La escritora británica es autora de ‘Los hombres que odian a las mujeres’, un ensayo que alerta sobre el aumento de las comunidades misóginas dentro y fuera de Internet.
«Imaginemos un mundo en el que anualmente se viola, apaliza, mutila, maltrata y asesina a decenas de miles de mujeres por el mero hecho de serlo», desafía Laura Bates. Un mundo en el que se fomenta de manera activa el rechazo a las mujeres, en el que todas son unas putas, y en el que cada vez más hombres chapotean en un odio visceral hacia ellas. Imaginemos que cada vez más niños y adolescentes se asoman a ese pozo. «No hay necesidad de imaginar ese mundo», alerta la escritora británica. «Es el mundo que habitamos».
Laura Bates (Oxford, 1986) es la fundadora del proyecto Sexismo Cotidiano y autora de Los hombres que odian a las mujeres (ed. Capitán Swing), un ensayo que se sumerge en la clandestinidad para sacar a la luz las comunidades machistas que se han reproducido como esporas en los últimos tiempos e intentar descifrar la reacción más violenta de los hombres ante la última explosión del feminismo.
¿Cómo cree usted que deberíamos apelar a los hombres, especialmente a los más jóvenes, para alejarlos de ese submundo que retrata su libro?Creo que debemos reconocer y tomarnos en serio los problemas a los que se enfrentan los hombres jóvenes, al tiempo que reconocemos la crisis de la violencia contra las mujeres. No es una coincidencia que en los últimos 10 años los jóvenes hayan recurrido a comunidades extremas en Internet, cuando en ese mismo periodo se ha producido un descenso de la financiación de espacios fuera de la red como los centros juveniles, donde los jóvenes solían encontrar un sentimiento de comunidad, solidaridad, hermandad, etc. Ahora esas necesidades se satisfacen en espacios tóxicos online que son peligrosos y perjudiciales tanto para las mujeres y las niñas como para los hombres. Para preparar a los jóvenes para prosperar en un mundo progresista, les debemos a ellos y a sus compañeras la educación desde una edad mucho más temprana en cuestiones como los estereotipos de género, las relaciones sanas, el consentimiento sexual y la desinformación en línea. Si los jóvenes tuvieran acceso universal a una educación de alta calidad sobre estas cuestiones desde una edad temprana, el impacto de estas comunidades cuando entren en contacto con ellas más adelante se vería muy mitigado.
¿Hay realmente una crisis de la masculinidad?Creo que hay una crisis de misoginia en los medios de comunicación, que se ha traducido en cierto modo en afirmaciones que hablan de una «guerra contra los hombres» y en la descripción inexacta de movimientos como el #MeToo como si fuera una caza de brujas. Esto ha llevado a que la gente entre en pánico por una crisis de masculinidad. La realidad es que, en casi todos los aspectos, los hombres siguen teniendo más éxito que las mujeres, cobran más que ellas, tienen más probabilidades de ocupar puestos de poder político y económico que las mujeres, tienen menos probabilidades de sufrir violencia sexual que ellas… Sí, estamos empezando a tener una conversación sobre el sexismo y la violencia sexual, pero no, esa conversación no supone ningún tipo de amenaza existencial para los hombres.¿Tienen los hombres motivos algún motivo para quejarse?La realidad es que nuestras estructuras sociales y políticas y nuestras normas culturales siguen siendo profundamente patriarcales. Sin embargo, es absolutamente cierto que un número significativo de hombres está en crisis, y que esta crisis (sobre todo en lo que se refiere al suicidio y la salud mental), está estrechamente vinculada a los estereotipos de género restrictivos. Enseñamos a los niños pequeños que los chicos no lloran, que los hombres son duros y varoniles y poderosos y tienen el control, y ridiculizamos y avergonzamos a los hombres que son emocionales y vulnerables. Luego nos preguntamos por qué los hombres jóvenes tienen muchas menos probabilidades de acceder al apoyo de salud mental en la universidad que sus compañeras, y por qué la tasa de suicidios masculinos es tan trágicamente alta. La verdad es que la mayor amenaza para los hombres no es el feminismo, sino los estereotipos de género y las normas patriarcales, exactamente las cosas contra las que lucha el feminismo.Cada vez son más los autores que alertan sobre el hecho de que los niños van a la zaga de las niñas en la escuela, que los hombres pierden posiciones en el mercado laboral, que han quedado desubicados en las familias y que sus problemas de salud mental se han disparado. ¿Cuál es la solución?No es un juego de suma cero: nunca he conocido a una feminista que piense que porque exista desigualdad de género no deberíamos preocuparnos por la salud mental de los hombres. ¡Claro que deberíamos preocuparnos! Pero en lugar de creer que estos problemas se oponen entre sí, como si preocuparse por uno limitara automáticamente nuestra compasión por el otro, tenemos que reconocer que surgen de la misma raíz.
¿Qué tareas pendientes tenemos los hombres respecto a la revisión de nuestra propia masculinidad?Muchos hombres se preguntan cómo ser aliados o cuál es su papel dentro del movimiento feminista. Y la respuesta es esta: su papel es ser pioneros y explorar tantas nuevas iteraciones de masculinidad como sea posible. Las mujeres no podemos hacerlo por ellos. No podemos prescribir cómo debe ser la masculinidad. Hay tantos modelos masculinos brillantes que están explorando diferentes formas de masculinidad… Desde Andy Murray a Héctor Bellerín, pasando por Jordan Stephens, Daniel Radcliffe o Marcus Rashford. A menudo hablamos de qué modelos masculinos deberían sustituir a figuras como Andrew Tate y se da por sentado que estos hombres tienen que estar en el punto de mira del público, pero los profesores, los entrenadores deportivos, los líderes juveniles, los padres, los tíos, los hermanos mayores también desempeñan un papel muy importante a la hora de modelar estas nuevas formas de masculinidad, vulnerables y expresivas, para los jóvenes que les admiran.
¿Y es posible abordar estas cuestiones en la arena política en este clima de polarización?Es muy difícil. Las conversaciones online están llenas de trolls y suelen girar en torno al abuso, a la incomprensión mutua deliberada, y esto no favorece ni la compasión ni el progreso. En lugar de hablar interminablemente de estos temas en teoría, necesitamos ver cómo los hombres empiezan a vivirlos en la práctica. Las mujeres no tenemos elección, tenemos que vivirlo todos los días. Pero los hombres tienen que elegir entre limitarse a hablar de estos temas o implicarse de verdad. Hay una gran diferencia entre un lugar de trabajo que ha adoptado sobre el papel una política realmente progresista de permiso parental compartido y un lugar de trabajo en el que los hombres de más edad realmente se acogen a él. Muchos hombres hablan de feminismo de boquilla, pero cuando 81 jugadoras estaban dispuestas a arriesgar su puesto de trabajo para protestar contra el trato que Luis Rubiales daba a Jenni Hermoso, sólo un hombre, Borja Iglesias, dio un paso al frente para hacer lo mismo. Lo que realmente importa ahora no es lo que dicen los hombres, sino lo que están dispuestos a hacer.