La recta final de año se está convirtiendo en una enmienda a la totalidad del Brexit, que impacta de pleno en las negociaciones de Gibraltar. Las encuestas revelan el fiasco que supuso para Reino Unido su salida de la Unión Europa (UE) en forma de descontento de buena parte de la ciudadanía británica, que ahora no votaría a favor de la desconexión –tan solo un 36% defiende el Brexit-. Ahora, a ambos lados del Canal de La Mancha, la clase política maquina fórmulas con diferentes niveles de integración. En ese contexto, ¿se han preguntado alguna vez qué papel cumplió en todo este proceso la universidad de Oxford? Seguramente no. Y debieran.
El escritor sudafricano-británico Simon Kuper sí se hizo esta pregunta y ha plasmado la respuesta en su último libro, Amigocracia, editado en España por Capitán Swing. A fin de cuentas, él mismo conoce muy bien Oxford, pues estudió allí Historia y Alemán, y de sus disquisiciones concluye que si buena parte de los artífices del Brexit no hubieran sido admitidos en Oxford con 17 años, jamás se habría producido la separación de la UE. Hablamos de Boris Johnson, Michael Gove, Daniel Hannan, Dominic Cummings y Jacob Rees-Mogg, entre otros.
La lectura de Amigocracia es deliciosamente traicionera, porque uno la inicia pensando cuán poco le importa conocer los entresijos de la élite británica –una más-, pero a medida que pasan las páginas atrapa. El retrato de la prestigiosa universidad de Oxford que presenta Kuper nos descubre claustros en los que corría el jerez por litros y donde importaba más la elocuencia que el conocimiento. Ya entonces, las entrevistas de acceso eran estrambóticas, con preguntas tan inesperadas como «¿Se ha fijado alguna vez cómo se parece la plaza de San Marcos de Roma a una sede del Barclays Bank?». El objetivo era comprobar si se era capaz de hablar de lo que fuera, durante el tiempo necesario, sin tener ni idea de lo que se abordaba.
Esto se plasma en hechos como que el que fuera canciller de Economía en 2010, George Osborne, que estudió Historia en Oxford, no cuenta con educación formal universitaria en economía o gestión empresarial. Cuando el pasó por Oxford, esa licenciatura ni siquiera existía. La licenciatura tecnocrática dominante entonces era Filosofía, Política y Economía (PPE, por sus siglas en inglés), que fue lo que estudiaron muchas figuras que en el futuro sería relevantes pensando que esa educación innovadora les ayudaría a dirigir un país serio.
Pues bien, en el referéndum de 2016, el 95% de los diputados que había estudiado PPE votaron quedarse en la UE; es el caso de David Cameron, Jeremy Hunt, Philip Hammond, William Hague, Matt Hancock, los hermanos Miliband, Ed Balls, Yvette Cooper, Rachel Reeves y Peter Maldenson. De los pocos estudiantes de PPE que votaron dejar la UE destacan el actual primer ministro Rishi Sunak y el magnate mediático Rupert Murdoch.
¿Qué estudiaron los tories pro-Brexit de Oxford más importantes? Tal y como explica Kuper, asignaturas que miraban más al pasado, como Literatura Clásica en el caso de Johnson, Historia en el de Rees-Mogg y Hannan, e Historia Antigua y Contemporánea en el caso de Cummings, Filología Inglesa en el caso de Gove. Cuando Johnson fue primer ministro, contrató a su tutor de Oxford para que le ayudara a engalanar sus discursos con citas clásicas de Platón. En todo caso y desde que Johnson pasara por el elitista Eton College y posteriormente por Oxford, ya se perfiló como un campeón de los debates. Según se describe en Amigocracia, «al igual que Churchill, su modelo, Boris Johnson pasó años perfeccionando el antiguo oficio de la oratoria. En Eton aprendió a ganar debates ignorando los argumentos del contrario, y en lugar de aburrir al público con sus planes, se los ganaba con chistes, una voz grave perfectamente calculada y mofas ad hominem».
Exactamente lo mismo que haría después en primera línea de política, como también sucede con sus juergas escandalosas del partygate en pandemia y que tuvieron sus antecedentes en las que ya montaba con sus compañeros del exclusivo club Bullingdom (al que también pertenecieron Osborne y Cameron). Aquella élite británica que, incluso dentro del mismo Oxford, ocupaba una posición de privilegio, gozaba de prebendas de todo tipo ante sus excesos.
