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La fe en los hechos alternativos

Por Diario de Sevilla  ·  04.12.2022

  • Capitán Swing publica ‘El Ministerio de la Verdad’, el minucioso y revelador ensayo en el que el periodista británico Dorian Lynskey propone una biografía del ‘1984’ de George Orwell

El Ministerio de la Verdad. Dorian Lynskey. Traducción: Gema Facal Lozano. Capitán Swing. Madrid, 2022.

La noticia saltó en su momento a los escaparates habituales del periodismo político y cultural como un signo definitivo de los tiempos: en enero de 2017, las ventas de 1984, la novela de George Orwell publicada en 1949, se habían disparado un 10.000% en Estados Unidos. En muchos países europeos, incluida España, la obra recuperó también una categoría de best-seller de la que en realidad no se había apeado nunca, con cada reedición despachada con alegría. En EEUU, no obstante, la demanda del libro adquiría un significado determinante a tenor del contexto: en aquel mismo de enero, la consejera presidencial del recién investido Donald TrumpKellyanne Conway, empleó por primera vez la expresión “hechos alternativos” para referirse a lo que había sido, llanamente, una mentira: la que articuló el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, cuando afirmó que la emisión de la misma investidura de Trump había recabado la mayor audiencia no sólo en la historia de EEUU, sino en todo el mundo. Ante la fácil demostración de la falsedad de esta declaración, Conway replicó que su administración trabajaba con estos “hechos alternativos” que, de inmediato, una amplia representación de la sociedad estadounidense vinculó con el Ministerio de la Verdad que Orwell había imaginado en su novela. No faltaron, en los análisis al respecto, las consideraciones sobre el éxito de vaticinio del autor de Rebelión en la granja, sobre lo que cabía esperar de un mundo en el que las peores pesadillas anunciadas por sus escritores acaban haciéndose realidad, como en una condena irremediable.

Y cabía lamentar, de nuevo, la definición común de la novela distópica, y por extensión de la ciencia-ficción, como género de anticipación, como suerte de adivinanza por la que los autores lanzan sus predicciones sobre el futuro como mercachifles esotéricos o, con un poco de suerte, como profetas dotados de buena intuición. Todavía hoy una escritora tan merecedora de respeto como Margaret Atwood se esfuerza en sacar sus distopías del saco de la ciencia-ficción al insistir en que su preocupación a la hora de escribir no está en el futuro, sino en el presente, exactamente igual, aunque ella parezca desconocerlo, que la ciencia-ficción, tal y como había insistido, aunque con bastante menos éxito, la gran Ursula K. Le Guin. Por mucho que su título (por el que Orwell optó en una resolución final in extremis) parezca proyectarse hacia el porvenir, 1984 aborda el presente en que fue escrita, un presente conducido al esperpento, al espejo deforme en que leemos 1984 en lugar de 1948, el año en que un Orwell enfermo y en plena sequía creativa tuvo una idea que no era ni original ni demasiado audaz, pero que resultó genial mucho más allá de su propio talento. Aquel presente, por supuesto, es también el nuestro: Orwell comprendió los mimbres de la sociedad de masas que alumbró la posguerra y acertó a retratarlos con una fidelidad que nos permite comprender hasta qué punto esos mimbres se mantienen operativos. Todo esto, y a partir precisamente de los “hechos alternativos” de Kellyanne Conway como detonante, aborda el periodista británico Dorian Lynskey (Norwich, 1974) en su ensayo El Ministerio de la Verdad, recientemente publicado por la editorial Capitán Swing con la traducción de Gema Facal Lozano y presentado como una biografía del 1984 de Orwell.

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