Desde el «submarino» hasta la privación del sueño. Hacemos un repaso de las formas de obtener información más horribles usadas por la Agencia Central de Inteligencia
Dicen las malas lenguas que la tortura es tan antigua como la humanidad. Y lo cierto es que la afirmación no anda desencaminada, pues hay constancia de que ya se usaba en Grecia y Roma para dar escarmientos a los esclavos. No obstante, hubo que esperar algunos siglos más para que sus métodos lograran entrar en los libros de historia gracias a su perfección y su sistematizan. La época fue el siglo XII, y la institución que generalizó estas crueles prácticas, la Inquisición. Sus castigos eran incontables, pero entre todos ellos destaca el cruel «tormento del agua», el cual ha sido perfeccionado con el paso de los años y, hasta hace bien poco, era utilizado por la CIA. La técnica consistía (y consiste) en crear una sensación de ahogamiento en el preso sin necesidad de meterle bajo el agua.
Esta práctica ha vuelto a salir a la luz en las últimas semanas después de que el candidato republicano a la Casa Blanca Donald Trump afirmara que, si llega a ser presidente de los Estados Unidos, permitirá a la CIA su utilización de nuevo. En base a sus declaraciones -y aprovechando un aniversario tan ligado a norteamérica como el asalto de la Bahía de Cochinos- hoy os narramos las torturas más crueles que la Agencia Central de Inteligencia Estadounidense ha utilizado desde su nacimiento. Además, explicamos los diferentes manuales que esta organización ha elaborado para enseñar a sus espías la forma perfecta de extraer información de un reo.
Un torturador de manual
La mayoría de historiadores coinciden en que la primera vez que la CIA decidió dejar constancia por escrito de su barbarie fue allá por 1963, año en que fueron impresas en un documento de carácter ultrasecreto las diferentes formas de extraer información a un prisionero. El manual resultante fue llamado por la agencia norteamericana «KUBARK» -de «BARK» (forma en la que se hacía llamar la organización de puertas para adentro) y «KU» (dos letras seleccionadas al azar)-. El libro, que se empezó a utilizar masivamente en los reos apresados por los Estados Unidos, stablecía por primera vez un método estructurado de tortura con los que se garantizaba que la moral del sujeto acabase dándose de bruces contra el suelo.
«Bajo este nombre [“KUBARK”] se encuentra el auténtico manual de interrogatorios de la CIA, un cínico tratado sobre el sufrimiento humano en el que se describe con todo lujo de detalles cómo conducir a una persona a los más altos grados de la agonía física y mental», explica el Centro de Estudios Miguel Enríquez (CEME) en su dossier: «Manuel de Torturas de la CIA: Las enseñanzas que vienen del norte». El creador de este infame libro con casi medio siglo de antigüedad fue James J. Angleton quien, de 1954 a 1974, dirigió las actividades de contra espionaje de la agencia y, en palabras del CEME, se convirtió en la mayor bestia negra de las organizaciones de derechos humanos de todo el mundo.
El primer manual de torturas de la CIA se basaba en estudios psicológicos
Podría parecer a primera vista que aquel documento era un compendio de barbaridades basado en la fuerza física y en repartir tortazos a manos llenas entre los reos. Sin embargo, la realidad es que (aunque una buena parte del manual explica las formas más eficientes de causar daño físico en la víctima para medrar su resistencia a dar información) el «KUBARK» se basaba también en los estudios realizados por varios expertos en psicología. Todos ello, para atacar la mente humana y hacer que sucumbiese a los torturadores de la forma más rauda posible.
Así lo afirma la periodista Naomi Klein en su obra «La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre». En dicho libro, la reportera explica que los creadores de este manual usaron los estudios psicológicos del doctor Ewan Cameron, director del Allan Memorial Institute de la Universidad McGill. Y es que, este había estudiado durante años en multitud de voluntarios los efectos de la privación del sueño, los electroshocks y el aislamiento-. Así pues, este organismo usó, siempre en palabras de Klein, los resultados de este experto para «romper la imagen tiempo espacio» de los reos y, de esta forma, lograr que su fortaleza mental se viniese abajo.