La Oxford que nos radiografía Kuper es el de una universidad que no formaba a futuros dirigentes para que cambiaran el mundo, sino para perpetuarlo, para mantener las diferencias de clase. «La ambiciosa oferta de Oxford a sus estudiantes es que algún día ellos podrán estar en la cima», sostiene el autor. Oxford es un epicentro de contactos elitistas que se retroalimentan. El Colegio Nuestra Señora del Pilar (Madrid) en España es un juego de niños comparado con lo que se cuece allí.
En 1988, cuando Europa ni siquiera era mencionada en Oxford y dos años después de que firmara el Acta Única Europea de la Comunidad Europea, Margaret Thatcher pronunció el famosos ‘discurso de Brujas’, en el que alertaba contra un «superestado europeo que ejerce una nueva dominancia desde Bruselas». Comenzó el euroescepticismo, calando hondo en estudiantes como Johnson, que era un ferviente defensor y seguidor de la Dama de Hierro. Europa se veía como una amenaza para los privilegios de la élite.
En diciembre de 1990, no está claro si en el Queens Lane Coffee House de High Street o en el Bear Inn, se fundó la Campaña por una Gran Bretaña Independiente (CIB, por sus siglas en inglés) y el que años después fuera eurodiputado Daniel Hannan comenzó su cruzada contra la UE. Explica Kuper en el libro que «en 1997, el editor de 17 años del periódico del Winchester College, Rishi Sunak, que pronto se dirigiría a Oxford, le inquietaba pensar que Tony Blair ‘tiene planes para una posible ruptura del Reino Unido y para adherirse a un eventual superestado europeo'».
Amigocracia repasa como ese pequeño grupo de tories Oxford terminó apoderándose de Reino Unido. Como cuando en 2016 Cameron convocó el referéndum no contó con que iba a fracturar la clase dominante. Sus planes pasaban porque el hecho de que un personaje tan grotesco como Nigel Farage (UKIP) liderara la campaña pro-Brexit garantizaría la permanencia en la UE. No contó con que Johnson y Gove, dos líderes educados en Oxford, también lo hicieran, dándole credibilidad a la campaña. El Brexit fue anunciado como una revuelta antielitista, pero liderada por una élite, concretamente por una facción de oxonienses de la public school–la elitista escuela privada. Mientras Johnson aprendió que, incluso en esa primera línea, era posible mentir con bulos como que salir de la UE traería ahorros semanales de 350 millones de libras para poder inyectar en el NHS (Sistema Nacional de Salud), Cameron se resistía a chocar personalmente con Johnson porque no quería romper la clase dominante. Como admitiría años después, fue como luchar con un brazo atado a la espalda y perdió. Años después, con el Brexit alcanzado y derrotado el laborista Jeremy Corbyn, la élite británica volvió a recuperar su tradicional unidad, impulsada por la purga de tories anti-Brexit llevada a cabo por Johnson, relata Kuper.
Amigocracia cuenta mucho más, la intrahistoria de cómo funciona el Partido Conservador en Reino Unido y cómo Oxford se convirtió en la fábrica de hombres de poder –ahora también mujeres-, que a lo largo de sus vidas aprovecharían sus conexiones exclusivas para mantener a la clase privilegiada. A fin de cuentas, de los 17 primeros ministros que ha tenido Reino Unido desde 1940 hasta la presidencia de Rishi Sunak, 13 fueron a Oxford. Churchill, James Callaghan y John Major no fueron a la universidad y Gordon Brown vivía en Edimburgo.
Oxford ha evolucionado, como refleja que buena parte de ella sienta una gran vergüenza por haber co-creado a Johnson, pero no se llamen a engaños, el centro de la ciudad huele a dinero y, según precisa Kuper, «uno de los primeros edificios con los que uno se encuentra al bajar del tren es la escuela de negocio Saïd, que recibe su nombre del traficante de armas sirio-saudí-canadiense. Su mujer, Rosemary Saïd, donó al menos 250.000 libras al Partido Conservador en 2020 o 2021. El centro de la ciudad huele a dinero». La maquinaria tory sigue girando.
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