10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

Los malditos

Por Digo vivir  ·  05.01.2010

Desde que leí – a una tierna edad – “Las flores del mal” y “Los paraísos artificiales” de Charles Baudelaire, los llamados “malditos” han sido mi debilidad.  Tendemos a un cierto maniqueísmo. Nos gusta dividir las cosas en bueno y malo, blanco o negro, sin grisis, con autores de vida ejemplarísima y autores de vida condenable.

Pareciera que un “hijoputa” nunca puede ser un buen escritor. Contra esa miopia los malditos son el medicamento más efectivo. Ellos nos revelan que en la condición humana priman los colores grisis, que a lo largo de una vida uno puede ser hoy una buena y mañana  una mala persona, que en unas cosas es digno y en otras indignos, que no todas las motivaciones son inmaculadas, que no todo son virtudes… en definitiva, que los superhéroes solo existen en la imaginación, como los dioses infinitamente buenos.

Jean Genet, por ejemplo, ex presidiario, delincuente y chapero… y uno de los más brillantes autores franceses de este siglo pasado. Su obra ha influido como pocas en nuestro país vecino. El caso es que hoy me he reencontrado con un viejo amigo, con otro maldito de mi adolescencia: August Strindberg.

Mientras miraba unos libros esta mañana vino a mí – recién salido del horno (edición de noviembre de 2009) – el “Pequeño catecismo para la clase baja y otros escritos” editado por Capitán Swing Libros S.L. Al entierro de este autor sueco – probablemente muy desconocido por estos lares, incluso entre los ávidos lectores – acudieron 60.000 personas, casi todos ellos trabajadores, en público reconocimiento a un hombre que no había dudado en tomar la pluma para ponerse del lado de los de abajo, de los oprimidos. Esquizofrénico, misógino, participante en las más fuertes polémicas éticas y políticas de su momento, condenado por blasfemia… ¡todos los ingredientes precisos para que me guste!

Franz Kafka afirmaba que necesitaba leer a Strindberg “por apretarme contra su pecho. ¡Esa furia, esas páginas conseguidas a fuerza de puñetazos!”. Su humor y su ironía hacían estragos. Un ejemplo va aquí y con él me despido: “¿Qué es el patriotismo? Una evolucionada forma de sentimiento de propiedad. Es mi país y por eso es el mejor. Así dicen todas las naciones sin darse cuenta de que pronuncian simpemente una estupidez subjetiva”

 

Victor Manuel Casco Ruiz

Ver artículo original