Javier Padilla (Madrid, 1983) es médico de Atención Primaria y acude cada tarde al centro de salud de Madrid donde trabaja. Antes de que el coronavirus nos confinase en nuestras casa, él escribió “¿A quién vamos a dejar morir?” (Capitán Swing), un libro sobre la situación de la sanidad después de la crisis económica. Su pronóstico acerca de la nueva infección es que necesitaremos “cinco o seis semanas” de encierro y después “varios meses” para recuperar la normalidad en la que vivíamos, mientras que el sistema sanitario requerirá años para reponer todo lo que la austeridad de las administraciones destruyó.
¿Por qué en Madrid están siendo los contagios tan salvajes?
Madrid tienen una singularidad da tres niveles que hace que fuera un lugar en el que podía ir la cosa a más. Por un lado es un gran centro económico y turístico, eso en una epidemia que se expande básicamente por viajeros es fundamental.; Por otro lado es una ciudad con muchos habitantes y una concentración muy alta de población; y hay un tercer aspecto y es que el sistema sanitario tienen muy poca infraestructura comparada con otras regiones. Eso ha hecho que el sistema rápidamente se haya saturado. Y sabemos que en una epidemia como al actual lo que causa grandes estragos no es solo la infección, sino la capacidad del sistema sanitario para poder atender a las personas.
Antes de que llegara el coronavirus -de hecho su libro es anterior-, la sanidad estaba en entredicho por la falta de medios. ¿Hasta dónde es sostenible un sistema público?
Está claro que la dimensión que tiene que tener un sistema sanitario público para ser sostenible y que tenga la capacidad para atender a la población en su día a día y para tener músculo para hacer frente a cosas que sobrevengan. Es es el dilema. Para intentar no ser ventajista y no decir que esto es por los recortes, pero hay cosas que son irrenunciables. Por ejemplo, Andalucía y la comunidad de Madrid son las dos que menos gasto sanitario por habitante tienen, con una diferencia de 400 euros anuales con respecto a Euskadi. Teniendo en cuenta que se cree que la capacidad del sistema sanitario influye mucho en la mortalidad en esta infección, ahí hay un aspecto clave. Cuál es la dimensión correcta del sistema es una pregunta difícil de responder.
Si hablamos de un sistema como el andaluz, con ocho millones y medio de habitantes, somos en dimensión un pequeño país.
Sí, pero luego no tenemos ningún miedo en compararnos con Corea. Las comparaciones las carga el diablo. La diferencia fundamental entre País Vasco con Andalucía es que en un lugar hay músculo económico para poder financiar el sistema sanitario y en el otro no. Por eso muchas veces cuando se habla de financiarlo donde tenemos que estar mirando no es tanto a la Consejería de Sanidad, si no a la Hacienda. Andalucía es un mapa de la desigualdad, en toda la democracia ha liderado los indicadores de pobreza y desigualdad en toda España. Desde que tenemos datos, Andalucía ha estado liderando por la cola los índices de financiación de la sanidad en euros por habitante. No podemos pensar que eso no va a tener influencia en la vida de las personas,
Sin embargo, parece que estamos afrontando la pandemia con garantías. ¿La bajada de contagios registrada el sábado y domingo es ficticia?
Yo no me fiaría mucho de los datos que se dan en fin de semana. Para seguir los datos día a día tenemos dos problemas fundamentales: a quién se le están haciendo los test y la capacidad del sistema para realizaros. Tienen que ser gestionados y procesados por los equipos de microbiología, que si están saturados tienen una capacidad limitada de gestionarlos, de modo que los casos que vamos recibiendo van con un poco de retraso. A pesar de eso, creo que todas las comunidades autónomas se van a beneficiar de la mala evolución inicial que ha tenido Madrid porque cuando se tomaron las decisiones de aislamiento y confinamiento se extendieron para todas. Eso ha hecho que esa fase de distanciamiento social se haya tomado en una fase previa de la epidemia. A poco bien que se hagan las cosas ninguna curva de epidemia debería ser tan negativa como la de Madrid.
¿Hemos pecado de ingenuos con esta pandemia o no nos estaban contando la realidad como era?
Desde luego tanto a nivel poblacional, como político e incluso epidemiológico la realidad ha sido mayor de lo que se preveía, en todo el mundo. El fallo predictivo es entendible. Además, siempre se hace la comparación con Corea y se suele obviar que allí ya habían tenido un susto, llamado SARS. El síndrome agudo respiratorio severo en 2003 ya azotó Corea. No ha sido la primera epidemia de este tipo la que tenían que hacer frente. Esto es fundamental: si dentro de cuatro años España se encontrara en una situación similar, la respuesta no iba a ser la misma a ningún nivel. Pero negar ese antecedente nos incapacita para hacer un análisis justo. Más allá de eso, sin duda nos hemos equivocado al dimensionar la magnitud de esto.“Todas las comunidades autónomas se van a beneficiar de la mala evolución inicial que ha tenido Madrid porque cuando se tomaron las decisiones de aislamiento y confinamiento se extendieron”
¿Cree que una solución de prevención sería realizar test masivos a todo el mundo aunque no presenten síntomas?
