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La hipertextualidad antes de internet

Por La Vanguardia  ·  26.03.2012

La novela decimonónica, con su estructura aristotélica compuesta por inicio, desarrollo y desenlace, era puesta en duda por una serie de autores que, después de un artículo publicado en Le Monde en 1957, se les conocería como escritores de la nouveau roman.

Hoy no es extraño, ya, hablar de la hipertextualidad para referirnos al cambio de paradigma en el que estamos sumergidos. Las ya no tan nuevas tecnologías han posibilitado que un texto nos lleve a otro saltando con un único clic, y combinando formatos como el audio y el vídeo en una misma pantalla. No escribimos ni leemos como Balzac, ¿Pero es culpa de la red? ¿Por qué internet es como es?

La editorial Capitán Swing acaba de publicar el libro-artefacto Composición nº1 de Marc Saporta -considerado miembro de la nouveau roman -, que salió a la luz originariamente en 1962 y que se lee como una baraja de cartas lanzadas al azar. Las páginas, sin encuadernar, no están numeradas y se presentan dentro de una caja. ¿Cómo empezar la novela? ¿Cuándo acabar la lectura?

El autor, en el prefacio, nos avisa: “Se ruega que el lector disponga de estas páginas como de una baraja de cartas. Que corte, si lo desea, con la mano izquierda, como si fuera una cartomántica. El orden en el que las hojas salgan de la baraja orientará el destino de X”. Más allá del experimento, del divertimento, Saporta está investigando sobre una forma de conocimiento diferente: “Una vida se compone de elementos múltiples. Pero el número de composiciones posibles es infinito.”

El éxito de Composición nº1, claro, es que siempre tiene sentido. El lector, activo, decide en todo momento el trayecto de lectura, y la ruptura de la linealidad se vive como un juego. Los personajes navegan o naufragan según nuestras decisiones, exactamente igual que cuando nos movemos por la red.

La propuesta del francés, fallecido en 2009, es uno de los referentes de lo que se ha llamado literatura pre-hipertextual, o que pertenece a la poética del hipervínculo. Su estructura fragmentaria, sin embargo, no es una rareza como se pudiera pensar.

El colectivo Oulipo, con Raymond Queneau al frente (publicó en 1961 Cien Trillones de Poemas), ya estaba trabajando en un camino muy parecido. No hay que olvidar tampoco que un año después de Composición nº1, Julio Cortázar presentaba Rayuela. Como es sabido, el argentino coloca un “Tablero de dirección” al principio de la novela y de esta manera “el lector queda invitado a elegir una de las dos posibilidades”. U optar por el primer libro, que termina en el capítulo 56 y que se lee de manera convencional, o el segundo, que comienza por el capítulo 73 y que ha de leerse según la mencionada tabla. En la misma esfera de actuación, en 1964, Max Aub publicaba su Juego de Cartas. Algo estaba pasando, existía una necesidad que hoy percibimos como nueva, pero que seguramente podemos encontrar ya en la Biblia o el I Ching, que utilizan técnicas como el collage, la intertextualidad o los palimpsestos.

La tecnología no surge de la nada. Es la respuesta a nuestros anhelos y aspiraciones. Es, como Prometeo, la ambición de acercar el fuego a los hombres para progresar, aunque esa misma idea esté también en crisis. Si en nuestros ordenadores, como en una suerte de paralelismos, tenemos un escritorio, una papelera de reciclaje y múltiples carpetas, es porque trasladamos nuestra cosmovisión, nuestro entorno adquirido, a las nuevas formas de organizarnos.

Algo parecido pasa con la manera que leemos en internet. Roland Barthes ya diferenciaba entre un texto “escribible”, en el cual el lector reinterpreta libremente y adquiere un papel activo en el proceso creativo; y un texto “legible”, en los cuales se restringen estas posibilidades. Jacques Derrida prefiere enfrentarse al texto abierto bajo su “metodología de la descomposición”, a través de pedazos o fragmentos que remiten a otros. Michel Foucault escribe en El orden de las cosas: “hay que reconstruir el sistema general del pensamiento cuya red, en su aspecto positivo, hace posible la interacción de opiniones simultáneas y aparentemente contradictorias”. La misma pluralidad de conexiones es la que desarrollan Deleuze i Guattari: “una meseta está siempre en el medio, no al comienzo o al final. Y un rizoma está hecho de mesetas”.

No hay que irse tan lejos. Todos recordamos aquellas historias de dragones que se vendían bajo el lema “Escoge tu propia aventura” y en las que, al final de cada capítulo, podías elegir cómo seguir la trama. Existía, pues, un caldo de cultivo. El salto era cuestión de tiempo. Actualmente sustituimos conceptos como el centro, el margen, la jerarquía y la secuencialidad para sustituirlos por la multilinealidad, los nodos, los nexos y las redes.

Miguel Ángel Ramos, que se encarga del prólogo de la edición de Composición nº 1 de Capitán Swing, nos dice que “al menos una vez en nuestra vida deberíamos barajar nuestra memoria”. Para abrirnos a lo desconocido, a la sorpresa, a lo imprevisto. Ese misterio es el que permite pasar de la información al conocimiento, sorteando criterios, algoritmos, que tan sólo buscan responder a nuestros juicios previos. Veamos cómo funcionan los buscadores, y cómo nos adaptamos a ellos. Nos hemos convertido en lo que creemos que buscan de nosotros. Una máscara de una máscara.

No hay nada más ilógico que una secuencia simplemente lógica, y eso es lo que demuestra Marc Saporta en esta composición. Literatura, o todo lo demás.

Albert Lladó

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