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“La gran arma del Ibex es que se confunda el interés general con el suyo”

Por PlayGround  ·  27.02.2017

Hablamos con Rubén Juste, autor de la investigación Ibex 35. Una historia herética del poder en España (Capitán Swing, 2017)

Cuando Rubén Juste (Toledo, 1985) terminó la universidad corría el año 2009. Entonces, las Cajas de Ahorros se enfrentaban a una grave crisis que terminó con una fuerte restructuración: la mayoría se fusionaron, cerraron, o se convirtieron en simples bancos.

El final de las cajas era un síntoma más de la crisis económica de 2008 y de la burbuja inmobiliaria en la que estaban metidas de lleno. En aquellos años, miles de personas salieron a la calle a protestar por el recorte de sus derechos sociales y los ajustes de austeridad. Tras esas manifestaciones, sin embargo, había un fenómeno de raíces mucho más profundas: un cambio de sistema en el poder económico en España.

Juste, como una víctima más de una crisis económica que dejó a casi el 50% de los jóvenes sin empleo y con pocas expectativas, se preguntó por ese cambio de paradigma que le había dejado en esa situación. Y decidió investigar el Ibex 35. Además de ser un índice bursátil, este nombre engloba a un complejo entramado de poder, con intereses comunes y liderado por la aristocracia económica española en torno a las 35 empresas más grandes del país, que se han repartido el pastel de la economía antes y después de la crisis.

Sus años de investigación, desde 2011, se recogen ahora en un relato plagado de datos y de nombres: Ibex 35. Una historia herética del poder en España (Capitán Swing, 2017).

Del caciquismo franquista a los fondos de inversión internacionales

Cuenta Juste que en los últimos años de la dictadura se había creado la base para un sistema casi caciquil, un statu quo para que las élites amasaran dinero y poder, con la excusa de desarrollar el país. Pero todo esto cambió con la restructuración de las cajas de ahorro y la entrada de fondos de capital extranjeros que vinieron a suplirlas como accionistas principales. “Los niveles económico, social y político del Ibex funcionaban al unísono, ahora ya no”, dice el sociólogo.

“En el Ibex —avanza— hay un primer nivel que se basa en un interés común unido por el rendimiento económico de las acciones. Es un interés compartido porque muchos de estos accionistas tienen títulos en más de una empresa. Si todas las acciones del Ibex van bien, los beneficios de todos van bien. Todo funciona desde la base de oligopolios que dominan el mercado y también se lo reparten, sin interferencias. El pacto invisible de reparto del mercado evita esa posible agresión.”

Ciudadanos, por ejemplo, es una consecuencia de la ruptura del statu quo dentro del Ibex. Si el Ibex había sido poderoso hasta antes de la crisis era por la capacidad del PP y el PSOE a través de las cajas de ahorro

“Eso se mantuvo en tanto que los accionistas eran las cajas de ahorro y el capital nacional. Pero ahora estamos en un nivel mucho más competitivo. Los fondos extranjeros compiten por beneficios, y vemos guerras de precios, ajustes que terminan con miles de empleos…”

Juste también apunta a que el segundo nivel —el social— también se ha tambaleado por lo mismo: “La caída de las cajas de ahorro, sostenes de todo este sistema de estrategias conjuntas y puestos duplicados en diferentes Consejos de Administración, han hecho que el nivel social evolucione. Lo que antes era algo común, como tener un puesto en el consejo de una caja y en una empresa de la cual la caja era accionista, ya no pasa”.

Y algo similar ha sucedido también en el nivel político. “Ciudadanos, por ejemplo, es una consecuencia de la ruptura del statu quo dentro del Ibex. Si el Ibex había sido poderoso era por la capacidad del PP y el PSOE a través de las cajas de ahorro. Pero la pérdida de legitimidad del PSOE y del PP como garantes del sistema tenía que dar lugar a nuevas realidades políticas que mantuvieran el sistema, aunque con sus nuevas características”.

Beneficios que no repercuten en la sociedad

El cortijo postfranquista del Ibex era malo: el poder de las élites se mantenía intacto y las desigualdades continuaban, pero los beneficios de las empresas que se repartían el pastel repercutían, al menos, en la sociedad. Las cajas, por ejemplo, eran entidades financieras únicas en España; una especie de bancos donde la gente de a pie ponía sus ahorros. Los beneficios que obtenían no se invertían en otros activos que generasen más beneficio, sino que se destinaban a obra social.

Pero con los fondos de capital extranjero, el statu quo de la transición parece bondadoso a su lado. “Muchas empresas públicas no eran competitivas pero generaban un empleo y redistribuían el beneficio hacia la sociedad. Ahora tenemos unas empresas del Ibex que, en manos de estos fondos buscan el corto plazo. Son empresas altamente endeudadas. Buscan el beneficio a costa de perder activos. Desde 2012 vemos la pérdida de trabajadores, a partir de la reforma laboral introducida por el PSOE”, apunta Juste.

