Owen Hatherley (Southampton, 1981) habla rápido y sonríe mucho. Periodista y escritor especializado en arquitectura (y cosas rojas), un día Owen se dio cuenta de que todo aquello de los edificios más allá del Telón de Acero estaba sin estudiar demasiado. Así que empezó a organizar pequeños viajes para conocer en primera persona bloques inmensos, pequeños kioscos de bebidas y estaciones de metro que son obras de arte. Luego escribió un libro, que acaba de traducir la editorial Capitán Swing bajo el título Paisajes del Comunismo. Hablo con Owen de sueños que viajan en tren, del sexo femenino en los países socialistas y del estilo arquitectónico durante la Era Putin, porque la actualidad se lo come todo.
¿Crees que se puede hablar libremente de la arquitectura en época soviética? ¿O siempre va a existir una censura ideológica?
Yo soy bastante explícito acerca de mi opinión política, este libro viene desde la izquierda, pero, en fin… quería ser honesto. Sobre estas cosas hay un montón de libros. Libros de fotografías, libros para adorno y cuentas de Instagram. Muchas veces me parecen política e históricamente vagos, tienden a ver todo igual desde 1917 hasta 1991. No creo que eso se sostenga, hubo regímenes diferentes y distintos momentos dentro de lo que llamamos comunismo o socialismo de Estado. Mi enfoque viene desde una visión de izquierdas, pero hay muchas cosas que condeno, sobre todo de la época estalinista.
Mi enfoque viene desde una visión de izquierdas, pero hay muchas cosas que condeno de la época estalinista
Dependerá del lector ver eso…
Claro. Para los lectores liberales o conservadores es… mira, esto llega desde la izquierda, puedes tomarlo o dejarlo. Pero no lo hago agresivamente, intenta ser un libro de Historia. Muchas de las preguntas que se hicieron entonces son similares a las que enfrentaría cualquier gobierno revolucionario de izquierdas. Hay que tomar en serio la experiencia de Europa del Este porque, si aspiramos al poder, vamos a enfrentar muchos de estos problemas, y debes comprender cómo salió tan mal.
Algo que hicieron los regímenes socialistas es erradicar la idea de que el obrero manual no puede disfrutar de las artes más selectas.
La alta cultura, lo que generalmente se considera alta cultura, era consumida por mucha gente. Probablemente más que en cualquier otro lugar y momento histórico. Novelas, poesía, conciertos de música clásica, cine serio. La poesía resultaba increíblemente popular, en la Unión Soviética autores como Yevtushenko y Bela Ajmadúlina eran estrellas. En Polonia podías ver Taxi Driver, una película de Fellini, una de Welles, ese tipo de cine. No veías basura, no tenías a Chuck Norris, eso llegó en los 90. Y es irónico, porque en muchos sentidos Europa del Este era muy conservadora, a menudo muy nacionalista. Sospechaba de las vanguardias, sospechaba del underground, de los hippies. Mucha de la nostalgia por aquella Europa del Este viene de que era una cultura estable, predecible, que fue reemplazada muy rápidamente en los noventa.
La poesía resultaba increíblemente popular, en la URSS autores como Yevtushenko y Bela Ajmadúlina eran estrellas
Uno de los espacios más conseguidos es, sin duda, el metro. En cierto sentido es una conquista proletaria, ¿no?
Con este libro buscaba entender, no defender. Pero el metro fue el único tema donde perdí la objetividad y pensé: “es brillante”. Estaba entusiasmado no sólo con la ornamentación, sino también con el objetivo.
Una idea casi holística, ¿no?
Sí, absolutamente. Unificación de arquitectura, diseño y arte. Y siempre hablamos del metro de Moscú, pero también aparece en Kiev, en San Petersburgo, Praga, Bucarest… Son proyectos de transporte público notables, y pretendí elogiarlos como obras artísticas y arquitectónicas. Es admirable cómo integran todas las artes coherentemente. Incluso con una narrativa, porque algunos metros, particularmente Moscú y Kiev, cuentan historias a medida que avanzas.
El metro fue el único tema donde perdí la objetividad y pensé: “es brillante”
También es una conquista del obrero, un ejemplo del transporte público.
