Muchos campos en disputa quedan aún abiertos. Todos ellos bajo el paraguas del patriarcado, el capitalismo y otras opresiones como la de raza o de sexualidad, que determinan la vida de la mayoría de las mujeres.
También en el mundo del arte y la cultura se expresa la desigualdad. Así lo deja claro Peio H. Riaño en su trabajo Las invisibles, el último libro editado por Capitán Swing y prologado por la escritora Lara Moreno.
A través de distintas obras, artistas y mecenas, el autor profundiza en la situación de las mujeres en el arte. Los debates planteados en el prólogo nos invitan a reflexionar sobre el papel que hoy juegan las instituciones artísticas como el Museo del Prado en un contexto de avance del movimiento de mujeres, cambio social y lucha de clases.
Peio H. Riaño profundiza en la desigualdad que se vive en el campo de las artes, aportando datos claros que desvelan la verdadera situación de las mujeres en este ámbito. Somos mayoría entre las visitantes a los museos españoles, también entre sus trabajadoras, así como también representamos una mayoría aplastante —más del 70%— entre las alumnas de las facultades de Bellas Artes, sin embargo, en el mercado no se tiene tanto interés por nuestras obras. Entre 2012 y 2018, según un estudio de Sotheby’s, se vendieron 2500 piezas de 500 mujeres artistas en el mercado frente a 55.700 piezas de 8.500 artistas hombres. Tampoco recibimos demasiados reconocimientos. El premio Nacional de Artes Plásticas es un ejemplo. A lo largo de sus veintiuna ediciones, solo ha premiado a seis mujeres. La lista de ejemplos que dan muestra de esta situación es larga. Somos más las que nos interesamos por el arte, sin embargo, a la hora de poder desarrollarlo como profesión y ser reconocidas por ello quedamos en minoría.
La dificultad de las mujeres para poder desarrollar una disciplina artística es un hecho, pero la falta de presencia de mujeres en los espacios de los museos no responde exclusivamente a esta cuestión.
Las instituciones museísticas no son un espacio neutral, son lugares desde los que se generan y reproducen maneras de pensar, ideología. Los museos forman parte de aquello que Gramsci definió como el Estado integral, donde instituciones de la sociedad civil como clubes, periódicos o asociaciones culturales puede jugar un papel consensual pero también represivo. La cultura y los grandes constructores de ella, como son museos, centros de arte y universidades tienen mucho que decir en un momento de cambio y transformación en el que las mujeres, lejos de ser un sujeto pasivo o posicionarnos como víctimas, venimos demostrando que muchas de nosotras podemos ser parte de un movimiento social que juegue un papel determinante para la transformación social.
Estos espacios no son algo neutral, por ello no es arbitrario lo que exponen y expresan museos como el Prado. En este sentido, la toma de decisiones, desde qué obras adquirir para seguir aumentando una colección, hasta el texto de una cartela que acompaña a una obra pictórica, tienen su trascendencia.
Peio apunta en este sentido con su libro: “el museo es una elaboración cultural que legitima un pensamiento de género (de raza y de clase) y que otorga un origen natural a algo que no lo tiene: la dominación de un sexo sobre el otro”. Y es este el papel que algunos deciden seguir jugando hoy.
Este libro hace una apuesta para desarrollar una perspectiva de género en los museos, en este caso el Prado. Esto “es imprescindible para impugnar las convenciones que han convertido en invisibles por un lado a las artistas que no están expuestas en el museo, y por otro a las visitantes, a las que se menosprecia con un relato supremacista” que no se problematiza o se pone en revisión.
Pero ¿qué significa una perspectiva de género en el marco de una institución como el Prado que acumula kilómetros de lienzos que reproducen amablemente un mundo y una manera de pensar contra la que hoy muchas y muchos de nosotros peleamos? Esta es una idea en la que también avanza el autor. Y para todos aquellos que piensen que puede haber una intención de censura de algunas de las grandes obras de la pintura universal, Peio envía un mensaje tranquilizador:
«Nadie encontrará aquí una defensa de la censura, nadie podrá leer la propuesta de retirada de los cuadros que han contribuido a perpetuar las condiciones de privilegio de ellos y la exclusión de ellas. (…) Aquí la crítica del museo pretende una nueva lectura que ponga en evidencia el contenido sesgado y acabe con la dulce creencia de ausencia de conflictividad ideológica en el arte.»
Esa idea de conflictividad ideológica en el arte y el campo de la cultura, de no neutralidad, es algo que hay que asumir para pensar en nuevas perspectivas. El arte es un canal de difusión de todos estos símbolos contra los que las mujeres no han dejado de movilizarse en los dos últimos siglos. Pero al mismo tiempo no se trata de ver los cuadros con ojos del pasado, es más, “no podemos leer una obra con ojos que no sean los nuestros”.
Tras las representaciones de opresión, está la historia de los oprimidos. No hay más que saber mirar detrás del lienzo. Las mujeres y los hombres que construyeron la base material sobre la que se sustentó y se sustenta el patriarcado, la riqueza colonial, y el poder de dinastías y aristócratas. Las historias narradas en los lienzos son patrimonio de todos, de los hombres y mujeres que las construyeron, son testimonio de una historia hecha de explotación, de luchas y de agitaciones. Historias que no son en absoluto propiedad de sus mecenas. No son propiedad de la Iglesia, ni de los Austrias, ni de los Borbones.
El avance del movimiento de mujeres y de la diversidad sexual en los últimos años ha generado cambios en la sociedad que inevitablemente chocan con el statu quo. Esto impone una revisión de los modos en que desarrollan su actividad las instituciones artísticas. En este sentido Las invisibles no es un estudio de crítica y análisis exclusivamente. También es una reflexión, una propuesta y un desafío. En este trabajo Peio H. Riaño avanza sobre la dirección que deberían de tomar instituciones como el Prado en el actual momento de cambio. Pero esos cambios no llegará por propia iniciativa de los poderosos, para poder tomar el control sobre ese patrimonio artístico, deberíamos también todas y todos poder participar con nuestras decisiones del cambio.
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