10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

“Las obras NFT son una burbuja especulativa que enriquecerá a unos pocos afortunados”

Por eldiario.es  ·  10.06.2021

La economía digital ha transformado el trabajo de los artistas. La música, la escritura y las artes visuales que sustentan las sociedades están, todavía hoy, buscando la fórmula mágica que les permita florecer al mismo tiempo que ser rentables. Porque hablar de la producción cultural en la era de Internet, aunque a veces no se aborde, también significa hacerlo de los gastos de alquiler de la vivienda y los estudios, del incremento de las matrículas en las escuelas de arte o de los trabajadores gig. Es decir: empleos esporádicos y a corto plazo que no permiten ni estabilidad ni proyección de futuro.

Este es precisamente el tema abordado en el libro La muerte del artista(Capitán Swing, traducido por Mercedes Vaquero), un espléndido análisis que, además de exponer las dificultades de ganarse la vida como creador, desmonta los mitos de las grandes empresas tecnológicas que predican una especie de “sueño americano” aplicado a la cultura: “Si quieres y eres bueno, lo conseguirás”. 

Su autor es el estadounidense William Deresiewicz, ensayista, crítico galardonado y orador frecuente en reconocidas universidades como la de San Diego. Hablamos con él de micromecenazgo, los servicios de streaming o las obras NFT. Conceptos que, en el fondo, intentan responder a una gran pregunta: ¿cómo se las arreglan los artistas para ganarse la vida hoy en día? 

El crítico y ensayista estadounidense William Deresiewicz Mary Ann Halpin

Según la versión de Silicon Valley, nunca ha habido un mejor momento que este para ser artista. Dicen que cualquiera con un iPhone tiene una cámara de cine o un estudio de música. ¿Esta idea es cierta o esconde otra dolorosa verdad? 

Es cierto que herramientas como el iPhone permiten crear arte de una forma que antes habría sido imposible. Pero eso no significa que nunca haya habido un mejor momento para ser artista, porque la creación no es el único problema. Con millones de personas creando arte, es muy difícil que alguien preste atención a su trabajo y aún más que paguen por ello. Así que no, definitivamente este no es el mejor momento para ser artista.

Los artistas cada vez encuentran más problemas para mantenerse a sí mismos con el trabajo que hacen

¿Y por qué algunas personas siguen creyendo que sí lo es?

Desafortunadamente mucha gente todavía creen que eso es cierto porque la industria tecnológica ha tenido bastante éxito en difundir su propaganda. Y eso solo empeora el problema, porque significa que todavía hay más competidores por la atención de la audiencia. Y la mayoría de esas personas se sentirán muy decepcionadas.

Para los consumidores nunca ha habido un mejor momento: hay más arte que nunca y a menor precio. Entonces, ¿qué está fallando en la industria?

El fracaso de la industria es que los artistas cada vez encuentran más problemas para mantenerse a sí mismos con el trabajo que hacen. Eso significa que tienen que crear cada vez más rápido, y que su trabajo será más superficial y menos cuidadoso. Esto al final perjudica a la audiencia: tenemos mucho arte gratis y barato, pero ¿tenemos buen arte? Es como la comida rápida: es más barata y cómoda, pero no mejor.

También hay nuevas vías de financiación, como el micromecenazgo. ¿Son las páginas de crowdfunding lo que solían ser los patrocinadores del Renacimiento?

De alguna manera sí. Uno de los grandes avances para las artes en la era de Internet son las plataformas de crowdfunding, que permiten a los creadores llegar a su audiencia directamente y ganar algo de dinero con el trabajo que realizan. Pero no deberíamos engañarnos pensando que han resuelto todos los problemas de la economía de las artes. La mayoría de los que las utilizan ganan muy poco dinero, e incluso para los mejores creadores representan solo una parte de cómo se ganan la vida.

El fan de la era digital no se limita a disfrutar pasivamente del arte: es exigente y metódico. Le dice a los artistas lo que deben y no deben hacer. Para el artista es una tarea agotadora, emocional y espiritualmente

De hecho, en el libro menciona que el arte en la era digital está organizado en comunidades de fans y que esto, de alguna forma, es un mecanismo de presión para los creadores

El fan de la era digital es muy diferente al de antaño. Ahora los fans se limitan a sentarse y disfrutar pasivamente del arte: son activos, habladores, exigentes y metódicos. Les dicen a los artistas lo que deben y no deben hacer. Y como Internet (incluidas las páginas de crowdfunding) les da tanto poder, los creadores deben prestar atención.

Además, los fans buscan tener acceso inmediato y constante a los artistas que les gustan, como una manera indirecta de participar en la creación. Esto no es solo algo propio de las páginas de crowdfunding, también de las redes sociales, lo cual implica que los artistas deben crear una personalidad pública que sea “auténtica” para que sus fans la consuman y se mantengan con ellos. Es una tarea agotadora, emocional y espiritualmente. 

