- En ‘El estornino de Mozart’ Lyanda Lynn analiza la relación del compositor con Star, un estornino con el que convivió, y descubre su propio vínculo con Carmen, rescatada de un nido que iba a ser destruido
Cuantas más capas tiene un libro, más posibilidades hay de que transporte nuestra mente y nuestras emociones a territorios desconocidos. Es lo que le me ha pasado con ‘El estornino de Mozart’ (Capitán Swing), de Lyanda Lynn Haupt, una lectura que enseguida me ha llevado a otra, la del maravilloso ‘El sonido del caracol salvaje al comer’, de Elisabeth Tova Bailey, publicado en la misma editorial. En ambos casos, las autoras nos conducen de lo pequeño a lo grande, del encuentro con un individuo a una reflexión sobre nuestra relación con el resto de animales. Aunque hay diferencias. Mientras que el descubrimiento de ese caracol fue algo fortuito y azaroso para Tova Bailey, en el caso de Lyanda Lynn digamos que había un camino previo que la autora quería seguir, aunque no sospechaba, ni mucho menos, dónde le iba a llevar. Lynn, una autora que ha estudiado a fondo los vínculos maravillosos que existen entre los humanos y los animales salvajes, descubrió en el proceso de investigación del libro que no todos los estorninos son iguales, que tienen su propia personalidad, en definitiva, que son individuos.
Mozart convivió durante tres años con un estornino, Star, algo que al parecer era bastante habitual en el siglo XVIII. Lo sorprendente es el mimetismo que había entre Mozart y Star, incluso en el carácter: ambos eran traviesos, juguetones, muy creativos, y se “entendían” a través de la música. Aún se investiga en qué medida Star influyó en algunas de las piezas de Mozart compuestas durante los años que convivieron juntos, sobre todo ‘Una broma musical’, una pieza que se sale del clásico canon mozartiano. Star convivía con Constanze, la mujer de Mozart, y con Wolfgang, como un miembro más de la familia. Revoloteaba por las habitaciones y no era raro que reprodujera (los estorninos tienen una gran capacidad para imitar los sonidos) parte de las piezas que este músico universal interpretaba al piano mientras las iba componiendo. Cuando murió Star, Mozart le hizo un sentido funeral (no fue al de su padre) y escribió una palabras profundas y tiernas que muchos interpretaron y siguen viendo como una broma, una teatralización típica del genio, pero que eran sentidas, dice Lynn…
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