La América precolombina no era un «paraíso hippie»

Por La Razón  ·  27.06.2022

El mito de la América como paraíso hasta la llegada del «hombre blanco», poblada por hippies que vivían pacífi camente de coger fruta de los árboles y de cazar, arraigó con mucha fuerzaen la segundamitad del siglo XX con la Nueva Izquierda. Ese mito del paraíso pacífi co y del «buen salvaje» tenía una fi n alidad política, la de denunciarla maldad del capitalismo occidental, contaminante y despiadado, frente al supuesto colectivismo indigenista maridado con la Naturaleza. Era la época del tercermundismo y la descolonización africana, de los movimientos revolucionarios en torno al Che y el maoísmo.

En Hispanoamérica tuvo mucho éxito y todavía es muy corriente escuchar el mito del buen salvaje, que diría el venezolano Carlos Rangel, alimentado por dictadores izquierdistas e indigenistas, o políticos desesperados que quieren esconder sus miserias. Se creó así un estereotipo politizado, atado a mitos y al victimismo que, al tiempo, despreciaba la verdadera cultura de los pueblos indígenas. El resultado es que mucha gente repitela historia de los pobres indios, felices y contentos, en paz y armonía natural, hasta la llegada de los codiciosos, contaminantes y crueles europeos.

El libro del estadounidense Charles C. Mann, «1491. Una historia de las Américas antes de Colón», es un intento notable de acercar las más recientes investigaciones sobre la América pre-europea con la evidente intención de deshacer mitos. Mann piensa en el público norteamericano, pero vale para el europeo. El objetivo declarado es humanizar a los pueblos precolombinos en sus culturas y formas de vida. El propósito del autor es desacreditar tres ideas comunes sobre las Américas antes de Colón: que los continentes estaban escasamente poblados, que el desarrollo social y técnico era limitado, y que los indígenas no dejaron impacto en el medio ambiente.

Empezando por el fi nal, he de advertir que a los ecologistas radicales no les va a gustar el libro porque,Mann asegura que los indígenas se dedicaron a explotar y cambiar el paisaje en beneficio propio, alterandoincluso la huella de carbono. Un buen ejemploes la Amazonía, donde las populosas tribus cambiaron la vegetación y transformaron la naturaleza a su antojo y necesidad.

Tampoco el libro va a ser del agrado de los que sostienen el paraíso humano indígena hasta la llegada del malvado occidental. Mann no se corta a la hora de conanterior a la europea, fue la Liga de los Iroqueses. Es curioso, pero Friedrich Engels, a partir de los estudios de Lewis H. Morgan, tomó a los iroqueses -tribu norteamericana- como ejemplo de comunismo primitivo porque no tenían clases sociales, propiedad privada ni Estado, sino que se basaban en el matriarcado y la armonía con la naturaleza. Además, la felicidad, decía el socialista, no estaba en el progreso material y tecnológico, sino en la conservación de la tradiciones y de la comunidad. ¿Quién lo estropeó? El hombre blanco, capitalista y patriarcal, claro.

El deterioro medioambiental que los indígenas cometieron se debió también a la densidad de población merced a grandes concentraciones humanas y desarrollos urbanos, con sus problemas y benefi cios, como en cualquier civilización. Tenochtitlán,por ejemplo, fue una gran ciudad a nivel europeo, con agua corriente y calles limpias. Nada indicaque hubieran perdurado por sí mismas, porque otras civilizaciones desaparecieron, como en Persia. Esas culturas eran imperios, como los mayas, aztecas e incas, y explotaban a sus vecinos. Todo imperio es dominador, y la dominación signifi ca violencia sobre el otro, al que se pide hombres, impuestos y sumisión. Por tanto, como dice Mann, no había armonía, no era una postal hippie,sino un mundo cruel como cualquier otro.

Esos imperios y civilizaciones desarrollaron técnicasmanufactureras y agrícolas, como la modifi cación genética del maíz que desarrollaron los mexicas para aumentarla producción. Tuvieron unaagriculturaintensiva que agotó la tierra, instalaron granjas y fertilizaron el campo. Además, usaron el fuego para controlar el paisaje, asunto que hoy saca de quicio a los ecologistas. Arrancaron árboles para comery plantaron frutales y pastizales. Mann incide en un consensoacadémico actual: los indios no eran solo cazadoresrecolectores, sino que transformaron el entorno parasu explotación. No existía un parnaso, insiste, sino realidad humana.

El problema fueron las enfermedades que involuntariamente llevaron los europeos, sobre todo españoles e ingleses, y paralas que los indígenas no estaban preparados. La tripulación del tercer viaje de Colón llevó enfermedades que corrieron como la pólvora. Si ha sucedido con el covid-19, rodeados de tecnologíay avance médico, es posible imaginarse lo que fue entonces. Aquellas dolencias llevadas a Américasin querer desencadenaron una de las mayores catástrofes en la historia de la Humanidad. Los sistemas inmunológicos de los americanos no estaban preparados para hacer frente a los virus y las bacterias. Fue un desastre y las cifras están en cuestión. Mann apunta a que en los siguientes cien años entre el 90 y el 95 % de los indios murieron a causa de enfermedades europeas, lo que era la quinta parte de la población mundial. Y como hay debate, hay política, como por ejemplo las extravagancias de López Obrador, presidente de México.

Los primeroscolonos y conquistadores llegaroncuando la pandemia estaba en pleno auge, lo que, s egú n re cog e Mann, habría facilitado la victoria de los españoles. Llegaron a sociedades donde había muerto hasta la mitad de la población,lo que derrumbó su orden social y político. Esta circunstancia, unida a la alianza con algunos pueblos indígenas para derrotar a los imperios opresores, habrían sido las claves del éxito. A Mann se le olvida la pericia de los españoles, dando a entender que fue oportunismo, pero es que el autor muestra varios prejuicios en la obra. Sin la alianza con los indios, afirma Mann, y las pandemias, el resultado de la conquista podría haber sido otro. Esto es historia contrafactual; es decir, especulación sin base documental, y solo apoyada en la opinión o el prejuicio. Mann hace un recorrido por las teorías y los debates, los hallazgos y los mitos, que resulta muy ameno y didáctico. No gustará a los politizados ni a los fanáticos, pero ya se sabe que la opinión es más poderosa que el conocimiento.

CAPITÁN SWING 688 páginas

Jorge Vilches. «1491» CHARLES C. MANN

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