La política y médica Carme Valls es una de las pioneras en defender una aproximación a la medicina que reconozca y atienda las necesidades de las mujeres, tradicionalmente excluidas como sujeto de estudio, y cuyas dolencias específicas han sido menospreciadas, a menudo desatendidas e incluso desconocidas.
En ‘Mujeres invisibles para la medicina’ (Editorial Capitán Swing), la autora vuelve a reivindicar la perspectiva de género en este campo y afirma que, pese a que se avanza muy lento y en algunos puntos incluso se retrocede, ha intentado recopilar “todo aquello que pueda ser esperanza de futuro”.
Este libro es una reedición del de 2006. ¿Cómo ha evolucionado la invisibilidad de las mujeres en la medicina? De forma irregular. Hay una parte de la medicina que ha evolucionado mejor. En 1990-91, las investigaciones de corazón solo incluían a varones. Desde entonces somos visibles en un 38% de los trabajos pero aún falta un 60% en el que seguimos invisibles. En otras partes, como el diagnóstico del dolor, las enfermedades crónicas, vamos muy lentos y en la medicalización de la salud mental hemos retrocedido. Ha habido un aumento en el consumo de tranquilizantes, que se dedican el doble a mujeres que a hombres, y de antidepresivos, que se destinan cinco veces más a mujeres que a hombres. El cansancio y el dolor son las principales demandas de las mujeres en Atención Primaria y como falta ciencia de la diferencia para estudiar estas enfermedades, la medicina no está totalmente preparada para atenderlas.
Que los tratamientos se prueben solo con hombres y se extrapolen después a las mujeres tiene riesgos. Exacto. Y antes de eso, en los laboratorios, todavía solo se utilizan animales macho en el estudio de medicamentos para el corazón o el colesterol. El 75% de los trabajos se realizan con ratas macho.
¿Dónde está la raíz del problema? Inconscientemente, todas las ciencias, y toda la sociedad, tienden a pensar que lo que le pasa a la mujer es inferior y poco importante, con lo cual la medicina no se ha ocupado de ello. En el libro explico la manera en que los estereotipos de género se han introducido en la mente de los seres humanos. Desde Aristóteles, los padres de la Iglesia, a toda la pseudociencia del siglo XIX, que decía que teníamos un cerebro más pequeño. La ciencia moderna tendría que incluir a los dos sexos en todos los estudios que hace.
“La FDA ha advertido de que no se sigan dando derivados del opio a las mujeres para el dolor. Crean gran dependencia y aumentan la mortalidad en urgencias”
¿Está ocurriendo también con el coronavirus? Con la Covid, los 18 primeros trabajos importantes que se han publicado sobre qué ha pasado, qué evolución han tenido los pacientes, etc. tampoco diferencian por sexo y si lo hacen no lo analizan después en los resultados. Se puede decir que hay tantos hombres y tantas mujeres que han tenido la infección y entonces se tendría que analizar cuántos han llegado a la UCI, por qué, que ha pasado de diferente… Pero tampoco. Hay un artículo realizado por médicas de Dinamarca que denuncia este problema. Esto está ocurriendo en el siglo XXI. Sí hay una cosa positiva: los estudios epidemiológicos que publica cada 15 días el Ministerio de Sanidad diferencian por sexo todos los datos pero luego los medios se hacen poco eco.
Pero sí se ha detectado que está siendo menos mortal entre las mujeres. Pero hay más infectadas. Eso también es importante diferenciarlo porque a posteriori tendremos que analizar las secuelas y pueden ser diferentes. Ya se ha visto en otras enfermedades virales.
Están también las secuelas psicológicas de la pandemia. Destaca que esto sí está afectando ya más a las mujeres. Tener que hacer múltiples tareas -domésticas, de cuidado de hijos, hacer de maestra, teletrabajar…–ha creado gran tensión y eso, como en muchos otros momentos de la vida, lo ha soportado la mujer sobre sus hombros. Han aumentado los estados de ansiedad y angustia.
CARME VALLS
- Nacida en Barcelona en 1945, Valls dirige el programa Mujer, Salud y Calidad de Vida en el Centro de Análisis y Programas Sanitarios. Política y médica, especializada en endocrinología, ha recibido distinciones como la Medalla de la Universidad de Valencia y la Cruz de Sant Jordi por trabajar para que la medicina y la ciencia se adapten a las necesidades de las mujeres.
