La ceguera se identifica en algo tan pequeño como un ojo y se expande hacia la visión de lo que nos rodea. Todo parte de algo aparentemente insignificante en comparación con el resto de cosas menospreciando su importancia. La invisibilización comienza en una cartela que ocupa menos de un tercio de lo que lo hace un cuadro para acabar condicionando toda la historia del arte. “Un día lo ves. No están”.
Las invisibles (Capitán Swing, 2020) recoge un discurso que comienza hace más de 50 años y todavía cuenta con el rechazo de los órganos de poder del Museo del Prado. Peio H. Riaño no ha descubierto nada, ahí reside el valor del libro. Lo que expone ya existía, pero ha tenido que ser un hombre el que diera más voz a la problemática. Evidencia que el trabajo de una mujer, no solo como artista sino también como divulgadora, lleva siendo ignorado durante años. Y el miedo a las mujeres es la causa de todo ello. Dicho por él mismo, es el trabajo de “un machista que quiere dejar de serlo”.
La historiadora del arte Tania López entiende el libro como una forma de contar la problemática desde el punto de vista de un hombre. El camino que ella defiende es el de adherir el discurso de Peio al de otras divulgadoras. Todo ello ignorando las críticas que evidencian el desfase ideológico y el negacionismo de ciertos personajes públicos. La polémica se centra en su condición de “converso” reafirmando la idea que aborda el libro. La apropiación y relectura de ese intento de menosprecio sirve para explicar que, revisando la historia y el lenguaje, se pueden hacer nuevas interpretaciones.
“Aunque es ‘aliado’ o como queramos llamarlo, me gustaría que diera pie a mujeres a formar parte del libro. Pero es verdad que pienso que esto también puede llevar a que escribamos nosotras, porque hay muchas historiadoras del arte que merece la pena leer o escuchar que, sin embargo, no crean tanta controversia sobre el tema porque son ignoradas. Lo que no entiendo son los comentarios en los que se busca ofender a Peio con términos supuestamente ofensivos y falsos debates, el trabajo que hace es interesante y didáctico”
El museo debe de ser un espacio apto para la masa, pero no estar masificado. La “historia del arte turistificada” y las colas de los museos son los ejemplos más claros de cómo se está devaluando el discurso que pretende vender El Prado. Un edificio lleno desde la apertura hasta el cierre no permite la observación y la fluidez necesaria para divulgar. Ambas consecuencias están muy ligadas a la falta de espacio concedida a las artistas.
“Se debe de flexibilizar el concepto de museo. Creo que se pueden conjugar las ideas de turismo snob y el de masa. Tiene que haber una praxis para que no se llegue a ninguno de los extremos. Eso pasa también en el Louvre, donde todo se ha enfocado a hacerse selfies con La Gioconda y se pierden piezas y salas muy importantes. Mantenerse únicamente con las visitas no sirve. El museo debe de ser para todos pero el arte tiene que ser algo más que entretenimiento, no nos podemos olvidar que también debe provocar una reflexión, una interpretación y generar discursos. ¿Cómo lo haces en un museo tan clásico en el que vendes prestigio al ser la colección de pintura de un rey? Pues es complicado, pero obviamente necesario”
Los sinónimos no solamente ocultan la historia, también tapan el miedo a un empoderamiento femenino que acabe con el nepotismo, entre otras cosas. Robo o rapto significan violación, las mujeres artistas no son una excepción y las putas existen porque así lo quieren los puteros. La “estrecha relación que existe entre la domesticación y la pintura” se ha usado para encerrar a las artistas, apartarlas y menospreciar su talento. Se ha extrapolado del arte a la vida para encerrar a mujeres con don y ego. El proceso de convertir a la mujer en culpable (Lilith y Eva), en virgen y acabar considerándola puta es la forma de domesticarla. Verla como objeto de deseo, representarla como pornografía y hegemonizar el discurso de poder para decidir por ellas. “Hacer responsable a la mujer de las desgracias morales de los hombres”. Según Peio, Clara Peeters, a pesar de contar con un espacio en el museo (uno diminuto) es “la metáfora perfecta de la historia de la cultura”. Sabiendo de sus cualidades diferenciadoras se pretende obviar su prestigio.
“Ese Bodegón de Clara Peeters es increíble. En general su obra lo es. Se hizo una exposición hace dos años sobre ella en El Prado y ver sus bodegones fue espectacular. Ella pintaba con una brillantez los reflejos en la cubertería y poniendo especial cuidado en el detalle.”
Sin embargo, el miedo se reconoce con más claridad en la violación por parte del machismo, el arte y la industria hacia Artemisia Gentileschi. Su figura como pintora se destruyó al querer representar a la mujer que no se rinde y busca ser ella misma sin necesidad de nadie. Ni musa, ni esposa ni pintora aficionada. Separar obra y autor parece solo posible cuando se trata del pintor. Picasso es considerado un genio a pesar de ser un maltratador, pero Gentileschi es considerada una mujer violada por no ser sumisa. No se reconoce el mérito de conseguir una técnica en circunstancias como esas, sino que se vende su vida para desacreditar su obra. Un pincel en la mano de ellas es como un cuchillo con el que ataca a los privilegiados.