Hay una pregunta que debemos hacernos sobre el transporte. Sabemos que una sociedad donde todo el mundo tiene un coche no es sostenible. No sólo en términos de recursos y espacio… es increíblemente derrochador. La idea americana es que el coche acerca a los sueños, ¿verdad?, es el sueño americano. Eso tiene un tirón emocional que no posee el metro de Bilbao o el de Colonia. Tienden a ser funcionales, directos. Aprecio eso, pero no apela a los sueños. Los sistemas de metro soviéticos convierten el transporte público en algo tan lujoso y soñador como el coche más lujoso, y creo que eso es importante. La gente tiene verdadero afecto por esas líneas. Es la única cosa en todo el libro que, afirmo, funcionó realmente, a todos los niveles.
Los sistemas de metro soviéticos convierten el transporte público en algo tan soñador como el coche más lujoso
Otra paradoja: los centros históricos “anteriores al socialismo” son, en su mayoría, obras del socialismo. Totalmente destruidos por la Segunda Guerra Mundial y reconstruidos más tarde. Con fuerte contenido escenográfico, además. Un decorado, un poco Viollet-le-Duc.
La construcción del pasado, sí, teatralizar. Las ciudades históricas mejor conservadas están, por lo general, en Europa del Este. Hay excepciones, claro. Italia. Bolonia, por ejemplo, aunque estuvo gobernada por comunistas durante décadas. Pero las ciudades de todo el continente fueron reconstruidas con un formato agresivamente moderno después de la guerra. Gran Bretaña, Francia, también Alemania. En Praga, por contra, el centro histórico prácticamente quedó igual. El conservadurismo, de nuevo… Eran regímenes que querían conservar aquello que consideraban lo mejor del pasado histórico.
Y luego están los inmensos bloques de viviendas, todos cortados por el mismo patrón.
Los países del este eran rurales antes de 1945, y se convirtieron en fabriles después de esa fecha. Así que millones de personas se trasladaron a las urbes, por lo que hubo una enorme crisis de vivienda. La respuesta no fue “bien, podemos hacer algo complejo e interesante, como en nuestros bonitos centros históricos”, sino “vamos a encender nuestra máquina de hacer paneles de hormigón para 200.000 personas”.
Los alemanes del este vieron que los del oeste trabajaban más duro que ellos, pero disfrutaban de menos tiempo libre
¿Crees que hay conexiones entre el brutalismo británico y el que existió en los países socialistas?
Creo que no hay demasiado brutalismo en Europa del Este. Se me ocurren algunos edificios brutalistas, como el bloque de apartamentos Centipede en Moscú, un par de cosas en Ucrania, el Ministerio de Carreteras en Tbilisi… pero hay poco en comparación con ese estilo sincrético de la arquitectura soviética de los setenta y ochenta. Puede parecer formalmente brutalismo, pero faltan detalles. Y es que los materiales eran demasiado pobres, porque la productividad era pobre, la gente no trabajaba mucho. Y, en cierto modo, eso no es necesariamente malo. Los alemanes del este vieron, después de 1990, que los del oeste trabajaban mucho más duro que ellos, pero disfrutaban de menos tiempo libre. Como escribe Kristen Ghodsee, las mujeres tenían mejor sexo bajo el socialismo. Ya sabes, esperaban alcanzar el orgasmo, algo que las occidentales no hacían. Y una de las razones para esto es que tenían menos horas de trabajo y más vacaciones. Creo que, en muchos aspectos, la gente era más feliz. Por eso no hay brutalismo, volviendo a tu pregunta. Porque los materiales eran una mierda.
¿Crees que hay una arquitectura oficial en la época Putin?
Sí, y con dos fases diferenciadas. Sendos alcaldes de Moscú, primero Yuri Luzhkov y luego el actual, Sergey Sobyianin. Totalmente distintos. Irónicamente Luzhkov, alcalde entre 1992 y 2010, fue considerado potencial candidato a la presidencia, así que Putin lo acabó defenestrando. Claro que era extraordinariamente corrupto. Y su estética… se basaron en la imperial de Stalin de los años 40 y 50, añadiendo frecuentemente toques kitsch. La fase Sobyanin es menos nacionalista, debido a la influencia del Instituto de Arquitectura Strelka. Tienes incluso la nueva Casa de la Cultura GES-2, diseñada por Renzo Piano, arquitectura euroamericana convencional. El estilo Sobyanin es más normal que el estilo Luzhkov, lo que resulta paradójico, porque desde que Luzhkov fue destituido el gobierno se ha vuelto cada vez más nacionalista. El régimen de Putin ha pasado de exhibir un nacionalismo superficial a ser un régimen de extrema derecha explícitamente nacionalista. Pero la arquitectura ha ido en dirección opuesta. Creo que es, en parte, por la influencia de una intelectualidad moscovita muy internacional, fuerza motriz para instituciones cercanas al gobierno como el Strelka. Ahí la paradoja: la arquitectura del putinismo se hizo menos nacionalista cuando el régimen tornó más nacionalista.