¿Le preocupa que esa situación haya incrementado los tratamientos con ansiolíticos y antidepresivos de los que hablaba antes? Claro, porque no han sido solo ansiolíticos y antidepresivos sino también por ejemplo los opiáceos. La FDA [Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos] ha llegado a advertir de que no se continúe dando derivados del opio a las mujeres para el dolor porque crean gran dependencia y aumentan la mortalidad en urgencias. Muchas enfermedades que producen dolor crónico o cansancio las tienen las mujeres más que los hombres, como las del tiroides o las derivadas de falta de hierro por la menstruación. Si se atribuye a problemas de salud mental en vez de tratarlo aumenta el número de psicofármacos. Denominan por ejemplo fibromialgia al dolor muscular generalizado pero luego el tratamiento es mediante antidepresivos y parches de morfina. Si es una enfermedad tratémosla y si no lo es y es consecuencia de carencias que la mujer tiene tratemos esas carencias pero no le demos antidepresivos, que no es una enfermedad mental.
Apunta que el objetivo es empoderar a la mujer en este campo. ¿Cómo se logra? Lo primero es que no dejen de mantener sus síntomas y que le digan al médico que les quiera dar un sedante que prefieren que las diagnostique bien o que les informe de a dónde pueden acudir para ello. Si lo necesitan, que pidan ayuda a un psicólogo, pero no deben creer que sus síntomas son un problema mental. Por otra parte, en todos los campos de la vida de la mujer hay aspectos que son invisibles por lo que deben intentar su renacimiento personal, recuperar el deseo, las ganas de vivir e intentar estimular los sentidos. Eso activa el sistema nervioso central y todo lo que aumenta las endorfinas disminuye el dolor. Y mientras tanto, debemos ir promoviendo que las facultades de Medicina incorporen la ciencia de la diferencia en sus estudios.
¿Influye el estilo de vida que llevamos? Sí. La sobrecarga laboral ha hecho que muchas mujeres desarrollen todos los papeles a la vez, lo que agota el sistema nervioso. Hay que recuperar las ganas de vivir en los deseos cotidianos de cada día. Las mujeres casi siempre se dedican a la familia, al marido, a su entorno… y no a su propio placer personal. Dedíquese una hora a usted. Hay que ver que la vida no es solo trabajar para los otros ni depender de su mirada. Intento que vuelvan a ser protagonistas de su salud y de sus vidas.
“Las nuevas generaciones son mucho más sensibles a los temas de género”
Pese a esta situación, la esperanza de vida femenina es mayor. Es verdad, pero los años que tienes de más no los vives con la misma calidad porque las consecuencias del dolor en las extremidades, las deformidades en la espalda, las manos, la artrosis… aún son las partes de la medicina con menos evidencia científica para poder hacer tratamientos diferentes.
¿Poner de manifiesto esta invisibilidad le ha supuesto problemas con compañeros? No me he sentido atacada. Lo que ha habido es un silencio bastante aplastante. Ya me gustaría que pudiéramos discutirlo. La indiferencia me hace más daño. También me he sentido muy reconocida por muchos otros grupos de profesionales y por algunas universidades. Sé que es lento que el tema de la ciencia de la diferencia penetre, porque en todo el mundo lo es, pero va avanzando y esa es la esperanza. Por eso en este libro he intentado recopilar todo lo que pueda ser esperanza de futuro.
Es profesora de universidad. ¿Cómo ve a los futuros profesionales sanitarios en este sentido? La mayoría de estudiantes de Medicina y de Enfermería son mujeres. Ellas han vivido en su cuerpo una relación diferente con la medicina desde que tuvieron la primera menstruación. Este también ha sido un tema tabú, como la menopausia. Se medicaliza enseguida pero los trastornos de la menstruación se han de entender y forman parte de la morbilidad diferencial de las mujeres. Con ello han vivido experiencias negativas porque no les han hecho caso. Todo eso ha motivado que las nuevas generaciones sean mucho más sensibles a los temas de género.
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