«Lo que fascinó a los autores del “KUBARK”, más que las técnicas individuales, fue el enfoque de Cameron en la regresión. La idea de que, si se priva a una persona de la noción de quién es y de donde está en el tiempo y en el espacio, vuelve a ser un niño indefenso dependiente de otro», explica la experta. Esa era, en definitiva, la esencia del «KUBARK», que trataba además de lograr que el prisionero llegase rápidamente a ese estado de regresión mediante la utilización de torturas. «A medida que el interrogado se desliza hacia un estado de infantilismo, su personalidad adquirida o estructurada se derrumba. En ese instante, el prisionero se sumerge en un estado de “animación suspendida”. Es el dulce momento del interrogador, cuando “la fuente está abierta a la cooperación”», completa la reportera.
La perfección, hacia Latinoamérica
Unos 20 años después de haber creado este libro, aproximadamente en 1983, la CIA decidió «renovarse» e idear un nuevo dossier que explicara las mejores formas de extraer información de los enemigos mediante el uso de la coerción. En este caso, el resultado fue un libro llamado «Manual de entrenamiento para la explotación de recursos humanos» y se hizo famoso porque fue usado ampliamente por la agencia de inteligencia para aleccionar a las fuerzas de seguridad latinoamericanas.
Además, la CIA envió a varios de sus agentes a todo tipo de países latinoamericanos para «enseñar» a sus fuerzas de seguridad a llevar a cabo interrogatorios de la forma más efectiva o, incluso, hizo a sus alumnos desplazarse hasta su territorio para darles un «curso intensivo». Así quedó confirmado en 1988 cuando, en una entrevista al «The New York Times», el hondureño Florencio Caballero señaló que él y 24 compañeros suyos (todos ellos, agentes de la policía) habían viajado a Texas para ser entrenados. «Nos enseñaron tácticas psicológicas cómo estudiar el miedo y las debilidades de un prisionero. Hacer que se levantara y se quedara de pie […] darle comida podrida o […] no dejarle dormir», señalaba. Además, explicó que las preguntas que debían hacer al reo se las pasaba un tal «Sr. Mike» que estuvo junto a ellos en todo momento.
Mientras que en el manual anterior se había hecho hincapié en el uso de técnicas psicológicas ideadas para que el reo regresase a un estado infantil, este último documento señalaba además las mejores formas de infligir dolor para obtener la misma información. «En este documento se recomendaba, bajo el epígrafe de “Protocolo para el trato con los prisioneros”, infligir o amenazar con el dolor, la privación de comida y sueño, mantener a los sujetos en posiciones incómodas durante prolongados períodos de tiempo, así como atarles desnudos y mantenerles con los ojos vendados o, a ser posible, en total aislamiento», explica Santiago Camacho en su obra «Top Secret. Lo que los gobiernos ocultan».
Una ciencia; las dos fases previas de la tortura
1-El arresto, de madrugada
En palabras de los dos manuales de la CIA, la tortura comienza en el mismo instante en el que se arresta al sospechoso. De hecho, los dossieres definen ese momento como uno de los más importantes dentro de la coerción. Tal y como especifican, hay que preparar la detención para desconcertar al preso y crearle «la mayor incomodidad mental».
«Debe ser arrestado, por consiguiente, en el momento que él menos espere y cuando su resistencia mental y física está en su nivel más bajo», explica el CEME. Este período suele corresponderse con la madrugada o las primeras horas de la mañana, pues –según se ha experimentado- la mayoría de las víctimas sufren severos shocks, momentos de inseguridad y tensión psicológica cuando son apresados en dichas horas.
2-El cruel camino hasta la celda
Después de detener al reo, los manuales de la CIA aconsejan privarle en todo momento de todo tipo de contacto con cualquier elemento que pueda resultarle habitual, conocido o tranquilizador. Para ello, lo mejor es ponerle una capucha mientras se le traslada y, a continuación, encerrarle.
«El sentido de identidad de una persona depende sobre todo de la continuidad de su medio ambiente, hábitos, apariencia, relaciones con otros, etc. La detención permite a los interrogadores cortar todos estos eslabones y volver al sujeto atrás, hacia los recursos interiores propios, solo. La detención debe planificarse para aumentar la sensación de los sujetos de estar apartados bruscamente de cualquier cosa conocida», señala el CEME.
Las 10 claves de una buena tortura
Una vez en la celda, los manuales de la CIA aconsejan seguir una serie de pautas para que la tortura sea lo más efectiva posible.
1-Encerrar a una persona en solitario provoca una fuerte tensión en los presos. Además, les lleva a sentir amor por cualquier otro ser viviente, creer que los objetos cotidianos están vivos y caer en una severa depresión.
