Muchos de los miembros de la generación de jóvenes, conocidos como millennials, no han conseguido todo lo que soñaban de pequeños. Un trabajo estable, buen sueldo y una familia se ha convertido, en muchas ocasiones, como unos objetivos difíciles de obtener. La maternidad es otro de ellos. Un deseo que muchas veces no se puede alcanzar por falta de tiempo y recursos. Esto ha hecho que se creen políticas y productos a su alrededor. Noemí López Trujillo es la autora de El vientre vacío (Editorial: Capitán Swing) en el que habla de una generación precaria y sin hijos.
¿Cómo surge la idea de El vientre vacío (Capitán Swing)?
Surge después de un artículo mío para el diario.es en el que analizo el contexto en el que estoy, porque no he llegado al punto que yo me imaginaba. Haciendo un análisis estructural me doy cuenta que hay una serie de circunstancias adversas, que todo el tema de la precariedad está cercenando e impidiendo la realización de proyectos vitales que no son solamente encontrar trabajo. A raíz de ese artículo, mi editora pensó que podía tener un desarrollo más amplio y tenía razón. Hacerlo más colectivo, con más voces de mujeres y a tratar más en profundidad las causas de ese problema y es así como nace: colectivizar algo personal.
¿Cómo afecta la inestabilidad laboral y la constante amenaza de crisis económica a la maternidad en España?
El miedo es algo que intoxica todo un poco. Por un lado está la razón más puramente material, si no tienes un trabajo estable no puedes acceder a ciertos recursos que son imprescindibles para poder mantener a un hijo. La precariedad lo condiciona todo. La incertidumbre te impide pensar a largo plazo o embarcarte en proyectos que te suponen como una dedicación de por vida. En ese panorama en el que hemos pasado los últimos diez años, también es lógico que el miedo no solo sea a perder el trabajo o a no llegar a fin de mes. Somos una generación que tiene miedo de muchas cosas, de toda la inestabilidad y es normal que eso vaya a todas las parcelas de nuestra vida porque sentimos que nada va a durar. Somos una generación muchas veces con miedo, porque si estamos en un panorama de absoluta incertidumbre donde no sabes cuánto van a durar las cosas o qué va a pasar mañana, es normal que eso se extienda a todos los ámbitos y que condicione la toma de condiciones.
Muchas parejas recurren a la fecundación in vitro o a las inseminaciones artificiales con su desembolso de dinero… ¿están mercantilizando la maternidad?
Yo creo que se está mercantilizando y creo que se está poniendo precio a poder tener hijos. Suena raro decirlo, porque la maternidad todavía sigue siendo un lugar de opresión y hay un montón de mujeres que nunca te diría que tener hijos es un lujo y ahí hay que tener cuidado con la narrativa porque parece que quien tiene hijos es porque pueden mantenerlos y tenemos una tasa de pobreza infantil muy alta, yo creo que tenemos que tener cuidado con esa narrativa, pero sí que es verdad que hasta cierto punto quienes tienen más poder adquisitivo van a poder comenzar proyectos de reproducción asistida o congelar sus óvulos porque se lo pueden permitir. Hay una brecha de clases.
¿Por qué se siguen haciendo políticas sobre la maternidad sin contar con las mujeres y desde un ámbito, en muchas ocasiones, masculino?
La maternidad es un bien superpotente. Se sigue haciendo políticas sin pensar en nosotras porque la política la hacen mayoritariamente hombres. Desde esa mirada masculina y desde un mundo construido desde la mirada masculina es muy difícil que se hagan políticas en primera persona. Es ejercer la política para unos cuerpos para la mitad de la humanidad que no está tan presente en las instituciones, a pesar de que cada vez son más paritarias. Al final quienes siguen ejerciendo el liderazgo son los hombres.
Es fundamental la llegada del feminismo para denunciar todo eso y para actuar como muro de contención. Que el PP acabase por darse por vencido en su lucha por derogar la ley garantista sobre la interrupción voluntaria del embarazo es una prueba de ello. El feminismo siempre ha actuado como muro de contención y cuando no lo ha conseguido ha sido porque no se le ha permitido, porque no ha podido permear a todas esas instituciones a las que señalaba, pero sí que hemos abierto un montón de grietas y cada vez más las compañeras de colectivos feministas y las políticas hacen un trabajo brutal para que las políticas que atañen a los cuerpos de las mujeres estén pensadas y construidas por mujeres.
Si no tienes un trabajo estable no puedes acceder a ciertos recursos que son imprescindibles para poder mantener a un hijo
¿A las mujeres se les penaliza por no ser madres y por serlo también (en el ámbito laboral)?
Existe esa presión y va a seguir existiendo porque históricamente ha sido así. Quitar unas asunciones que se hacen sobre nuestra identidad de un día para otro o de una década para otra, o de un siglo para otro es casi imposible, pero lo estamos peleando, pero cada vez más estamos como recuperando la autonomía sobre nuestros cuerpos y eso implica el deseo o no de ser madre, pero al final todas caemos en el discurso, seguimos poniendo en el centro la maternidad, ya sea como deseo inexistente o como deseo palpitante. Yo creo que es algo que sigue ligado a nuestra identidad y va a ser muy difícil llegar al punto en el día de mañana que no se nos presione por ese tema, pero queda mucho trabajo por hacer, pero vamos en camino de hacerlo, sin duda.
¿Es más viable económicamente hablando ser madre en una comunidad que en otra?
Depende desde qué punto se mire. Hay que pensar en cuestiones específicas. Hay comunidades en las que lo pisos y los productos son más caros, pero los servicios son más abundantes. Por otro lado, en el ámbito rural, todo es más barato, pero en muchas ocasiones los servicios públicos escasean o no están cerca de tu entorno. La oferta de sanidad pública, de colegios públicos son diferentes en una zona u otra.
Además, hay que pensar también en el mundo laboral. Hay ciudades y zonas donde te facilitan la conciliación, pero hay otras que no y si quieres seguir trabajando tienes que pensar en contratar otros servicios como guarderías.
Tras este libro, ¿cómo ves el tema de la maternidad?
Yo lo sigo viendo claro, pero el libro ha sido un exorcismo y creo que de momento no quiero hablar del deseo de ser madre. Ante estaba con esta conversación constantemente, ahora rehuyo del tema porque me ha hecho tenerlo muy presente durante muchos meses. Creo que el libro ha sido un duelo anticipado de algo que ni siquiera sé si va a pasar o no va a pasar y me ha hecho ser muy consciente de que no existe. Ahora mismo es como que lo tengo apartado, en stand by, por una cuestión de felicidad propia de no obsesionarme con la idea de cuándo va a pasar o cuándo no va a pasar como si pudiese tener ya una respuesta. Estoy intentando meditar el tema desde la óptica personal no como radiografía social.
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