Una ciudad feliz es un uno de los retos más complejos del urbanismo actual, que implica aspectos políticos, económicos, sociales y ambientales. El experto en urbanismo Charles Montgomery es una de las personas que más ha contribuido al pensamiento sobre cómo hacer, de las ciudades, entornos felices y de bienestar para la ciudadanía. Sus conclusiones sobre cómo debe ser la hoja de ruta hacia esa nueva y mejorada versión de las ciudades son las que articulan su ensayo ‘Ciudad feliz: transformar la vida a través del diseño urbano‘, que acaba de publicar Capitán Swing.
¿Qué hace feliz a una ciudad?
El rol de una ciudad es ser un espacio en que sus diferentes elementos interaccionen, fomentando relaciones positivas, de confianza y respetuosas. Esto es lo que hace feliz una ciudad.
¿Qué contradicciones puede llevar el enfoque teórico de la ciudad feliz en la práctica?
Cuando escribí mi primer libro estaba centrado en la relación entre el diseño urbano y la salud humana y el bienestar. Estaba muy centrado en la idea de que podemos crear espacios bonitos, sitios paseables y maravillosos para criaturas y para gente mayor, donde el verde fuera lo que hiciera a todo el mundo más feliz. Cualquiera que viva en una ciudad bonita sabe los efectos del verde en la felicidad diaria. Pero esto no es suficiente. Lo más bellos son lugares deseables y funcionales pero hasta ahora también han sido algunos de los lugares más exclusivos del mundo. Solo tenemos que mirar el centro de ciudades como Vancouver, París o Barcelona para ver que no podemos separar nuestra felicidad de la inclusión social. De esta forma me di cuenta de que, si bien la ciudad feliz debe considerar el aspecto visible del diseño urbano, también debemos prestar atención a las fuerzas invisibles, como el capital global y la tenencia de la tierra. Una ciudad feliz no puede excluir a la gente que trabaja y estudia en ella.
¿Hay diferencias entre lo que necesita una ciudad para ser feliz? ¿Qué cuentan tus diferentes experiencias en ciudades como Viena, Vancouver, Copenhague y Bogotá?
Como especie, hemos evolucionado socialmente durante cientos de miles o millones de años, por lo que todos tenemos la necesidad de un grupo cercano de familiares y amigos: todos tenemos la necesidad de confiar en las personas con las que nos encontramos todos los días, todos tenemos la necesidad de mover nuestros cuerpos y respirar aire, así como estar en contacto con la naturaleza. Estas son constantes en todas las ciudades. Sin embargo, cada ciudad se encuentra en diferentes estados de bienestar, por lo que no es lo mismo lo urgente en Madrid o Barcelona que lo urgente en Vancouver o Phoenix. Dicho esto, supongo que es más interesante ser específico en nuestra conversación y decir que Vancouver necesita viviendas más densas, tenemos infraestructura verde pero no el marco legal para construir edificios, mientras que algunas ciudades españolas necesitan más pavimentación de calles urbanas y más suburbios conectados y transitables. Fue un gran error de los españoles al construir maquinarias de inversión capitalista en las zonas rurales, pero no es demasiado tarde para arreglar ese tipo de lugares haciéndolos más complejos y transitables con trabajos, negocios, comodidades y servicios.
«Cada ciudad se encuentra en diferentes estados de bienestar, por lo que no es lo mismo lo urgente en Madrid o Barcelona que lo urgente en Vancouver o Phoenix»
¿Cómo pueden las ciudades encontrar el equilibrio adecuado entre densidad y habitabilidad?
Si observamos detenidamente los estudios sobre el bienestar o los efectos del bienestar social en varios entornos residenciales, vemos que hay dos lugares que crean la mayor desconexión social: la vivienda unifamiliar en un suburbio dependiente del estado y, al final del espectro, las altas torres residenciales. Pero entre esos lugares hay un punto óptimo donde la gente conoce a sus vecinos y puede disfrutar de las comodidades que vienen con la densidad. Este espacio lo llamamos el medio perdido y lo engloba todo, desde edificios de apartamentos hasta casas adosadas y viviendas individuales. Este es el tipo de densidad que América del Norte necesita crear, que ya se encuentra en muchos lugares de países europeos como España.
¿Qué puede hacer un ciudadano para contribuir a la felicidad de su ciudad? ¿Es la participación y la cocreación una opción factible ahora mismo?
Muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de participar en comunidad. Hemos aprendido a quedarnos solos en casa con nuestro Zoom, comprar online, a veces incluso trabajar desde casa y pedir comida a domicilio. En demasiadas ocasiones nos hemos acostumbrado a movernos en automóvil privado. Hay un arte en vivir juntos en las ciudades, el arte que aprendimos cuando vivíamos en los pueblos y el arte que aprendemos cuando nos encontramos cara a cara en la calle y no estamos de acuerdo. Es el arte de la conversación, la tolerancia y el compromiso. Trabajar y mejorar esta habilidad es la clave para crear mejores ciudades. No solamente para preguntarnos qué puede hacer mi ciudad por mí, sino qué podemos hacer juntos para hacer una gran ciudad para todos.
«Hay un arte en vivir juntos en las ciudades, el que aprendimos cuando vivíamos en los pueblos y el que aprendemos cuando nos encontramos cara a cara en la calle»
¿Cuál es el papel del sector privado y de las entidades privadas para colaborar en el aumento de la felicidad de la ciudad?
Quien crea la mayor parte de la vivienda en las ciudades de hoy no es el gobierno, aunque en ciudades como Viena ha estado invirtiendo en vivienda social durante décadas, casi un siglo, y los gobiernos deben ser parte de la solución. Son las personas las que han estado construyendo la mayoría de las viviendas en las ciudades modernas y son los empresarios los que están realizando un servicio privado y asumiendo un riesgo tremendo, a menudo con activos de sus vidas personales, a menudo pidiendo prestados millones de dólares para construir viviendas. Y, aunque es crucial que facilitemos a los desarrolladores la construcción de más viviendas, esto no significa que puedan construir lo que quieran. Debemos crear estándares claros y altos en diseño, diseño social, para nuevos edificios y comunidades. Creo que cuando vemos que se están construyendo nuevas comunidades de bajo coste debemos preguntarnos a quién culpar. Mirarnos al espejo. Que no nos gusten las ciudades que se están construyendo debe traducirse en crear estándares más altos y reglas claras para poner el bienestar en el centro. En otras palabras, marquemos un esquema claro de los límites que queremos definir para construir nuevas viviendas.
¿Qué dificultades u obstáculos encuentran las ciudades a la hora de poner en práctica los planes de hacer felices? ¿Cómo se pueden solucionar estos problemas?
Por el momento existen dos barreras. Una es la incorporación de los automóviles particulares, que han crecido en el último medio siglo. Esa adicción, que es compartida por las personas más ricas y privilegiadas y los pobres, toma decisiones políticas y está integrada en nuestras leyes, estándares de diseño y legitimidad. Pero en realidad eso nos lleva a la segunda barrera, que es que la mayoría de la gente quiere una ciudad más feliz, una más saludable, una más justa, pero la ciudad del automóvil está construida para el statu quo, el sistema actual. Así que tenemos que ir a las regulaciones, entrar y cambiar el sistema operativo revisando las reglas existentes.
«Una ciudad baja en carbono, una ciudad verde, una ciudad inclusiva y una ciudad feliz son (y deben ser) el mismo lugar»
¿Cuáles son algunos enfoques o estrategias innovadores que las ciudades pueden adoptar para promover la salud mental y el bienestar entre sus residentes?
Hay algunas estrategias que me gustaría destacar. La primera es la exposición a la naturaleza como un efecto mágico sobre el bienestar, así como en sus relaciones sociales. Las persoans son menos violentas con sus hijos cuando están cerca de la naturaleza. Deberíamos infundir la exposición a la naturaleza en las experiencias cotidianas, en todos los barrios. En este punto, el mejor ejemplo en el mundo ahora mismo es el programa de acceso verde de Barcelona para impulsar el bienestar a través de la movilidad activa. Sabemos que las personas que caminan, se mueven en bicicleta e incluso toman el transporte público son más felices con toda su vida que las personas que conducen automóviles solas; que son más productivas en el trabajo, optimistas y enérgicas y que tienen mejores relaciones con las personas en la calle. Por tanto, es crucial recuperar el espacio vial de los automóviles privados para crear opciones de movilidad seguras, cómodas y ecológicas, algo que también resulta ser el uso más eficiente del espacio público. Sabemos que el acceso seguro a la vivienda es la necesidad humana más básica y, por tanto, es crucial que las ciudades aseguren que haya viviendas adecuadas, asequibles para las personas que trabajan y estudian allí. Y esto significa, a su vez, construir más viviendas sociales financiadas por el gobierno, prohibir plataformas como Airbnb y los alquileres a corto plazo y construir más suburbios y viviendas transitables y conectadas.
Por último, ¿cuál es el papel más importante que cree que desempeñarán las ciudades en un futuro próximo?
Lo mejor que pueden hacer las ciudades por la felicidad humana es luchar contra el cambio climático. Las acciones que tomamos para reducir las emisiones de carbono son las mismas cosas que haríamos para hacer que nuestra vida sea más ecológica y social. Una ciudad baja en carbono, una ciudad verde, una ciudad inclusiva y una ciudad feliz son (y deben ser) el mismo lugar.
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