2-A pesar de lo que puede parecer a primera vista, la amenaza de sufrir dolor es más efectiva que el dolor mismo para medrar el ánimo de un preso. No obstante, es sumamente importante cumplirlas cuando si el reo se niega a cooperar. Y es que, en caso contrario, el detenido no volverá a creer la palabra del carcelero o torturador.
3-Las amenazas de muerte son inútiles. Suelen entenderse de dos formas. En primer lugar, el reo cree que son una mera fanfarronada de su captor, y pierde en cierta forma el miedo que siente hacia él. En segundo término, lo más habitual es que el detenido reaccione ante ellas considerando que va a morir tarde o temprano y que no importa que desvele la información que se quiere obtener de él.
4-El reo tiene que entender en todo momento que es clave que desvele la información que esconde para que logre sobrevivir. Para ello es necesario dotar al preso de una vía de escape aceptable.
5-El dolor excesivo puede llevar a confesiones falsas que desconcertarán sumamente a los captores.
6-Para medrar el ánimo de un reo y fomentar su «regresión» se puede apostar por manipular insistentemente su percepción del tiempo. Para ello se le pueden dar las comidas a diferentes horas (o muy seguidas), entrar a su celda cada 10 minutos para impedir que duerma, lograr que no sepa cuándo es de día y cuándo es de noche o retrasar y adelantar los relojes.
7-Hay que favorecer las posiciones incómodas en el reo. Que siempre esté rígido o que sufra dolor al sentarse o tumbarse.
8-Hay que presionar al reo utilizando a su familia. Así lo afirma el manual de 1983: «Lo primero que debemos decirle es que conocemos a su madre o a su hermano pequeño, e instarles a que cooperen ya que –en caso contrario- les traeremos hasta la prisión y les violaremos y mataremos».
9-Si se tortura a los presos, hay que evitar los momentos de «tregua» hasta dejarle totalmente extenuado. Y es que, durante ese tiempo puede inventarse una intrincada mentira que sea difícil de descubrir.
10- Las amenazas funcionan mejor cuando van acompañadas de una explicación «racional» de por qué se llevan a cabo. La clave es que se busca, en todo momento, que la persona coopere.
Las torturas más crueles de la CIA
1-Dar golpes al preso
No por ser más sencilla es menos efectiva. Cómo se explicó en una serie de documentos desclasificados en 2009 por Estados Unidos, el interrogatorio prototipo incluía «cierto dolor físico, incluidos golpes faciales y abdominales». No obstante, y como ya se ha explicado, se incidía en que fueran usados con extrema cautela
2-Aplicar electroshocks
Aunque existe cierta controversia sobre esta tortura, varios testimonios han atestiguado su uso por parte de los agentes de la CIA. «Este método de tortura consiste en la aplicación de descargas eléctricas en la totalidad del cuerpo o bien en zonas específicas, Invariablemente, provoca intensos dolores físicos y agudo sufrimiento psíquico. Esta tortura puede producir secuelas físicas permanentes. [El instrumento con el que se lleva a cabo] es descrito como un magneto del cual salían los cables que se adherían a los puntos más sensibles del cuerpo del detenido. En muchos casos, los instrumentos disponibles permitían graduar las descargas eléctricas, aumentando o disminuyendo el voltaje a voluntad de los torturadores», explica la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura (creada en Chile para esclarecer el uso de la violencia durante la dictadura de Pinochet) en su dossier «Métodos de torturas, definiciones y testimonios».
Usualmente esta tortura se aplicaba sentando o tumbando al preso en una silla o una cama metálica. A continuación se le desnudaba, se le ataba y se le aplicaba la corriente. De forma habitual, los agentes de la CIA solían vendar los ojos a sus víctimas para aumentar su sensación de desesperación y, extraordinariamente, las rociaban con agua para asegurarse de que la electricidad corría bien por su cuerpo. Cabe destacar que las zonas en las que se solían ubicar los electrodos eran las axilas, las sienes, los ojos, las plantas de los pies, los senos, el pene o la vagina, los testículos y hasta en las heridas abiertas que hubiesen sufrido anteriormente.
Uno de los testimonios más completos sobre el uso que la CIA hacía de los electroshocks vino de la mano del clérigo italiano Hasan Mustafá Osama Nasr, quien –como bien recogía el «The Washington Post» en un artículo- fue secuestrado por la CIA mientras paseaba por Milán y permaneció encarcelado hasta 2007. En palabras del diario, cuando le torturaban le solían atar a una plancha de hierro conocida como «la novia» y le conectaban electrodos al cuerpo. «La estructura reposaba sobre un colchón mojado en el suelo. Mientras un interrogador se sentaba sobre una silla de madera que descansaba en los hombros del prisionero, otro apretaba un botón y enviaba descargas eléctricas que recorrían los muelles eléctricos del colchón y la plancha».