“La repercusión del movimiento feminista ha sido obviado porque siempre se nos ha pintado que las feministas eran mujeres histéricas y exageradas. Hasta siendo mujer te distancias de ellas hasta que empiezas a informarte. No entiendo el hecho de que se mencione a artistas solamente por su vida. Yo suelo interesarme por su vida para conocer, como te he dicho antes, por el contexto material de su momento y cómo lograron avanzar pese a ello. Pienso que a ellas les gustaría que se les reconociera eso. Por ejemplo Elisabetta Sirani, que tuvo que soportar una serie de cosas a pesar de haber producido unas 200 obras en menos de 10 años. Es una barbaridad. Y aún así tuvo que soportar una serie de acusaciones también por la autoría de sus obras”
A lo largo de Las invisibles he pensado en San Jorge y el dragón (Paolo Uccello, 1456). A pesar de no nombrarse al pintor ni su obra, el análisis de los cuadros está muy cerca de los estudios que hace la historiadora Victoria Cirlot sobre él y lo que expone Peio. La pieza no muestra la salvación de la princesa por parte del caballero, sino la condena a ser una mujer florero matando su feminidad. Este discurso también lo hizo Despentes en Teoría King Kong sobre el remake de Peter Jackson. En la obra el gorila no supone una amenaza para la protagonista, sino que establecen una relación de afecto y protección rota por la figura masculina. La bestia es la parte más poderosa y el “éxito femenino solo ocurrirá si está dispuesta a sacrificar la feminidad”. Matar al dragón es eliminar su libertad.
“Paolo Ucello me interesa mucho. Es espectacular como dispone los espacios, los colores pastel, las formas en los cuerpos y sus expresiones. Hay muchos símbolos en San Jorge y el dragón, detalles clave como la lanza, el dragón atado como un perro por la doncella y como ella mira al caballero con estupefacción por matarlo. Da ese punto cómico a una situación tan seria. Yo veo al dragón como representante de una simbología arcaica, de lo femenino, como la serpiente de la biblia, aquello que atemoriza al hombre porque supone un misterio para él. No es que ella esté custodiada por el dragón, está custodiada por su feminidad y él cree rescatarla de este estado y la devuelve a la sociedad poseyéndola, porque sin un hombre ella no tiene papel en la sociedad. Es una visión increíblemente machista.”
Esta es la equivalencia a la imposición de ponerse pantalones si querían formar parte de la vida artística. Igual que ahora se obliga a una mujer trans a negarse a sí misma y se elimina su derecho a vestir como quiera o entrar en cuartos de baño para mujeres. Negar identidades, victimizar y culpabilizar son agresiones que parecen tradiciones de esta sociedad.
“La parte masculina se acepta mejor. Esto sucede también en profesiones: se ve más respetable que una mujer sea piloto, por ejemplo, a que un hombre sea costurero. Se interpreta que ella asciende y el desciende en sus partes más ‘masculinas’ en la visión machista. Es ya triste de por sí que nos planteemos estas situaciones pero está muy arraigado en la sociedad y la lucha tiene seguir hasta que esto desaparezca porque no tienen sentido”
El resto de ámbitos han buscado la deconstrucción. El cine desarmó la mirada de poder masculina hacia la mujer con las lecturas de Laura Mulvey; la música está cambiando con artistas apropiándose del lenguaje machista y convirtiéndolo en artefacto de lucha; y la literatura sigue ese mismo camino rescatando a escritoras invisibilizadas por parte de nuevas voces que prolongan esa unión. ¿Tiene el arte voces que defiendan a sus artistas?
“Existe un movimiento feminista desde los 60. Hay mujeres como Suzanne Valadon que han sido artistas, han vivido como tal y han sido mejores que los hombres. Esa cuestión de por qué no hay grandes mujeres artistas se la hizo Linda Nochlin hace unos años en un manifiesto en el que reflexiona contando que sí las hay pero no lo sabemos o se han pasado por alto. Esa invisibilización que tratamos y trata el libro. Estrella de Diego, Marisol Salanova, etc. están introduciéndose en Arco y otras ferias en las que todavía faltan muchos más nombres. Raisa Maudit, por ejemplo, es parte de un movimiento feminista que se llama Storm and Drunk. Hay voces femeninas que están trabajando muy bien y merecen que se les preste atención; con ello se puede conseguir leer con más perspectiva y desarrollar una cierta educación más amplia,tanto del ojo como de la crítica. Me parece que tiene más sentido en nuestro tiempo que el movimiento no sea representado por una sola persona, sino por un conjunto. Así será más fácil crear debate y aportar más cosas.”
Después de la lectura de Las invisibles y nuestra conversación, llegamos a conclusiones firmes: Es necesario cambiar descripciones, cartelas, títulos y explicarlo todo de una forma distinta. Desde la visión feminista, transfeminista y poscolonial. Salir del neurocentrismo. El Museo del Prado es clásico y hermético, por lo que necesita nuevas voces e interpretaciones. Existen avances, pero son casi imperceptibles. Los hombres siguen asignando a otros hombres el calificativo de genio para reducir la competencia. Es un proceso lento y se debe de revisar toda la historiografía y su lenguaje. Otorgarle a María Isabel de Braganza la creación del museo. Hay que dejar de matar al dragón e identificar la ceguera.
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