“Antes —continúa—, el rendimiento y los dividendos de las empresas iban a las cajas y a la obra social. Ahora solo vemos salida de capitales. El beneficio de las empresas del Ibex no repercute en la sociedad española, sino que se produce una canalización del beneficio hacia redes extranjeras, y hacia nuevos entramados financieros”.

A esto se une las ventajas fiscales con los que cuentan estas empresas que, por ejemplo, apenas pagan un 6% del impuesto de sociedades. Desde antes de la llegada de los fondos de inversión, señala Juste que “las empresas del Ibex articulan sus negocios desde paraísos fiscales”.

“Por ejemplo —apunta— Santander tiene gran parte de su negocio en las islas Caimán. La mayoría de empresas no pagan tributos por sus beneficios al estar radicados en instituciones de inversión colectiva o Sicavs. Si los accionistas tradicionales como las cajas habían podido evitar el pago de impuestos, ahora vamos a otro nivel que no se había visto”.

Aristocrtacia y clasismo dentro del Ibex

La llegada de los fondos de inversión extranjeros ha coincidido también con que se exagere el clasismo de las propias élites del Ibex. Explica Juste que, desde la Restauración, en el siglo XIX, el acceso a las élites se conseguía por dos vías: el éxito industrial o el alto funcionariado. “La Segunda República intenta un reemplazo de estas élites, pero fracasa y se consolida después durante el Franquismo”, dice Juste.

Así, el poder industrial se concentra en focos como Cataluña y el País Vasco, y el poder administrativo, representado por los altos funcionarios del Estado, se concentra en la capital. La construcción del Ibex se construye a través de matrimonios entre los miembros de estas familias, y así, cierran su círculo de poder.

Con la llegada de la democracia, entra un tercer elemento, que es el del poder político. Entonces es cuando alguien que viene de abajo, que no tiene una oposición o que no cuenta con credenciales de familia industrial, puede situarse en la élite. “La política comienza a verse entonces como un ascenso a ese círculo de poder”, dice Juste.

Pero, de pronto, con la crisis económica, quienes parecen culpables son los políticos. En todos los años anteriores se ha criminalizado e impuesto el control sobre los políticos, pero no se ha hecho con los empresarios.

A esto, Juste señala: “La burguesía tradicional vasca y catalana siempre ha tenido una predilección por los altos burócratas, mas sencilla y directa, sin tener que pasar por el partido, como ha sucedido con las cajas. En el caso de los fondos extranjeros hay también una predilección por los altos burócratas que les permita dinamitar el sistema caciquil, por encima de los partidos políticos”.

Dos caras de la misma moneda

A lo largo de la crisis económica se ha hablado del Ibex como el lobby más influyente del Estado español. Pero el Ibex no es un lobby que influye en el Estado, sino un todo formado por Estado y grandes empresas que se retroalimenta.

Explica Juste que “lo que les hace poderosos [a los grandes empresarios] es el fetiche, lo que son. No tienen poder de por sí, si no el nombre de las grandes familias. No tienen capacidad de presión en el Estado, sino que tienen a parte de su familia en el Estado. Muchas empresas de la construcción habían participado en el Estado como reguladores de ese ámbito, como ha sucedido con las autopistas”.

Nunca sabremos si ha habido coordinación pero hay muchos indicios que permiten decir que hay una correlación de intereses entre ambos ámbitos. En 2010, cuando se produce la reforma laboral y los recortes, el asesor económico de Zapatero pasa a la patronal de las constructoras y gran parte del gobierno de Felipe González pasa a Consejos de Administración del Ibex”.

Este entramado institucional solo responde -según Juste- a una ideología basada en el pragmatismo. “A pesar del origen franquista o conservador de estas élites, siempre se llegarán a los acuerdos necesarios, con las fuerzas políticas del color que sean, para mantener un sistema institucional que permita sobrevivir al Ibex en los tres niveles (económico, social y político)”.

Es un sistema que incluso se vende como el interés general, aunque su actividad no repercuta de manera significante en el ciudadano de a pie. Por ejemplo, cuando la argentina YPF expropió las explotaciones de Repsol en Argentina, se vio como un ataque a los intereses de todos los españoles.

“La gran arma del Ibex es que se confunda el interés general con el suyo propio, que se venda como algo que potencia la marca España. Cuando se produce la campaña de ‘Esto lo arreglamos entre todos’ en medio de la crisis, lo que se está el Ibex diciendo es que arreglemos todos sus propios problemas. Luego se rescatan a los bancos o se inyectan 17.000 millones de crédito a las constructoras, en medio de unos índices de pobreza escandalosos. La mayoría de presidentes han ayudado”.

Autor del artículo: Rafa Martí

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