No menos llamativa es la declaración de Inés Murillo, una chica de 24 años que fue interrogada por la CIA. «Gritaba y gritaba y me desmayaba del shock. Los gritos sencillamente brotan de ti. Olía a quemado y me daba cuenta de que era mi piel, a causa de las descargas. Dijeron que me torturarían hasta que me volviera loca, no les creí. Pero entonces abrieron mis piernas y conectaron los electrodos a mis genitales», explica en declaraciones recogidas en la obra de Klein.
3-La privación sensorial
Este sistema es una evolución natural de la tortura tradicional. La privación sensorial se genera en una persona impidiendo que pueda ver u oír nada varios días (algo que se logra tapándole la cara con una capucha negra y poniéndole tapones en los oídos). «Tras cuarenta y ocho horas con la cara tapada y los oídos taponados, la persona se convierte en psicótica», explican Matías Vallés, Marisa Goñi y Felipe Armenmdáriz en su obra «CIA Airlines: Cómo un periódico de provincias desveló la trama ilegal contra el terrorismo».
En palabras de estos expertos (las cuales son secundadas por Klien) la privación sensorial tiene un doble objetivo. El primero es generar en el preso esquizofrenia, alucinaciones, ansiedad y pérdida de contacto con la realidad. Una serie de síntomas que le pueden llevar a dañarse a sí mismo (lo que le provocará, además, un fuerte sentimiento de desconcierto, pues se sentirá horriblemente mal por ser el mismo causante de su dolor). Por otro lado, también puede provocar en él un sentimiento de soledad tal que le lleve a arrojarse (figuradamente) sobre los brazos de su carcelero y contarle todo aquello que éste quiere.
4-Torturas sexuales
En una macabra evolución de la privación sensorial, la CIA creó una serie de castigos ideados específicamente para los árabes basados en su sensibilidad hacia la sexualidad. Para ello, impidieron en primer que los reos usasen sus principales sentidos (vista, oído, olfato y gusto) y, a continuación, les desnudaron y les obligaron a ponerse unos encima de otros. El objetivo es que notasen el cuerpo desnudo de otro hombre y se sintiesen sumamente incómodos. Estas torturas quedaron al descubierto gracias a una serie de instantáneas de la prisión de Guantánamo.
5-La privación del sueño
Privar a los reos del sueño es una de las torturas más clásicas y, no por ello, menos efectivas de la CIA. Con todo, no fue inventada por esta agencia de inteligencia, sino que ya era utilizada por los agentes de la Gestapo (las tropas más ideologizadas de las SS) y los servicios secretos de la antigua Unión Soviética de Stalin.
La técnica es sumamente efectiva pues, además de provocar alucinaciones, depresión, dolor en los músculos y distorsión de la cognición, varios estudios como el realizado por la Universidad de Extremadura en 2005 («Interrelaciones entre el sueño y el estado inmune») afirman que provoca la muerte en ratas si se prolonga hasta 32 días.
Según los informes desclasificados por Estados Unidos en 2009, la CIA llegó a privar del sueño a sus presos un total de hasta 180 horas seguidas (aproximadamente una semana) en posiciones sumamente incómodas para agravar los efectos de esta tortura.
6-Desnudar al preso y dejarle puesto únicamente un pañal
Desnudar a los reos y hacer que se paseasen frente a otros prisioneros únicamente con un pañal era considerado una técnica para destrozar la autoestima de los afectados. Con todo, la administración Bush señaló en un informe desclasificado en 2009 que esta prenda «no se usa con el propósito de humillar al preso y no se considera una técnica de interrogatorio».
De hecho, en el mismo documento se explicaba que su objetivo era evitar que el reo tuviese que ir al baño. «El estado de la piel del detenido es controlado y los pañales son cambiados cuando se necesite para que el detenido no tenga el pañal sucio», señalaba el informe.
En favor de la CIA hay que decir que el pañal sí fue utilizado con este fin en casos como el de Mohamedou Oud Slahi (preso en Guantánamo desde 2001). Este narra en su libro «Diario de Guantánamo» que le pusieron un pañal para que no tuviese que usar el baño en su viaje hasta la base aérea de Bagram, en Afganistán. No obstante, tan cierto como eso es que se usó como objeto de tortura.
