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Locus solus,de Raymond Roussel

Por Lector Mal-herido  ·  27.02.2012

Aprovechando que mañana cierra en Madrid la acumulación de trastos que el Museo Reina Sofía ha dedicado a Raymond Roussel, let´s talk about Locus Solus, la obra maestral y menestral del sujeto activo y título asimismamente de la exposición de cacharrería artística que mañana cierra en Madrid sus puertas abiertas hasta mañana que cierran.

Locus solus la ha reeditado hace un mes Capitán Swing, una de esas nuevas editoriales que sacan los colores a las viejas editoriales porque sus libros son más bonitos y más gustosos de tocar; algunos llevan 15 años haciendo el mismo libro por fuera, con otra foto, y ya cansinean.

La edición de Locus Solus es muy aparatajeada -¿por qué estoy escribiendo como un subnormal?, porque me sale de los cojones- y lleva un epílogo y veintena de prólogos. O al revés. Entre medias van los trastos de Roussel, vernales o verneicos o submarinos.

El prólogo es de Coucteau, cacho quitado a su diario del Opio, y no es una pipa, no, pero tampoco un prólogo. Un cacho no es un prólogo. Creo yo, que de opio sé. Lo prologacional debía haber de sido lo de John Ashbery, que va como epílogo, y es muy correcto y exacto y cuenta cosas. Los demás prologosios son pajas mentales francesas, de pajilleros consumados con Deleuze Defoucault Derrida y Debord. Creo que me lo estoy inventando.

Los prólogos -dejen que me demore- pues son simpáticos, al cabo, porque hacen referencia unos a otros, y también a Opio de Coucteau, y acaba uno leyendo la misma cita en cuatro de ellos, y en Coucteau, y no sabiendo si lee lo que dice Deleuze o lo que dice Deleuze citado por fulano. Pero marearse también es leer.

Locus Solus yo mismo no la veo como una obra maestral. Como Enrique Vila-Matas nos ha convencido de lo contrario hasta me la he leído enterilla sin enterarme. Esto era por jugar con las palabras. Me he enterado de que un tipo, narrador testimonioso, va de la mano de un ricacho cientifista por su mansión y predio inmenso viendo las subnormalidades que subraga con su inacabable fortuna personal e intransferible. Las subnormalidades son cosas que conectan con estrellas y gitanas que ven a Dios y muertos que viven para morirse otra vez: y así. Lo parti de esta novela es una prosa centrada en contar las ruedas catalinas de las maquinadas máquinas inexistentes que tiene en su villa Canterel, lo que nos lleva a leer durante 20 minutos la descripción de una manivela. Hay que tener grande la paciencia, aquí.

Y cuando acaba el recorrido por la maravilla y la cámara de las mismas se van a cenar y se acaba el libro.

Yo lo he visto así.

 

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