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La mafia del canapé

Por Opinión - El Mundo  ·  24.03.2017

Según decían los nuevos filósofos al final del siglo pasado, habíamos llegado al fin de los grandes relatos; se imponía el pensamiento blando, la decadencia de los ismos. De pronto, surgió un metarrelato o macrorrelato, una narrativa totalizadora utópica, de las de antes. Unos le llamaron neocomunismo; otros, populismo.

Podemos volvía a insistir en que la historia de cualquier sociedad que ha existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Pero sustituía el concepto “clase” por “gente” y “capitalismo”, por “casta”. Los nuevos agitadores ya no aspiraban a que fuera el proletariado el que tomara el poder, sino el precariado. La nueva vanguardia eran los parados, los desahuciados, los ninis, los emigrantes, los autónomos, los universitarios sin esperanza, las mujeres humilladas. Más de la tercera parte de la población se ha quedado sin futuro, formando un ejército de reserva que aumentará hasta el infinito, desplazados por la revolución tecnológica. Se va a acabar el empleo fijo, millones de puestos de trabajo van a desaparecer.

Del claustro de la universidad salió una quinta de activistas que se puso al frente de la manifestación y del nuevo ejército de reserva. Buscaron a la gente en el terreno de Cáritas, en los comedores sociales, en la clase media acobardada. Los ciudadanos en riesgo de exclusión, los nuevos pobres, algunos de ellos con corbata, quedaban excluidos del Estado del Bienestar. La España de la recesión y de la desenfrenada corrupción, la de las puertas giratorias, dio razones a Podemos, que logró en las últimas elecciones cinco millones de votos.

Ahora, Podemos ha pasado del relato de la casta al de la trama. La trama es la nueva viga maestra de Pablo Iglesias y de su gobierno en la sombra. El líder ha encargado a Rubén Juste -autor de Ibex 35, una historia herética del poder en España– una ponencia sobre la urdimbre o tela de araña entre los que mandan y los que controlan el poder económico. No se trata del argumento de una novela, sino del concepto fetiche, la mafia del canapé, la oligarquía del palco, el secuestro de la democracia. Los ideólogos de Podemos narran la parábola del gran ejecutivo de sueldo y pensión multimillonaria que decide, con un político arrodillado en su despacho, que haya o no haya agua en las casas de los boqueras. “Es una trama de antipatriotas”, dijo la otra noche en La Sexta Irene Montero, líder parlamentaria. Podemos incorpora a su discurso un matiz de patriotismo en contra de los despiadados fondos buitre y los políticos corruptos, al estilo de los insurgentes del Cono Sur que recurren a Brecht: “El peor de los bandidos es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de los enemigos multinacionales. Sin soberanía no hay democracia”, dicen. Antes eran los compañeros de pupitre, la endogamia franquista, los matrimonios de conveniencia. Ahora es la trama. Según Podemos, una cúpula oligárquica que toma decisiones que afectan a la gente por encima del Parlamento. El nuevo grito de guerra de Podemos es: “Desarticulemos la trama”.

Autor del artículo: Raúl del Pozo

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