7-Introducir insectos en la celda de los presos
Una de las formas más curiosas de obtener información de un reo era introducir insectos por la noche en la celda de los prisioneros. Sobre este método no existe mucha información. De hecho, apenas aparece en la enumeración de torturas que sufrió el detenido por la CIA Abu Zubaydah.
8-La tortura de la pared
Esta tortura la sufrió Jaled Cheij Mohammed. Consiste en ubicar al preso frente a una pared maciza. Repentinamente, se le pide que se acerque al agente y, cuando está lo suficientemente cerca, este le arroja contra el muro procurando que el cuello del afectado sea el que detenga el impacto.
9-Confinamiento
Como ya se ha explica anteriormente, el confinamiento puede llegar a volver a una persona esquizofrénica. Por ello, la CIA dejó –por ejemplo- a Abu Zubaydah «aislado durante 47 días sin ser interrogado». A su vez, este prisionero fue introducido en espacios sumamente pequeños y oscuros para aumentar su sensación de angustia.
10-Alimentación por vía rectal
Según una serie de informes desclasificados en 2009, la CIA rehidrató por vía rectal hasta a cinco presos para controlar su comportamiento Oficialmente se dijo que el objetivo era que no murieran por no beber líquidos.
No obstante, posteriormente se desveló que en todos los casos se les podría haber rehidratado por vía intravenosa. ¿Por qué utilizaron, entonces, este método? Al parecer, porque consideraban este sistema mucho más efectivo y disuasorio para los reos.
El método–tal y como se explica en los documentos- consistía en insertar un tubo «por vía rectal lo más profundo que se pueda, abrirlo a tope y exprimir la bolsa [del líquido] para que la fuerza de la gravedad haga su trabajo».
La tortura de la Inquisición, mejorada
A pesar de la infinidad de torturas que acabamos de narrar, existe una que destaca sobre el resto por ser una evolución clara de un tormento ideado por la Inquisición medieval primero, y española después. Esta no es otra que el «waterboarding», más conocido hace ocho siglos como «el tormento del agua».
Este tormento contaba en su momento con varias versiones, aunque la más básica consistía en tumbar a la víctima sobre una mesa, atarle las manos y los pies, taparle la nariz y, para terminar, introducirle una pieza de metal en la boca para evitar que la cerrase de golpe.
El «ahogamiento simulado» está basado en el «tormento del agua»
A continuación, y tal y como explica Luis Muñoz en su obra «Origen, Historia Criminal y Juicio de la Iglesia Católica», se le introducían ocho cuartos de líquido por el gaznate. Esto hacía que la sensación de ahogamiento fuera insoportable y, en multitud de ocasiones, hacía que la víctima se quedase inconsciente. «La muerte usualmente ocurría por distensión o ruptura del estómago», destaca el autor español.
Con el tiempo, este tormento se fue perfeccionando hasta lograr una sensación de desesperación absoluta en la víctima. Esta se conseguía introduciendo un trapo de lino hasta su garganta y echando agua a través de él.
«El agua se filtraba gota a gota a través del húmedo lienzo, y a medida que se introducía en la garganta y en las fosas nasales, la víctima, cuya respiración era a cada instante más difícil, hacía esfuerzos por tragar aquella agua y aspirar un poco de aire. Más a cada uno de sus esfuerzos que imprimían a su cuerpo, una convulsión dolorosa [aparecía]», explican Feréal y otros autores en «Misterios de la Inquisicion de España». El sufrimiento se medía acorde al número de jarros del líquido elemento que se introducían entre pecho y espalda de la víctima.
En el siglo XX, la CIA inventó una tortura basada en el «tormento del agua» que pasó a ser conocida como «waterboarding» o «ahogamiento simulado». Prohibida en 2009, esta técnica se basa en ubicar al prisionero en una camilla. Siempre, con los pies y las muñecas inmovilizados para evitar que se mueva y con los ojos vendados para aumentar la sensación de inseguridad.
A continuación, se le arroja en intervalos cortos agua desde un cubo. Este tormento le genera una sensación de ahogamiento similar en el cerebro a la que podría sufrir si se metiera su cabeza en el líquido elemento directamente. La desesperación que provoca ha hecho que los reos no aguantes más de un minuto sometidos a este tormento.
Autor del artículo: Manuel P. Villatoro
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