La voluntad de hacer test es a las personas con síntomas y a sus contactos. De alguna manera tenemos que guiar su realización, igual que todas las pruebas diagnósticas, basan la fiabilidad de su resultado en la probabilidad de esa persona de estar infectada. La estrategia sería esa más que una de libre albedrío testeador. Nuestro país se ha encontrado con la dificultad de conseguir pruebas diagnósticas. Corea tenía industria de producción y nosotros no.
Nosotros teníamos sol y playa…
Claro, cuando generas un país de turismo de sol y playa y desprecias en cierto modo el impulso de una industria y de un modelo productivo como éste, cuando llegan situaciones así no tienes soberanía para producir este tipo de materiales. No sé si esto nos hará reflexionar, pero desde luego es una llamada de atención.
Las secuelas van a ser duras a nivel personal y socialmente. Ya están siendo devastadoras -con 30.000 ERTE y personas sin ingresos- y apenas llevamos una semana.
Está claro que el impacto individual, psicológico, emocional, social y económico va a ser tremendo y por eso hay que reclamar que las instituciones hagan todo lo posible por disminuirlo. En cierto modo se compara con la crisis de 2008. Hubo cierto consenso en Europa de que la respuesta iba a a ser la austeridad y ahora parece haber cierto consenso en que no va a ser basada en la austeridad.
Si nos fijamos en 2008, habrá austeridad y rescate de bancos y los ciudadanos nos quedaremos mirando.
Por eso es bastante claro que la austeridad ahora no se puede dar. Lo que en aquel momento se llamó austeridad se refirió a lo público y supuso la expansión del gasto desde las familias. Las familias utilizaron los colchones que tenían y a los abuelos como fuente de ingresos, eso ya no existe, solamente puede haber una expansión del gasto público que consiga frenarlo. No se puede dejar caer a la población y a todo ese tejido económico que la sustenta, especialmente en algunos lugares donde la desigualdad ya ha impactado, como es Andalucía.
Su análisis partía de cómo era la sanidad hasta ahora. ¿Esto modifica sus conclusiones?
Yo partía de una sanidad post-crisis que se había vendido como algo coyuntural, pero yo para mí era estructural, una situación que había venido para quedarse. Dudo de que el sistema sanitario tenga capacidad para volver a cambiarse de nuevo en unos años, pero sí que el capital político que ahora sale al descubierto -donde se ve el impacto de la década pérdida de los últimos diez años- hay que transformarlo de alguna manera. A día de hoy es difícil saber el impacto y va estar muy condicionado por nuestra capacidad de salir adelante como sociedad. Al fin y al cabo los sistemas públicos de salud están en fuerte relación con cuál es la salud de la economía de los países.
Se está contratando a estudiantes de medicina y jubilados porque no hay profesionales suficientes. ¿Cómo va a afectar eso?
Espero que se sea muy cuidadoso con la ubicación de los profesionales ya jubilados y se les otorguen tareas relacionadas con al gestión a distancia. Los profesionales que no han empezado la especialidad o incluso estudiantes de último curso de Medicina y Enfermería pueden desarrollar una gran labor. Debe ser en lugares con bajo nivel de exposición a la infección, porque el impacto que puede tener en toda una generación que sea en un entorno de alto estrés y de alta incertidumbre eso hay que cuidarlo mucho.. Trabajar con un equipo de protección individual y no contagiarse no es fácil. Los sanitarios es el mayor activo que tiene el sistema para hacer frente, o los protegemos o irá a peor. Estamos viendo cómo el número de contagiados está creciendo.
Andalucía y Madrid son las dos comunidades con menos gasto sanitario por habitante. No podemos pensar que eso no va a tener influencia en la vida de las personas”.
¿Cómo está viviendo personalmente esta crisis? Tiene una hija pequeña…
Yo vivía con mi pareja y con mi niña pero cuando empezó todo esto decidimos distanciarnos hasta que acabe. El impacto que para mí está teniendo en mi vida diaria es tremendo porque me he tenido que separar de mi familia. Es muy posible que yo por mi exposición con pacientes infectados me acabe contagiando y no quería ponerlas en riesgo. Esta epidemia es una situación por la que nadie quiere pasar y desde luego no quiere hacerlo solo.
¿Un mes de encierro será suficiente?
Supongo que irá por comunidades la evolución de la epidemia, pero debemos plantearnos que en un mes a lo mejor empezamos a ver un poco la luz. No creo que sean menos de cinco o seis semanas, y eso no quiere decir que en ese tiempo recuperemos la normalidad. Hay que ser muy conscientes de que esa vuelta a la normalidad será muy paulatina hasta que podamos recuperar la celebración de eventos masivos va a pasar bastante tiempo. Una de las cosas más negativas es la huella en personas que están perdiendo a sus familiares por la imposibilidad del contacto físico. Dar el pésame sin abrazar es tremendamente complicado.
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