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La primera planta que creció sobre la Tierra

Por La Vanguardia  ·  09.02.2021

“La historia de las plantas está inextricablemente ligada a la historia de la gente”, escribe la bióloga Robin Wall Kimmerer, miembro destacada de la nación Potawatomi, en Una trenza de hierba sagrada (Capitán Swing), en catalán Trenes d’herba dolça (Cossetània). El libro, que entrelaza ciencia y conocimiento ancestral, viaja por tradiciones y relatos indígenas, como el de la Mujer del Cielo que crea la Tierra y hace crecer la primera planta, la hierba de búfalo, sagrada, con propiedades materiales y espirituales que, en realidad, son “el pelo al viento de la Madre Tierra”.

Según la leyenda potawatomi que recoge Wall Kimmerer, el mundo todavía estaba lleno de oscuridad y de agua. Solo había unas cuantas criaturas que vieron azoradas como del cielo bajaba un rayo de luz. Y a través de él, una mujer descendía hacia ellas. Para evitar que se ahogara, las ocas extendieron las alas para sostenerla. Pero no podían aguantar mucho más tiempo su peso. Fue así como la tortuga ofreció su caparazón a cambio. El problema, no obstante, seguía persistiendo.

Cómo se creó la isla de la Tortuga

Las criaturas, reunidas en un consejo, decidieron ir a buscar tierra en el fondo del agua para que la Mujer del Cielo pudiera construir su propio hogar. El colimbo bajó primero, pero no pudo llegar a tocar fondo. Había demasiada profundidad. Otros animales lo intentaron también, en vano. Hasta que la rata almizclada decidió sumergirse. 

El tiempo pasaba y no volvía. Las aguas, al final, acabaron devolviendo su cadáver. Ahora bien, antes de morir, había conseguido hacerse con un montón de barro que la mujer extendió encima del caparazón de la tortuga. 

Como agradecimiento por el sacrificio de la rata almizclada y por la ayuda desinteresada de los otros animales, empezó a cantar y a bailar una danza. A medida que bailaba, la tierra iba extendiéndose hasta el punto de crear la isla de la Tortuga. “Nuestro hogar”, como dice Wall Kimmerer.

La hierba de búfalo es una poderosa planta ceremonial preciada por muchas naciones indígenas”

Robin Wall Kimmerer

Pero la leyenda sigue. La Mujer del Cielo, antes de su descenso, intentó sujetarse en el árbol de la vida para evitar la caída. No lo consiguió, pero en la mano le quedó un manojo de ramas, frutas y semillas que después esparció por la nueva tierra. La primera que creció fue el wiingaashk, es decir, la hierba de búfalo. “Su fragancia era un dulce recuerdo de la mano de la Mujer del Cielo. Así se la honra como una de las cuatro plantas sagradas de mi pueblo”, explica Wall Kimmerer. 

La bióloga detalla que “es una poderosa planta ceremonial preciada por muchas naciones indígenas. Además, se utiliza para trenzar bonitos cestos”. Añade que “cuando trenzamos hierba de búfalo, trenzamos el pelo de la Madre Terra”.

Y esta es la trenza que da título al libro, un ensayo que ha vendido más de 500.000 ejemplares en Estados Unidos, que pretende fomentar la conciencia ecológica y establecer una relación más estrecha y respetuosa con la naturaleza. 

Según los patawatomi, las plantas y los animales son los maestros de más edad. Y Wall Kimmerer así lo transmite. No en vano, cuando se trenza la hierba de búfalo, se muestra a la Tierra, según relata, “nuestra atención afectuosa, nuestra preocupación por su belleza y bienestar, en gratitud por todo lo que nos ha dado”, como si se tratase del pelo “de nuestra madre”.

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