Llegas a utilizar el término “imperialista”.
Bueno, hubo una especie de lista negra de embellecimiento para Moscú. Se intentó eliminar cualquier pátina capitalista de los edificios. Fuera anuncios, fuera pequeños kioscos de la calle. Y eso significó que podías ver el estalinismo emergiendo. La mayor parte del centro es estalinista, también siglo XIX, pero sobre todo estalinista. Y, de repente, borras todos esos anuncios y vuelves a la ciudad de Stalin. Puede que no sea coincidencia, porque la arquitectura siempre está cerca del poder.
Hubo una especie de lista negra de embellecimiento para Moscú. Se eliminó cualquier pátina capitalista de los edificios
En el libro recoges tus impresiones sobre Ucrania hace ya un lustro, y señalas el ascenso de la extrema derecha… ¿era evidente esa tendencia? Quizá Occidente estuvo ciego.
No, la verdad es que no. Estuve en Kiev varias veces, pero una de las visitas fue por marzo de 2014, justo tras el fin del levantamiento de Maidán. En esos meses de protestas había todo tipo de ideologías allí. Gente de Kiev, liberales, la muy pequeña izquierda ucraniana, tenías a conservadores, a los apolíticos, probablemente mayoría… y tenías la extrema derecha, que no iba a marcharse después de Maidán. Se quedaron allí durante unas semanas, ocuparon edificios. Su papel en Ucrania era ambiguo, porque los liberales no repudiaban completamente a la extrema derecha, ya que estuvo en primera línea de las protestas gran parte del tiempo. En marzo de 2014 vi un montón de fascistas uniformados por el centro de Kiev, pero no creo que Maidán fuera un golpe fascista, sino un movimiento popular contra un presidente que había perdido su legitimidad. Otros dicen que Maidán era algo completamente democrático, y eso tampoco es cierto. Fue un levantamiento violento, la extrema derecha tuvo un papel importante, el presidente recibió apoyo significativo de la población del este y sur de Ucrania.
Vencer la tentación del maniqueísmo…
Sí, pero al hablar de la extrema derecha actual en Ucrania se pasa por alto una cuestión mucho más importante para mí, y es que el gobierno de extrema derecha de Rusia está invadiendo un país que no supone amenaza alguna para él. También es cierto que el ejército ucraniano contiene fascistas. Seamos sinceros, el Batallón Azov es real. Aunque me considero en términos generales proucraniano, creo que es importante no mentir en esto. Pero Rusia tiene un presidente que está muy cerca de las acciones de Alemania cuando invadió Austria y los Sudetes. Sigue ese camino, los pasos son idénticos.
Es más agradable hablar de arquitectura…
La situación es muy sombría, y para cualquiera que conozca Rusia y Ucrania, o tenga amigos en ambos países… Es un desastre, un desastre a escala increíble. No, no es agradable hablar sobre ello.
Volvamos a los edificios. Pones el ejemplo de algunos arquitectos españoles que empezaron su obra durante la dictadura franquista y ahora son respetados y estudiados. Con sus émulos del socialismo no ocurre eso.
En la Unión Soviética los años veinte fueron una época muy emocionante, con arquitectos que son famosos. Mélnikov Ginzburg, Vesnin… Pero otros, cuya carrera acabó en los setenta y ochenta, también hicieron cosas magníficas. Culturas arquitectónicas diferentes… las iglesias polacas, Armenia y Georgia, Asia Central, Kurdistán. La carrera de estas personas acabó en el 91. Algunos fueron a otros países, a Israel por ejemplo, pero muchos cesaron su actividad, y creo que una de las razones es… Bueno, creo que la intelectualidad de Occidente no pudo manejar la manera en que estos arquitectos estaban implicados con el Régimen. Ya sabes, la mayoría de países no tenían una intelligentsia así. Esa intelectualidad pretendió que todo fuera blanco o negro, una narrativa donde estaba el bien, la disidencia, y el mal, que era el Estado. La ley de descomunización ucraniana habla del carácter criminal del Comunismo entre 1917 y 1991. Yo no creo que tuviera carácter criminal todo ese tiempo. Ciertamente lo tuvo entre 1929 y 1954, pero también fue un régimen que tenía mucha legitimidad popular.
En el fondo es el eterno debate de separar el artista y la persona, ¿no?
Sí, podemos entenderlo así.
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