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La estatua de sal de Rajoy, el ministro de Trump y la novela sobre la esclavitud de William Styron

Por 20min  ·  13.03.2017

“Si miramos demasiado al pasado, nos puede pasar como la mujer de Lot, que terminó convertida en estatua de sal”. Así advertía Rajoy a Rivera en el Congreso este miércoles contra los peligros de escarbar en el pasado. Como si el pasado fuera una especie de dios vengativo del Antiguo Testamento. La maldición bíblico-mariana (por Rajoy) del pasado. Buen intento, presidente, pero inútil. Como él hará cuando le convenga, el pasado siempre vuelve porque el pasado está siempre e inevitablemente presente.

Esta frase me han llevado a traeros aquí Las confesiones de Nat Turner (traducción de Andres Bosch, Capitán Swing, 2017) de William Styron. Capitán Swing, editorial siempre interesante, recupera esta novela de 1967 con la que Styron ganó el Pulitzer aprovechando el estreno, hace unas semanas, de El nacimiento de una nación (Nate Parker, 2016), que narra los mismos hechos pero no está basada en la obra que nos ocupa.

Ambas ficciones nos cuentan el levantamiento armado del tal Turner en el en el condado de Southampton, Virginia, el principal y sangriento acto de resistencia de esclavos en EE UU anterior a la Guerra de Secesión: intentó aniquilar a todo blanco a su paso. Que acabó mal, como os podéis imaginar. Styron en su novela logra un ejercicio literario de altura poniéndose en la piel del esclavo rebelde y relatando su vida, la rebelión y el juicio que lo llevó a la horca. Una novela interesante, imprescindible para los que os interese el tema de la esclavitud y la historia de los EE UU.

Más allá de su calidad, la editorial ha tenido el buen gusto de incluir en esta edición un texto del autor por motivo del 25 aniversario de la publicación de la obra que resulta altamente recomendable. En primer lugar, para todos los amantes de la novela histórica, porque Styron describe cómo formó a su Nat Turner literario partiendo desde la documentación histórica, y por qué tomó, por ejemplo, la decisión de disminuir su evidente fanatismo religioso. Un ejemplo maravillo de cómo interactúan los datos históricos y la imaginación en la ficción histórica. Si os gusta el género, lo disfrutaréis; si escribís, o pensáis hacerlo, os resultará fascinante.

Una mala novela histórica deja la impresión de una casa amueblada grotescamente en exceso, repleta de hechos que el autor quiere exhibir como fruto de su diligente documentación.

En segundo lugar, y por eso la introducción, porque Styron recuerda (con un claro deje de amargura) la polémica que levantó, pese a los premios y el éxito en ventas, su novela levantó una agria polémica en su país cuando colectivos e intelectuales afroamericanos cargaron contra ella por racista. Se había atrevido a hacer carne un mito del colectivo, con las que él pensaba eran sus miserias (en el epílogo lo califica de “persona claramente horrible” y “loco particularmente talentoso”, lo que un lector del siglo XXI es fácil que coincida) y sus luces. Al bienintencionado Styron, nieto de esclavistas y obsesionado y sensibilizado con aquella problemática, le acusaron de racista por hacer ficción. Incluso diría que por hacer “más carnal” al mítico rebelde. Él lo achaca, a que era un blanco el que escribía.

Puede parecer una polémica de los Estados Unidos de mediados del siglo pasado, pero cuando esta misma semana, el Secretario de Vivienda de la administración Trump, -Ben Carson, afroamericano por cierto- comparaba a los inmigrantes del siglo XXI con los esclavos del XVIII y el XIX (la frase: “Había otros inmigrantes que vinieron aquí en las bodegas de los barcos de esclavos, que trabajaron más horas por menos”) no resulta tan lejano ni ajeno. El mismo Styron así lo confiesa…

No escribí el libro con una finalidad política o social, pero, como señalaba Georg Lukács, las novelas históricas que no tienen resonancia en el presente están condenadas a tener solamente a tener interés de “anticuario”.

Trump, los Oscar so white, la violencia policial contra los negros de los últimos años, los disturbios,… parece que más allá de la polémica y el boicot que sufrió su obra décadas después, Styron logró ese objetivo.

La maldición de escarbar en el pasado. El riesgo de convertirse en estatua de sal como la esposa de Lot.

Rajoy también se puede apuntar éste para su colección de ejemplos de la maldición bíblico-mariana del pasado. Aunque el ejemplo también muestra la inutilidad de su aviso. Styron no aprendió y doce años después de esta obra escribió La decisión de Sophie. Un novelón sobre el Holocausto (en mi caso, descubierto gracias a Madre Reciente), donde el exterminio nazi en sí sale relativamente poco y llena de tesoros, belleza y crudeza. Y que volvió a traer críticas para su autor, en este caso de la comunidad judía, por visibilizar el Holocausto desde una superviviente católica.

No aprendía este Styron. Afortunadamente.

¡Buenas lecturas!

Autor del artículo: David Yagüe

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