Netflix ofrece en su catálogo una reciente incorporación que merece absolutamente la pena, aunque la pena sea abrumadora. Se trata de una serie cerrada de diez episodios, La asistenta, basada en las memorias reales de la escritora Stephanie Land (@stepville). Land es Alex en la ficción, una joven madre víctima de abuso emocional por parte de su pareja que se ve obligada a trabajar como limpiadora sin que ello le alcance para mantener a su pequeña familia.
El argumento, sólido y sin forzar las tintas, sitúa de manera impecable uno de los grandes debates de nuestro tiempo y de todos los tiempos: la pobreza causada por la desigualdad económica. En torno a ella, un cóctel de problemas reales y palpitantes. La violencia de género, la enfermedad mental, el sinhogarismo o la falta de ayudas sociales, entre los más destacados.
La maternidad no buscada y la relación abusiva con su pareja hicieron que Stephanie Land pasara de la clase media en la que se había criado a la baja en una espiral de problemas que se iban añadiendo a los anteriores. El libro en el que lo cuenta se convirtió en un éxito en Estados Unidos, fue recomendado por Obama y ha vuelto a las listas de más vendidos gracias a la serie. En España está editado por Capitán Swing con el título Criada, trabajo duro, sueldos bajos y la voluntad de supervivencia de una madre.
Andie MacDowell, madre ficticia y real de la protagonista
La asistenta cuenta con el atractivo de ver en pantalla una colaboración entre la carismática y luminosa actriz protagonista, Margaret Qualley y su madre real, Andie MacDowell, interpretando también a su progenitora. Qualley ha desarrollado su carrera como bailarina, modelo y actriz, en series como The Leftovers y en películas como en Érase una vez en Hollywood, dirigida por Tarantino.
Fue ella misma quien pidió trabajar con su madre. La productora ejecutiva del proyecto, la guionista y autora teatral Molly Smith Metzler, no se atrevía a sugerir lo obvio, que la protagonista de Cuatro bodas y un funeral o Atrapado en el tiempo sería perfecta para el papel, por si la relación entre ambas no era óptima. Y es que la serie se grabó en una isla de Canadá a lo largo de ocho meses durante lo peor de la pandemia. La convivencia entre el equipo de producción y el elenco tenía que ser intensa y excluyente. Afortunadamente, madre e hija reales no tienen los graves conflictos entre ellas que sufren sus personajes.
No confundir con un melodrama
Nunca es melodramático el tratamiento ni el enfoque de La asistenta. Molly Smith Metzler ha respetado la dignidad del recorrido de la protagonista absoluta de la serie. Smith ha colaborado en varias ocasiones con John Wells, guionista y productor de trabajos emblemáticos de la televisión como Urgencias o El ala oeste de la Casa Blanca. Juntos escribían en Shameless, otra serie sobre los avatares de una familia y un entorno de clase obrera. La actriz Margot Robbie y Wells se habían hecho con los derechos del libro y ofrecieron el desarrollo a Smith. Ella supo que tenía que hacer la adaptación porque era un trabajo que no podía quitarse de la cabeza.
La autora del libro original tiene la enorme virtud dramática de no hablar de si misma en exclusiva. Y, tomando su testigo, la serie hace un esfuerzo sistemático por explicar que la protagonista es una más de las muchísimas personas que se ven atrapadas en cada circunstancia desfavorable o catastrófica de las que se detallan. Es más, Land señala que el hecho de ser blanca y con cierto nivel educativo le confería privilegios aún en situaciones de marginación y precariedad.
El círculo imposible de la pobreza
La serie y la autora de las memorias en las que se basa repasan algunos tópicos sobre la pobreza, como que los pobres son vagos. Según Land, los pobres trabajan mucho más que los ricos y la promesa de que esforzándose saldrán de su situación es muy injusta, dados los bajos salarios de muchos empleos. Aunque desde Europa miramos a menudo a Estados Unidos por encima del hombro en cuestiones de protección social, en el tema de la solución a las bolsas de pobreza, España tiene muchísimo que mejorar. La burocracia que aplasta a Alex a la hora de pedir ayudas se produce también aquí, donde con demasiada frecuencia las ayudas quedan incluso sin repartir porque los beneficiarios potenciales no llegan a tramitarlas.
La serie tiene algunos de sus mejores momentos cuando ofrece una solución mágica al estilo Pretty woman para salir de la precariedad y Alex la rechaza expresamente. Es la muestra de la voluntad de enfocar tanto a las dificultades como a las soluciones estructurales. Land está involucrada en la lucha contra la pobreza en su vida personal y es firme defensora de la renta básica universal para acabar con situaciones lastimosas.
El abuso sin golpes, el abuso emocional
El maltrato emocional es abordado también con perspicacia y matices. La pareja de Alex, Sean, le impide trabajar, tener coche en un entorno aislado geográficamente e incluso teléfono. Land sufrió maltrato financiero por parte de su entonces compañero, una forma de abuso no demasiado conocida y difícil de demostrar.
A pesar de que la protagonista detecta y rechaza el machismo que la rodea y la justificación que hacen en su entorno del maltrato, ella misma no puede evitar recaer en él. Y con esta paradoja, nuevamente la serie nos sumerge en la dimensión más real de problemas muy extendidos. En este caso, el elevado índice de recaídas en las relaciones abusivas. La vulnerabilidad de la víctima, los patrones de baja autoestima adquiridos durante esa situación tóxica, o la repetición de roles aprendidos de los padres influyen entre otros muchos factores y son expuestos de forma muy reconocible a lo largo de los episodios.
La enfermedad mental
Y se entra de lleno en el asunto que se está imponiendo en la agenda política, social y cultural, el de la enfermedad mental. Por fin parece que se va a destapar un problema universal tratado como un tabú hasta ahora mismo. La asistenta lo aborda nuevamente con crudeza y profundidad. La relación de la protagonista con su madre pasa de lo excéntrico a lo patológico. En este caso se une con otro aspecto medular de la serie, la maternidad. Alex está en el centro de una tormentosa relación con su madre y una lucha por salvar a su hija de un ambiente irrespirable.
Su esfuerzo por sacar a la niña del círculo de la precariedad está una vez más completamente relacionado con la realidad que encuentran mujeres en su situación en todas las sociedades occidentales. Infolibre se hacía eco esta misma semana de varios informes que atribuyen la pobreza en gran medida a factores retratados en la serie como la educación de los padres, o el tamaño de la familia.
Para establecer esta relación clave con su hija, la actriz Margaret Qualley tenía un gran trabajo que hacer con una pequeña de cuatro años que la interpreta en la serie. Qualley aprovechó la situación de aislamiento del equipo de grabación para trabar una relación íntima con ella, y así conseguir que se sintiera a gusto en las numerosísimas escenas que rodaron juntas. Qualley ha dado un salto importante en su carrera con este papel. Fue elegida para él muy pronto en el desarrollo del proyecto por su naturalidad y su falta absoluta de vanidad, según la productora ejecutiva, Smith Metzler.
Las nadie
Otro aspecto que señala Stephanie Land sobre su paso real por el trabajo de limpiadora subcontratada es que nunca llegó a sentir que era nadie para sus clientes. Lo único que tenía en su vida eran esas casas que limpiaba y le pedían que no dejara siquiera huella de haber pasado por ahí. Literalmente. Si quedaban huellas suyas en una moqueta llegaban a protestar a sus empleadores. Land ha hecho su trabajo como corresponsal en la precariedad y poca gente sale bien parada. Ni siquiera quiere que su éxito haga olvidar que es una excepción. El ascensor social está averiado definitivamente para la mayoría.
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