Hace unos años, el comentarista Owen Jones publicó un libro imprescindible sobre la demonización de la clase obrera. Hoy hablaremos de otro libro fundamental sobre la demonización de las personas con discapacidad. Su autora, Frances Ryan, analiza el desmantelamiento del Estado del Bienestar en Reino Unido, la pobreza y abandono de las personas vulnerables y la necesidad de recuperar la protección social, el único garante de la verdadera prosperidad.
ANDRÉS LOMEÑA: Tullidos describe un panorama demoledor en Reino Unido. El lamentable fallecimiento de Errol Graham solo es un ejemplo de una infame situación estructural. ¿Hemos normalizado la invisibilidad de las personas con discapacidad?
FRANCES RYAN: Sin duda tenemos un problema con lo que yo llamaría la “normalización del sufrimiento”: vemos decenas de titulares de casos como el de Errol Graham y al final casi los vemos venir, lo cual refuerza el prejuicio en torno a la discapacidad y la clase, como si ciertos grupos de personas siempre tuvieran que padecer vidas difíciles y repletas de sufrimiento.
En Tullidos propongo evitar el uso de términos como tragedia porque sugiere una especie de drama inevitable en lugar de una desigualdad sistemática que se puede erradicar. Creo que la pandemia ha contribuido a desentrañar ese relato: la enfermedad puede arruinar nuestras vidas sin que sea nuestra culpa y cualquiera puede perder su empleo en cualquier momento. Estaremos muy agradecidas de que un país civilizado proporcione una red de seguridad cuando esta haga falta.
A.L.: Los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 enorgullecían a David Cameron mientras echaba abajo la protección social de las personas con discapacidad. Ese cinismo político lo conocemos bien en España con la austeridad económica. Se nos prometió que no habría recortes y se llevaron a cabo esos recortes sin que las urnas condenaran con fuerza esa hipocresía.
F.R.: Los progresistas han tenido esa sensación tras la reelección del Partido Conservador, a pesar de su pésima gestión. Es difícil ver cómo se desmoronan los servicios públicos u observar el despilfarro y la creciente pobreza infantil y no pensar: ¿por qué el electorado no los castiga en las urnas? En lugar de amargarse por el resultado electoral, la izquierda debería tratar de entender qué nos ha llevado hasta aquí. Muchas personas esperan, hasta cierto punto, que los políticos les mientan, y si oyen promesas de cambio, son (razonablemente) cínicos respecto a esa posibilidad. Tenemos un gran desafío por delante.
La silla de ruedas no me hace sentir una persona con discapacidad en el cine o el teatro, sino el no tener un ascensor
A.L.: Nunca somos del todo conscientes de los impedimentos que tienen las personas con discapacidad. De hecho, sigo viendo infraestructuras nuevas que no están adaptadas para personas con movilidad reducida.
F.R.: Cualquier persona con discapacidad sabe que a pesar de cuánto hemos progresado, la sociedad está pensada para personas sin discapacidad. Luchamos para tener acceso a las tiendas, el transporte, las zonas deportivas y los lugares de trabajo. Uno de nuestros principales problemas es hacer llegar al público y a los políticos que muchas personas solo son discapacitadas en un sentido práctico. No es por culpa de nuestro cuerpo, sino por la falta de adaptación de las infraestructuras. Dicho de otra manera: la silla de ruedas no me hace sentir una persona con discapacidad en el cine o el teatro, sino el no tener un ascensor. Al igual que ocurre con buena parte de la desigualdad, a menudo la discapacidad se ve como un problema individual, cuando lo que de verdad se necesita es un cambio estructural.
A.L.: Algunos medios británicos dan credibilidad al fraude generalizado de las ayudas a la discapacidad. Incluso se usó la figura de Stephen Hawking para insinuar que esos subsidios no hacen ninguna falta.
F.R.: Hay una cultura creciente de la crueldad y esto no ha hecho más que aumentar con ciertas fuerzas desestabilizadoras, como el colapso financiero. No es que sea realmente nuevo porque ya habíamos visto muchas veces la estrategia de deshumanización y culpabilización de quienes ostentan el poder, pero tenemos que ser contundentes con algunos periódicos, cuyo daño a las personas con discapacidad y a otras minorías ha sido enorme.
En el libro doy ejemplos de algunos ministros que se unieron a los periódicos de la derecha para lanzar campañas contra el supuesto fraude de las prestaciones. Es una burda manipulación a partir del miedo social, una cortina de humo para los errores del gobierno, que no aborda los problemas reales de la gente y sus causas. Es algo similar al trilero que te hace mirar donde no hay nada, en este caso unas prestaciones supuestamente infladas, para así no tener que hablar de salarios bajos o de la falta de vivienda.
No es la hora del desfallecimiento de la izquierda
A.L.: Dígame, se lo suplico, que hay vida más allá del legado de Margaret Thatcher.
F.R.: En el epílogo digo que sería fácil mirar a mi país ahora mismo y sentirse descorazonada: un gobierno tory recientemente elegido cuya respuesta a la pandemia ha sido terrible, por no hablar de guerras culturales totalmente artificiales o del Brexit. Ese fatalismo de nuestro presente es un peligro igual de amenazante, así que no sucumbamos a la desesperación. El momento posterior al confinamiento es el tiempo ideal para perseguir un cambio social y económico. No podemos ser ingenuos ni dejar de hacer autocrítica, pero necesitamos centrarnos en la esperanza, no solo por convicción propia, sino por cómo se la transmitimos a los votantes.
Verás que Boris Johnson emplea una retórica posibilista tan vacua como carente de sentido. Las personas necesitan soluciones reales para sus problemas y han de creer que las cosas pueden mejorar. No es la hora del desfallecimiento de la izquierda. Al contrario, ahora es cuando tenemos que luchar con más ímpetu que nunca.
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