Cuando alguien quiere hablar de imperialismo, le digo ‘hablemos del mapa'”, dice sonriendo Daniel Immerwahr, profesor y director del departamento de Historia de la Universidad Northwestern, que asegura que él “solo habla de hechos”. Ahora publica Cómo ocultar un imperio. Historia de las colonias de Estados Unidos (Capitán Swing), donde cuenta varios episodios de la historia de los territorios de Estados Unidos fuera del continente y de los habitantes del “imperio”. Una palabra, “imperio”, que los estadounidenses aplican fácilmente a otros países, pero rara vez al suyo propio.
Exacto. La gente que vive ahí no tiene capacidad de votar el presidente ni los representantes del Congreso, no están cubiertos por lasleyesdelamismamaneray muchaspersonasenelpaísnolesconsideran estadounidenses. Además, todos los territorios tienen un PIB per cápita inferior al resto de los estados y son más vulnerables a las catástrofes ambientales.
En Estados Unidos hay el mito de que los llamados territorios existieron, pero acabaron convirtiéndose en estados en pie de igualdad con los otros. Pero esto no es cierto, hay muchos territorios que nunca se han convertido en estados, y casi siempre el hecho determinante para hacer esta distinción ha sido el número de blancos. Hay excepciones como Hawái, pero la historia del crecimiento de Estados Unidos ha consistido en asegurar los derechos de los blancos.
A diferencia de Francia o Gran Bretaña, Estados Unidos adoptó un modelo de imperio que yo llamo puntillista, con centenares de islas, bases militares y emplazamientos por el planeta. Percibido como una amenaza o como una protección, EE.UU. está involucrado en la política exterior de todos los países. Desde 1942 solo ha habido dos años, 1977 y 1979, en los que no haya estado luchando contra otro país. A menudo pensamos que la hegemonía de EE.UU. consiste en tener más dinero que otros países o un mayor ejército, lo cual es cierto, pero la manera en que Estados Unidos ejerce su supremacía es garantizando la seguridad del planeta, y lo hace a través de todos estos enclaves sin controversias.
Estados Unidos ha sufrido mucho para sostener la hegemonía. Los contribuyentes estadounidenses tenemos unos servicios públicos desatendidos por culpa del gasto militar. También hay el costo de las guerras que Estados Unidos libra para mantener su hegemonía, que son enormemente caras. Además, están los costes humanos. La consecuencia de vivir en un país que constantemente se prepara para la guerra es una cultura muy militarizada. Una de las causas de nuestra crisis política actual es que hay armas por todas partes.
Es casi imposible argumentar que el imperio ha sido bueno para otros países o para la gente en sus colonias. Sí ha habido algún éxito empresarial como Sony, o algún éxito musical, como los Beatles. Pero el imperio ha sido muy destructivo para las personas que han tenido que vivir en su sombra. Últimamente hay un fuerte agotamiento y hostilidad hacia la guerra. Trump fue elegido porque pudo decir “Hillary Clinton votó por la guerra de Irak y yo no lo habría hecho”. Se presentaba como un candidato antibelicista. Pero también los demócratas demostraron este sentimiento retirando las tropas de Afganistán. Ya no estamos en los años 2001 y 2003, cuando Washington atacaba confiadamente cualquier país del planeta. Pero la política exterior de Biden sigue siendo que EE.UU. tiene que estar al mando. Un modelo paternal que aún no se cuestiona.
La guerra ha demostrado que algunas potencias se atreven a desafiar a Estados Unidos y a la OTAN. La agresión rusa tiene que ver con el resentimiento hacia Estados Unidos y hacia el estado antidemocrático de los asuntos mundiales.
Estados Unidos está perdiendo la hegemonía global. En términos militares, sigue teniendo el ejército más extenso del planeta, pero la economía de China ya le ha superado en poder adquisitivo, y su influencia ha llenado algunos huecos de presencia que dejaba EE.UU. Es evidente que el poder se está redistribuyendo. Hay dos posibles escenarios: que finalmente China sea la nueva potencia hegemónica en un modelo similar al de los años 1950, o que convivan distintas grandes potencias. EE.UU. puede apegarse a su statu quo, pero no creo que esta sea una respuesta sabia. La otra posibilidad es aceptar que la era de EE.UU. en la cima mundial ha terminado.
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