Reportera, feminista y galardonada con el Premio de Periodismo Joven sobre Violencia de Género (Injuve), Noemí López Trujillo (Bilbao, 1988) representa a una generación «radiante que brilla, pero rota». Protagonista de una generación «marcada por las expectativas de nuestros padres», destila desesperación y esperanza, humillación y orgullo, tristeza, lágrimas y maternidades, hasta el momento inalcanzables, en su primer ensayo El vientre vacío (Capitán Swing Libros). Es el relato sobre una generación, la suya, precaria y sin hijos. Una generación sin opción a elegir. Noemí López nos habla de la precariedad actual, que va más allá de la laboral, porque es una precariedad vital; y así, la autora va llevando al lector a un mundo, el propio, que podría ser también el de cualquiera de su generación, plagado de incógnitas, de miedos y carente de respuestas. «No hablo solo de maternidades aplazadas, sino de «vidas aplazadas». ¿Quién no tiene a alguien así a su lado ahora? Pasen y lean.
–¿Es usted una víctima de la ‘cultura del éxito’ que socialmente se está fomentando?
–Yo no me definiría como víctima, no me gusta el término, me genera conflicto. Diría que soy más bien consecuencia, y que esa cultura del éxito me atraviesa y casi mejor preferiría decir que somos muchos los y las perdedoras de esa cultura del éxito. Sin duda, a mí me ha atravesado porque se ha generado una idea del éxito que es una ficción, porque no es una verdad platónica que esté ahí esperando ser conquistada o conocida. Creo que es una creación externa en base a lo que el mercado requiere y a lo que tú te tienes que adaptar, y que el éxito se te puede dar o ser arrebatado y muchas veces es casi una cuestión de suerte o algorítmica el que tu alcances esa idea de éxito. Entonces sí, yo creo que sí, que he entrado en esa dinámica de tener que estar siempre dando lo mejor de mí misma, guapa, lista y limpia, como dice Pacheco la periodista, y sí me parece que tenemos que estar en esa dinámica de estar todo el rato felices, no mostrarnos vulnerables, creer que si te esfuerzas vas a llegar al éxito cuando hay un montón de variables y, por supuesto, sin duda: la idea de la cultura del éxito me ha atravesado. En ciertas cosas soy privilegiada pero en lo que es adoptar y formar parte de esa dinámica, sin duda he formado y formo parte de ella.
—«Si nunca lo intentas, nunca lo conseguirás». Ante estos estímulos usted asegura que «No es cobardía, es coger aliento». ¿Cuál es la solución a este tipo de sociedad?
–Yo creo que suena un poco utópico, pero creo que una sociedad más igualitaria nos quitaría de la cabeza esa idea de la meritocracia que parece que es más un sistema político en sí mismo: «Eres suficientemente bueno, esfuérzate y llegarás». Entonces, si todas las estructuras están creadas para que te creas esa idea del éxito y pongas todo tu cuerpo a merced de la prisa, la aceleración, del llegar a todo, sin pararte a pensar en que a veces no se puede llegar a todo, que no puedes estar siempre al cien por cien…, lo primero sería tener una sociedad más igualitaria donde no haya tantas jerarquías, donde no haya gente que sale en desventaja, porque esa a ese gente a quienes más les afecta.
Los de arriba, los que salen de posiciones más ventajosas, porque su estructura familiar lo ha permitido, su colchón económico…, es la que mueve el discurso del éxito, del esfuerzo y de los ánimos y el si quieres, puedes. Y la gente de abajo es la más perjudicada porque tiende a mirar hacia arriba, a compararse y a decir: «Es verdad, si esta gente me dice que me esfuerce a lo mejor el fallo es mío». Al final se individualiza el sufrimiento, la culpa, y todos tendemos a sobre esforzarnos sin pensar las carencias que nos están dando a nivel social.
–Las redes sociales, la inmediatez, han diluido la fina línea divisoria entre el tiempo laboral y el personal, ¿cómo distinguir lo importante?
–Pues yo no lo he conseguido, ¡tengo que ser honesta! Al final sabes que el trabajo es lo importante porque es lo que te permite el desarrollo personal…, a mí me cuesta mucho priorizar y establecer unas líneas, o unas geografías muy concretas, de lo que es exactamente importante. Ahora todo parece prioritario porque incluso, lo que cuentas en tus redes sociales, tiene un impacto en esa otra ficción que es la marca personal.
–«Un escenario donde plantearse tener hijos da pánico. Pero no tenerlos, cuando lo deseas tanto, también». ¡Da mucho vértigo, Noemí!
–Sí, sí…, yo creo que esa es la palabra: vértigo, y es una idea un poco claustrofóbica porque no te deja mentalmente avanzar hacia un lado u a otro, como si estuvieras atrapado en una limitación temporal. Sí, sí da un poco de vértigo y creo que desde ahí está escrito el libro, intentando colectivizar ese sentimiento, ese sufrimiento que muchas de nosotras tenemos, como una forma de decir: no eres la única a la que le pasa. Y el problema no es solamente tuyo.
–¿Cómo se convive con el miedo?
–¡Interesante pregunta…! Creo que el miedo es algo que está instalado, que condiciona tu forma de actuar, de tomar decisiones, tu día a día…, no sé si somos todos conscientes de que vivimos con miedo, sino que simplemente ya forma parte de ti. Mucho de ese miedo está generado desde factores externos, no es tanto una convivencia, sino algo que te atraviesa constantemente. Aprendes a vivir asumiendo que las cosas no siempre van a ir a mejor pero podrían hacerlo y de ahí surge el reclamo colectivo.
–Y sus expectativas de futuro, ¿han cambiado desde que ha escrito este libro?
–Pues no tanto como desde que lo he escrito, como desde que me han contratado porque mi visión de futuro ha cambiado. Acabo de escribir el libro y me llega un contrato indefinido, en muy buenas condiciones, haciendo lo que más me gusta y donde el trato es excelente. Al final, la cuestión material es muy importante y a mí no me cambia el vomitar todo esto, estas reflexiones y el ejercicio de valentía de exponerlo todo en un libro. Todo esto me permite hacer un diagnóstico, no ir a tientas por una habitación, y ser consciente de qué estoy haciendo, y porqué digo lo que digo. Para mí ha cambiado mi visión de futuro el tener un buen trabajo.
–Y ahora, ¿mantiene esas ganas de ser madre?
–Bueno, tengo el trabajo, pero ahora tengo que apostar por mi carrera laboral y no puedo nada más llegar, ¡quedarme embarazada! Luego también está la pareja, la estructura material, la conciliación…, tengo un horario determinado y un hijo exige mucho. No es solo una cuestión de querer ser madre, sino de cómo quiero serlo. A nivel social se deberían hacer una serie de cosas que no se están haciendo: el abaratar el coste de la vivienda, el acceso al alquiler, el acceso a las guarderías públicas, la falta de red familiar…, hay una serie de cuestiones que aunque tengas un trabajo indefinido, no se soluciona por arte de magia.
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