En Kosovo solo hay una central eléctrica pero sus habitantes se quejan de que no hay día en el que no se corte la luz durante unas horas. El problema no es sencillo de resolver. En la antigua Yugoslavia no se pagaba la luz y, por lo tanto, la gente no está educada para ello. El resultado es que nadie la paga y que la central solo puede mantenerse vendiendo parte de la electricidad a su vecina Macedonia. Por eso, tiene que desconectar la electricidad a Kosovo durante unas horas, para abastecer a los que sí pagan la factura.
Beritsa, en Bulgaria, tiene un parque natural de 12 hectáreas en el que a los antiguos osos bailarines (que fueron confiscados a sus dueños en Bulgaria con la llegada del comunismo) se les intenta enseñar a vivir en libertad.
El polaco Witold Szablowski retrata en Los osos que bailan. Historias reales de gente que añora vivir bajo la tiranía (Capitán Swing en una magnífica edición que cuenta con el prólogo de Álvaro Corazón Rural) cómo durante cientos de años, los gitanos búlgaros tuvieron en el entreno de osos una forma de vida ya que no solo se iban de gira por todo el país sino que los integraban en su propia familia.
ESCENAS DELIRANTES
Szablowski cuenta, en una primera fase en la que se viven escenas ciertamente delirantes, historias sorprendentes sobre el negocio, lo que eran capaces de hacer los osos en su falta de libertad y también las arduas negociaciones con sus propietarios para que acabaran entregando sus osos al Estado y a su vez a la asociación Cuatro Patas que los transportaba hasta Beritsa. Allí empezaba lo más difícil para un oso… acostumbrarse a vivir en libertad. Y por si se lo plantea alguien, no, no es nada sencillo por mucho que los instintos salvajes de un oso siempre estén ahí.
El escritor polaco salta en una segunda parte al siglo XX donde países que vivieron en un régimen comunista han tenido que adaptarse al capitalismo. No ha sido un paso sencillo (buen ejemplo de ellos es la central de Kosovo) y uno enseguida ve el paralelismo entre la dificultad de un oso por querer escapar de su programación impuesta en el pasado y la del ser humano por vivir en el capitalismo. Algunos de ellos añoran volver al comunismo y no conciben qué se puede hacer con la libertad que les ha llegado.
En Beritsa, a los osos les cuesta hasta aprender que tienen que hibernar (hasta que llegan allí no lo han hecho nunca) y cuando lo consiguen, los trabajadores del parque observan con incredulidad (y hasta con un punto de desolación) cómo basta que vean un humano para que vuelvan a erguirse sobre dos patas y bailen. En la Cuba de Fidel Castro, Kosovo, la Albania actual que sobrevivió a Enver Hoxha o en la Rusia que tuvo a Stalin como su máxima figura, se viven otros tiempos.
Sus habitantes tratan de adaptarse a las costumbres pero lo que parece desprenderse de las historias que en el libro se pueden leer es que la libertad les llegó sin que, por un lado, se la esperaran y, por otro, sin que la pidieran. Aunque no bailen cuando recuerden su pasado en otro sistema político.
Ver artículo original