Lo siento, no me creo a la madre protagonista

Por El Periódico  ·  22.11.2021

Vives en un refugio para maltratadas. Después, en un apartamento para gente sin hogar inundado
por el moho. Trabajas limpiando casas y el sueldo no te llega ni para comprar comida. Tienes
tanta hambre que un día te desmayas. El padre de tu hija es un cabrón alcohólico. Tu madre, a la
que llevas cuidando desde que tienes seis años, sufre un trastorno mental. Estás en un pozo y el
agua te ha sobrepasado el cuello. Física y psicológicamente. Pero tú eres inmensamente feliz con
tu hija, de tres años. Jamás tienes un gesto feo con ella. Ni un grito, ni un llanto en su presencia.
Ni un «déjame en paz». No te arrepientes de haberla tenido ni un solo segundo al día. En absoluto
fábulas con cómo de fácil sería tu existencia sin ella. «¿Te gusta eso de ser madre?» , te pregunta
una ejecutiva que no tiene hijos y quiere tenerlos con todas sus fuerzas. Tú, extrañada por la
pregunta, la miras con estupor y respondes: «Vivo por ella». Si has visto ‘La asistenta’ (Netflix) ya
sabes de quién estoy hablando: Alex, la protagonista. La serie está basada en ‘Criada’ (Capitán
Swing) , el libro autobiográfico en el que la autora estadounidense Stephanie Land plasmó su
problemática vida. Crecida en un hogar de clase media que atravesó severas dificultades
financieras, a los 28 años se quedó embarazada y se frustraron sus planes para ir a la universidad
y convertirse en escritora. Para sacar adelante a su hija (ella sola porque el padre de la cría era un
indeseable del que era mejor huir), trabajó limpiando casas . El dinero que conseguía con tanto
esfuerzo no le llegaba ni para comprar comida. Era una trabajadora, sí. Pero pobre. Cortesía del
capitalismo salvaje. Podía ir al supermercado solo gracias a los cupones de los servicios sociales .
Dueña de una voluntad titánica, no solo consiguió sobrevivir y criar a su hija sino que, además, se
terminó licenciando en la universidad. Hoy es una autora independiente cuyos textos sobre
pobreza y políticas sociales son publicados en los medios de comunicación más prestigiosos de
EEUU. En la serie, Margaret Qualley da vida a Stephanie Land . La actriz es hija de Andie
MacDowell , que interpreta, precisamente, a la madre de la protagonista. Todos los capítulos son
buenos. Y duros. Alex tiene una vida miserable. Un novio cretino y alcohólico. Un maltratador de
los que no te pegan puñetazos físicos pero sí emocionales (igual de graves). Una madre con
problemas de salud mental. Un padre reconvertido al catolicismo con un pasado violento. Un curro
espantoso. Alex no tiene casa donde vivir. Ni dinero. Pero tiene a Maddy, su hija, un ser que
irradia luz y que le hace inmensamente feliz. Tanto que, a pesar de la miseria, a pesar del dolor, a
pesar del hambre, a pesar de dormir en un coche, a pesar de no tener fuerzas físicas ni mentales
para levantarse del sofá, es capaz de sonreír a su hija y llevársela a pisar charcos . Alex jamás
tiene un mal gesto con su pequeña. No la pillamos nunca en ningún renuncio. Solo en el amor más
puro e inocente que existe. Es una imagen bella. Pero ¿real? La maternidad (cualquier
maternidad) es dura. La falta de tiempo o de dinero o de ambas cosas y la responsabilidad
extrema de saber que un ser depende de ti hasta para respirar ahoga a muchas madres. Es lo
normal. Pero no se cuenta. Al menos, no se cuenta tanto como el mantra de la maternidad divina,
la felicidad absoluta, la entrega total hacia tu hijo. En la serie, hay una madre superada , pero no
es la impecable protagonista. Es otra. Una ejecutiva adinerada que ‘no sabe ser madre’. Llora y se
pone nerviosa con el bebé. Es consciente de que ese crío la ha convertido en otra persona. Y
reniega de ello. Alex, sin embargo, sí sabe ser madre. A pesar de que fue un embarazo
inesperado, jamás se planteó abortar. ¿Abortar ella, la madre mística e impoluta? Nunca. Alex es
una madre maravillosa y satisfecha que vive para su hija. Maddy nunca le cansa, nunca le ataca
los nervios, solo le aporta sonrisas. Cierto es que la niña, a pesar de su corta edad, jamás
protesta, ni tiene una rabieta, ni pide ropa o comida. Da igual que vaya a la guardería o no. Da
igual que duerma en una cama o en un coche. Da igual que vea a su abuela trastornada. Maddy
siempre está bien y contenta. ¿Es una niña real o una muñeca? ‘La asistenta’ es un golpe en el
estómago, un interesantísimo retrato del sueño americano y de la sociedad actual, despiadada y
bárbara. Pero sería mucho más creíble si la protagonista fuera una madre de carne y hueso , de
esas que miran a sus hijos y piensan: qué harta estoy hoy de ti. Aunque sea durante un segundo.

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