A esto se podría sumar otro problema al que hace referencia en su libro: que a veces los artistas se sienten culpables si les pagan por su trabajo. ¿De dónde viene esta mentalidad?

La idea del arte como una actividad espiritual o una especie de nueva religión se remonta a hace dos o tres siglos. Si el arte pertenece al reino espiritual, el sentimiento es que debe mantenerse libre de la contaminación del mercado. Entonces los artistas que se preocupan por el dinero son considerados unos vendidos, que traicionan su vocación. Esto es una tontería, por supuesto. No necesitas hacer algo por dinero, pero es lógico que quieras dinero por ello puesto que lo necesitas para vivir.

Hoy día tenemos muchos servicios de streaming. ¿No ayudan precisamente a a combatir la piratería y cambiar la idea de que la cultura debería ser gratuita?

Puede que los servicios de streaming hayan reducido la piratería (no tengo cifras exactas sobre eso), pero esta sigue siendo un gran problema y, de hecho, empeoró durante la pandemia. El streaming no ha cambiado la idea de que la cultura debería ser gratuita, sino que la ha institucionalizado al hacer que tanta cultura esté disponible de forma gratuita. Incluso las personas que pagan por sus servicios de streaming (de música, por ejemplo), están pagando una pequeña parte de lo que pagaban antes de que la piratería fuera posible.

Javier Arres, el español que ha ganado casi un millón de euros creando NFT, junto a una de sus obras que se han subastado

En los últimos meses estamos asistiendo al aumento de las obras de NFT. Algunos artistas digitales dicen que pueden “salvar la industria del arte”. ¿Es un nuevo mercado digital o una burbuja especulativa?

Es una burbuja especulativa y no va a salvar nada. Ni siquiera es algo nuevo, es una muestra de lo que ya sabíamos sobre el mercado del arte del siglo XXI. Los precios de los NFTs están completamente desconectados de su verdadero valor y solo tienen sentido en relación a los otros precios del mercado. Todo se mueve por un fondo global de excedentes de dinero que está buscando qué hacer consigo mismo. Es una burbuja, sí, pero entonces todo el mercado del arte es una burbuja y no parece que vaya estallar nunca.

Cuando en el libro hablo de arte me refiero a algo mucho más grande que el mercado del arte. Pero incluso si nos centramos solo en él, los NFT son simplemente un nuevo tipo de objeto que, como los demás, enriquecerá a unas pocas personas afortunadas y a nadie más.

De hecho, señala que en Internet vemos dos tipos de artistas: unos pocos que triunfan y una gran masa de aficionados. ¿Está desapareciendo el artista de “clase media”? ¿Qué significa para la industria?

“La muerte del artista” significa realmente la muerte del artista de “clase media”. Es decir, alguien con un nivel de vida de clase media, que pueda vivir decentemente, mantener a su familia y hacer su trabajo sin luchar continuamente por mantenerse a flote. En la segunda mitad del siglo XX muchos creadores y artistas a tiempo completo pudieron vivir a ese nivel.

Ahora “la clase media” está desapareciendo. No me refiero a los amateurs, sino a los mismos “creadores serios”: muy pocos se convierten en superestrellas y el resto debe conformarse con un nivel de vida propio de la clase trabajadora.

Si la economía del arte no va a ser justa, los artistas deben defenderse por sí mismos porque nadie lo va a hacer por ellos

Una portada de New Yorker de 2008, creada por Adrian Tomine, que criticaba el papel de Amazon contra el pequeño negocio Adrian Tomine

Lo mismo ocurre con los libros: las grandes tiradas parecen venderse más que nunca y los pequeños menos. ¿Cómo influye el efecto Amazon en el mercado editorial?

Amazon tiene un monopolio en el mercado de venta de libros, lo que significa que tiene un monopsonio en el mercado de compra de libros al por mayor. Existe un monopsonio cuando un solo comprador domina un mercado, lo que le permite imponer los precios que quiere a sus proveedores. En este caso esos proveedores son editoriales comerciales, editoriales no comerciales y autores independientes que comercializan sus libros en Internet. Amazon ha reducido de forma implacable lo que pueden cobrar por los libros, disminuyendo los márgenes de beneficio de todos. Eso significa menos dinero para los autores, que tienen buscar otras formas de beneficios, e implica menos o peores libros para los lectores.

No todo es negativo, el final de La muerte del artista nos da cierta esperanza: los creadores deben organizarse. ¿Cómo ayudaría eso a salvar el arte?

Si la economía del arte no va a ser justa, los artistas deben defenderse por sí mismos porque nadie lo va a hacer por ellos.  Necesitan apelar a los gobiernos para que intervengan y reestructuren los mercados online para corregir el equilibrio de una balanza que ahora se inclina en exceso hacia las empresas tecnológicas. Y para hacerlo de manera efectiva, los artistas necesitan que el público esté de su lado. Por eso hay explicarle a la gente por qué estos temas son tan importantes, no solo para los artistas, sino para todos.

Ver artículo original