Raymond Roussel es uno de los escritores más «raros» e influyentes del último siglo. Su obra «Locus Solus», un ejercicio de estilo cuya impronta aún se siente en la literatura y en el arte
André Breton dijo de Roussel que, junto a Lautréamont, era «el más grande magnetizador de los tiempos modernos». Fetiche absoluto de las vanguardias, precursor de todos los pres posibles (fue presurrealista, prefuturista. preoulipiano y prepatafísico), ajedrecista, consumado músico, rentista y millonario que rompía todos los esquemas del poeta bohemio, pobre y decadente de comienzos de siglo, Raymond Roussel (París, 1877-Palermo, 1933) originó, después de suicidarse en el siciliano Hotel des Palmes, más teoría y aparato crítico que ningún otro autor del siglo XX. Paradójicamente, en su época tuvo que costearse la publicación de casi todos sus libros y fue el que más insultos y burlas concentró por parte tanto de la crítica conservadora y realista como de un público acostumbrado a autores «digeribles», del estilo de Pierre Loti y Anatole France, y muy poco predispuesto a sus febriles e incomprensibles fantasías alucinatorias.
Alabado por Gide, Giacometti, Georges Perec, Duchamp —con el que compartió su pasión por las máquinas y el ajedrez—, Michel Leiris, los escritores del Nouveau Roman y los surrealistas —«Roussel es el genio en estado puro, inaccesible para la élite», según Cocteau—, pocos escaparían a su genio. Así lo atestigua la magnífica recopilación de textos dedicados a su obra, que aparecen ahora junto a su enloquecido puzle científico o perverso paseo por un jardín de los suplicios, entre Sade y Verne, que es su novela Locus Solus: desde los firmados por Roberl Desnos, Paul Éluard, Breton o Leiris, hasta los pertenecientes a los años 60, cuando se produce la gran recuperación de su figura, con exégetas de lujo: Ashbery, Foucault, Robbe-Grillet, Sollers o Blanchot.
La magia de un excéntrico
El título del artículo que Michel Foucault publicó en Le Monde en 1964 ya era significativo: «¿Por qué se reedita la obra de Raymond Roussel? Un precursor de nuestra literatura moderna». La de Capitán Swing es una estupenda y muy completa edición que coincide con Locus Solus. Impresiones de Raymond Roussel, la muestra que el Museo Reina Sofía dedicada a su mundo y sus numerosas influencias.
Desconcertante y comparable a la revolución llevada a cabo por Joyce, su figura esquiva y misteriosa solo sería conocida, a lo largo del tiempo, por unos cuantos iniciados en su culto y por los distintos laboratorios experimentales de artistas, escritores, filósofos y psicoanalistas que se fueron sucediendo. Encasillado en el irracionalismo con el apelativo de «excéntrico», el gran especialista en la obra de Roussel, Jea Ferry, que consagró cuarenta años de su vida a su descodificación, siempre defendió que se lo leyera por puro placer y para «maravillarse». Es decir, buscando la «magia» que emana de sus textos, lo mismo que sucede con Verne, del que Roussel se había quedado totalmente prendado desde su infancia, devoción que compartía con su contemporáneo y vecino del Boulevard Malesherbes, Marcel Proust.
Opciones estéticas
Su escritura procede por acumulación y repeticiones. Homofonías, juegos de palabras y construcción de incisos dentro de los incisos, al modo de los paréntesis en el cálculo algebraico, explicó él mismo en su testamento literario, Cómo he escrito algunos de mis libros (1935), Opciones estéticas que no venían de Mallarmé («del que nunca había oído hablar») ni de Breton («del que no entendía una palabra») y que plasmaban su rotunda independencia.
Poeta hermético o loco visionario, dependiendo de quién lo juzgara, Roussel publicó su novela Locus Solus (1914) tras su otra gran obra, o gigantesco laboratorio de experimentación literaria, Impresiones de África (1909), Locus Solus es el nombre del museo-parque propiedad de Martial Cantarel, un sabio de vastos conocimientos enciclopédicos, inventor demente de artilugios extravagantes que va mostrando a un grupo de visitantes. Alternándolo con cuentos, vaticinios, episodios históricos y leyendas fantásticas, guiará a sus invitados a través de un mundo terrorífico, entre infantil y macabro, que contiene, entre otras cosas, un mosaico compuesto por dientes multicolores, un diamante de grandes dimensiones habitado por una bailarina de largos cabellos, una enorme vitrina donde se conservan en un líquido llamado resurrectina varios cadáveres intactos y, por fin, el mismísimo cerebro de Danton, cuyos músculos y nervios son activados por un galo sin pelo llamado Jong-dek-lén.
Mercedes Monmany