Casi dos años de pandemia nos han dejado muchas heridas sociales abiertas y han hecho más sangrantes las que ya existían. La crisis sanitaria ha destapado la caja de pandora del malestar común que afecta a las sociedades modernas: un capitalismo salvaje que aniquila las posibilidades de una vida digna y que nos aboca al estrés, la ansiedad y la inestabilidad permanente, y a medicarnos individualmente para sobrevivir al mal colectivo. Nos quieren Sedados, como propone James Davies, para mantener en funcionamiento un modelo que beneficia a unos pocos y perjudica a la mayoría.
En esa anestesiada rutina, leímos el avance de la ultraderecha igual de mal que el del COVID-19. Al principio no era nada preocupante, pero cuando nos dimos cuenta de la gravedad su presencia era ya inevitable. Sin embargo, esto no es nuevo: lo que hoy ocupa escaños ha violentado la calle durante décadas, con la connivencia de las instituciones de un Estado aún heredero de épocas predemocráticas. En Antifascistas. Así se combatió a la extrema derecha española desde los años 90, Miquel Ramos documenta cómo han sido estos grupos, mientras eran criminalizados institucional y mediáticamente, quienes han luchado contra la extrema derecha cuando la mayoría miraba para otro lado.
Internet ha sido un aliado fundamental en este giro reaccionario. Con la seguridad que confiere el anonimato, webs y redes sociales se han convertido en el escenario ideal para propagar prejuicios y noticias falsas, y conseguir así hacer aceptables los discursos de odio para muchas personas. Foros opacos donde señalar, difundir información confidencial y esparcir bulos sin complejos. El trabajo de Talia Levin, una periodista cansada del acoso online por escribir artículos criticando esta deriva fascista y misógina, ha sido infiltrarse en ellos e investigar el ecosistema del odio online. Caudillos de la cultura desvela los cismas, las tácticas de reclutamiento y la amenaza que representan algunas de las subculturas más viles de Internet.
Con un escenario tan descorazonador, cuesta imaginar futuros felices. Pero los lazos y el entendimiento también han sobrevivido y aumentado en estos dos años. El Capitán os propone una nueva batería de lecturas diversas, transversales e incluyentes, que nos conviertan, como diría Roman Krznaric, en Un buen ancestro.