestra ley todavía piensa en términos físicos, lo que significa que para los activos financieros o digitales no tenemos realmente buenos mecanismos legales que aseguren el control. Fue Francia, al margen de la OCDE, la que dijo: “Voy a implementar el impuesto mínimo de todas maneras” pensando en las grandes tecnológicas. Pues si Francia lo hace, y si la UE hace cosas así, puede asumir un liderazgo y crear un efecto de bola de nieve. Así que en lugar de negociaciones multinacionales que llevan años y años, mejor movilizar el sistema jurídico nacional.

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