Baldwin publicó «La próxima vez el fuego» en 1963. En 1863, 100 años antes, Abraham Lincoln había hecho la Proclamación de Emancipación, cuando Estados Unidos se acercaba a su tercer año de guerra civil. La proclamación declaró “que todas las personas detenidas como esclavos” dentro de los estados rebeldes “son, y en adelante serán libres.” Pero para Baldwin en 1963, y para nosotras ahora en 2024, cuando se cumplen 100 años de su nacimiento, las cosas no han mejorado mucho para los negros.
En los mismos Estados Unidos, hay un elevadísmo porcentaje de hombres y mujeres negros que no son libres, y de hecho están encadenados. Otros muchos viven una vida mediocre o tienen que malvivir con las ayudas gubernametales, marchitándose silenciosamente, y sólo el 1% consigen llegar a la excepcionalidad, los que salieron de la nada y se convirtieron en estrellas, actores, millonarios, deportistas, o se liberaron de las cadenas del control espiritual o financiero y viven sus vidas de cualquier manera lo consideren oportuno. ¿Pero son realmente libres, o son el señuelo que nos ponen al resto para perpetuar este sistema racista?
Durante su época, James Baldwin no era muy apreciado por le gran público. Era un escritor y dramaturgo, refinado y de opiniones claras y sin concesiones, lo cual descolocaba a mucha gente. Baldwin ha sido reconocido principalmente por sus ensayos críticos y penetrantes que exploran la experiencia negra en Estados Unidos, valiéndose de temas tanto universales como individuales para abordar los legados del racismo. No se identificaba con las posiciones extremistas de la Nación del Islam, que aborrecía a los blancos, y que unicamente veían la solución en en rechazar la vida blanca estadounidense, ni tampoco con el pacifismo de los derechos civiles y el afroamericano deseosos de ser integrado que representaba Martin Luther King Jr. Baldwin se encontraba en un punto intermedio, lo que le granjeó el rechazo de todos.
«La próxima vez el fuego» en un libro de un trabajo inquebrantable, sin remordimientos y totalmente fiel a los lectores negros, pero quizás, ofensivo para cualquier otro, muy probablemente para los lectores blancos. Por eso hay que leerlo. Balwin tiene una forma escritura brillante y musical que te engancha sin importar en qué momento de la historia hayas leído esta obra.
Esta colección de ensayos incluye dos cartas escritas por Baldwin: una dirigida a su sobrino, titulada «Tembló mi celda», y otra que ofrece una introspección sobre sus propios pensamientos, denominada «A los pies de la cruz». En la primera, profundiza en la condición del hombre negro y propone un plan para evitar el destino aparentemente inevitable de vivir en la marginación de los guetos y en una existencia de segunda clase. Subraya que ante cualquier indicio de cambio, la tierra misma podría sacudirse. En el segundo ensayo, explora el auténtico significado de la religión y su trágica relación con el racismo: desde el desencanto hacia el cristianismo hasta el conflicto con la religión «negra» representada por el Islam, hasta el último sacrificio que uno debe hacer no solo en términos religiosos, sino también consigo mismo, para quizás hallar algún tipo de satisfacción en Estados Unidos, aunque tampoco garantiza seguridad ni aceptación.
El núcleo temático de este libro reside en la idea de que el racismo encuentra su origen en aquellos que poseen el poder de perpetuarlo. Si se desea un cambio en el racismo, son precisamente aquellos en posiciones de poder quienes deben iniciar ese cambio. Solo entonces, y únicamente en ese momento, deberíamos cuestionarnos si los blancos verdaderamente se valoran a sí mismos, ya que esta autoevaluación es esencial para abordar las causas profundas del problema. Baldwin señala: “Por lo tanto, una gran cantidad de la energía que se dedica a lo que llamamos el problema negro es producida por el profundo deseo del hombre blanco de no ser juzgado por aquellos que no son blancos, de no ser visto como él es, y al mismo tiempo, una gran parte de la angustia blanca tiene sus raíces en la igualmente profunda necesidad del hombre blanco de ser visto tal como es, de ser liberado de la tiranía de su espejo”.
Baldwin reconoce que esto suceda si más es extremadamente improbable. Después de todo, ¿qué ser humano estaría dispuesto a renunciar a su comodidad, a su seguridad financiera, especialmente por personas como nosotros, los negros? Estaremos esperando mucho tiempo hasta que eso ocurra. Sin embargo, detrás de los ideales de proteger su propio bienestar y comodidad yace una ignorancia profunda. Para la mayoría en el poder, casi todos ellos blancos, no hay problema alguno. Las cosas están como deben estar.
Debido a esta improbabilidad, Baldwin piensa que habrá un ajuste de cuentas para todos aquellos en el poder y defensores de este cruel sistema; que habrá una «venganza cósmica». En una cita de esta obra lo describe perfectamente: “La glorificación de una raza y la consiguiente degradación de otra –u otras– siempre ha sido y siempre será una receta para el asesinato”. Baldwin deseaba profundamente no tener que llegar a eso y además afirmó que desafortunadamente “también pude ver que la intransigencia y la ignorancia del mundo blanco podrían hacer que esa venganza sea inevitable”.
Entonces, ¿qué nos espera? Nos sumerge en un conflicto psicológico, tanto con nuestros semejantes como con nosotros mismos. La conclusión de Baldwin es profundamente compleja y requiere una lectura atenta. Resulta inevitablemente desalentadora, pero al mismo tiempo, reveladora.
«La próxima vez el fuego» resuena con la misma urgencia hoy en día como lo hizo en el momento de su redacción. Debe actuar como un llamado a la acción para abordar de manera profunda las cuestiones del racismo y la situación de las personas negras. Si no se encuentran soluciones que aborden las raíces del problema, y parece que ese nunca será el caso, el ciclo continuará hasta el próximo estallido. Habrá un incendio, y es muy posible que alguien lo provoque. Quizás quién lo provoque concurra a las elecciones de novimebre en Estados Unidos.
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