Caitlin Doughty, experta en el sector funerario y entusiasta divulgadora, emprendió en 2017 un viaje por el mundo para conocer cuáles son los rituales en torno a la muerte que se llevan a cabo en diferentes culturas. De su periplo nació el libro De aquí a la eternidad. Una vuelta al mundo en busca de la muerte, con ilustraciones de Landis Blair, que ahora publica la editorial Capitán Swing. No pretende ser una guía de viajes macabra, sino una demostración de que morirse no tiene por qué ser tan caro ni tan gélido como en Occidente.
Según su estudio, el capitalismo ha convertido la muerte en un supernegocio. Si hasta el siglo XIX era normal velar al fallecido en su casa, ahora parece incluso ilegal no pasar por el tanatorio (de hecho en España lo fue hasta hasta 2010). “En un periodo de tiempo sorprendentemente corto, el sector funerario estadounidense se ha encarecido, corporativizado y burocratizado más que el de cualquier otro país del mundo. Si destacamos en algo, es en mantener a los deudos bien lejos de sus muertos”, enuncia.
Aunque su investigación la lleva a países como Indonesia o Japón, en donde los rituales funerarios pueden resultar peculiares para los lectores occidentales, también se detiene en sitios como Barcelona. De entrada, la gestión habitual de la muerte en España no tendría que distar demasiado de la de Estados Unidos (dejando de lado las tradiciones religiosas que pueden marcar la diferencia). Pero sí hay detalles que llaman la atención a la escritora, que pasó por la ciudad en 2016, con la promoción de su libro Hasta las cenizas; lecciones que aprendí en el crematorio (Plataforma editorial).
Uno de ellos es la costumbre de tener al fallecido dentro de su ataúd presente en la sala del tanatorio pero separado de los vivos por un cristal. La embalsamación no es frecuente, así que se mantiene al finado entre los seis y los cero grados para evitar la descomposición. También se sorprende de las fosas comunes en las que se echan los restos de los muertos cuando el alquiler del nicho (mínimo cinco años) finaliza. Según sus palabras: “En Estados Unidos nos estremeceríamos ante la idea de que en un idílico cementerio como aquel hubiese una fosa común repleta de restos de cientos de personas”. Posiblemente, el tema de la memoria histórica del país la habría dejado patidifusa.
La muerte nos sienta tan bien
Este libro solo es un ejercicio más de todos los que Caitlin Doughty lleva a cabo para hacer que la muerte se naturalice. Además de los dos títulos mencionados, en 2015 montó su propia funeraria, Undertaking La, que materializa los principios que promueve. “La misión de Undertaking LA es permitir que las familias recuperen el control legítimo del proceso de muerte y el cuidado del cadáver”.
Uno de los servicios novedosos que ofertan (y que Doughty intenta promover a través de todos sus canales) es un entierro natural, en el que la tumba se cava a mano -los familiares pueden participar en el proceso si quieren- y el cuerpo reposa en un ataúd de madera renovable, mimbre o incluso papel. El cuerpo no puede estar embalsamado y, de hecho, en su empresa no llevan a cabo esa práctica ya que intenta “ser lo más ecológica posible”.
Además, Doughty tiene su propio programa de Youtube, Ask A Mortician, en el que habla -de manera muy divertida sin dejar de ser rigurosa- de sus cementerios preferidos, tumbas famosas, tanatopraxia o consejos legales para los familiares del fallecido. Asimismo es una de las principales representantes del movimiento de “la muerte positiva”, que alienta a las personas a hablar abiertamente sobre la muerte, morirse y los muertos.
En 2011 fundó The Order of the Good Death, una organización basada en los preceptos del movimiento. Entre sus integrantes se encuentran profesionales de la industria funeraria, investigadores, forenses, escritores o incluso una experta en repostería macabra. Celebraron su primer ‘Salón de la muerte’ en Los Angeles en 2013 y desde entonces los eventos se han sucedido.
Según Megan Rosenbloom, integrante de la entidad: “Con el espíritu de los cafés del siglo XVIII -reuniones informales de intelectuales- el Salón de la Muerte fomenta las conversaciones sobre la mortalidad y el luto y sus efectos resonantes en nuestra cultura e historia. Celebramos conferencias, eventos públicos e incentivamos el debate sobre este tema tabú a nuestra comunidad online”. En 2016, Doughty impartió su TedTalk titulada Una forma de enterrar que nutre el planeta.
La hermana mayor
El trabajo investigador de Doughty tuvo una predecesora de lujo: Jessica Mitford. La más rebelde de las famosas hermanas británicas publicó en 1963 The American Way of Death (1963), una durísima crítica a la industria funeraria norteamericana. Fue un auténtico Best Seller, para disgusto de las compañías que bautizaron con su nombre el modelo de ataúd más barato de sus catálogos. En 1998 publicó de manera póstuma The American Way of Death Revisited, una ampliación del primero.
Pero el ensayo de Mitford se centraba básicamente en el abuso económico de las empresas funerarias. Doughty, que la ha reconocido como una clara inspiradora, va más allá y se ocupa del plano emocional y el contacto con los muertos que se ha perdido en la sociedad actual.
“Jamás nos devolverán nuestros rituales si no nos ocupamos nosotros de pedirlos (…) Pidamos acudir a las incineraciones, insistamos en estar presentes en el entierro. Busquemos implicarnos aunque sea únicamente cepillando el pelo de nuestra madre mientras yace en el ataúd. Insistamos en aplicarle su tono favorito de lápiz de labios, ese que se habría llevado a la tumba”, defiende. Sus trabajos son unas buenas herramientas para, al menos, reflexionar sobre el tema.
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