Por Jose Oliva (EFE)
El historiador británico Ian Mortimer propone una insólita aproximación al pasado en su “Guía para viajar en el tiempo a la Inglaterra Medieval”, en la que invita al lector a viajar al siglo XIV, con el que pretende mostrar que “se puede escribir la historia de otro modo con formas literarias más interesantes”.
Mortimer, un precoz de la historia -“Con diez u once años me di cuenta de que tratamos a los muertos como si nunca hubieran estado vivos”- y un día en el castillo de Grosmont pensó que “si queremos tener una visión real del pasado, debemos ver a las personas como vivas, no muertas”, ha explicado en una entrevista con EFE.
“Guía para viajar en el tiempo a la Inglaterra Medieval” (Capitán Swing) podría ser extrapolable a cualquier otro territorio, pero cree Mortimer que hay diferencias: “Frente a Castilla, Aragón o Portugal, Inglaterra no tuvo la larga lucha de la Reconquista; y en su lugar, desarrolló la guerra de proyectiles, combatió en Francia, lo que dio lugar a un sistema inglés de impuestos, formación militar y poder parlamentario muy adelantado en comparación a otros estados europeos”.
Hay, sin embargo, muchos puntos similares, como “la estructura de la sociedad católica, la esperanza de vida, el impacto de la peste negra, las actitudes hacia las mujeres, los modos de viajar, las normas y reglamentos comerciales, el surgimiento del papel, la llegada del cañón, las formas de decir la hora”.
Admite el historiador que hasta el siglo XX dominaban las historias de reyes y nobles, “porque hay mucho más material y fuentes que dan detalles de sus vidas, y en segundo lugar, las clases trabajadoras medievales casi no tenían poder de decisión, por lo que sus vidas son relativamente monótonas como relatos históricos”.
Los historiadores tuvieron que inventar el estudio de la sociedad antes de poder extraer los detalles interesantes sobre la gente común de los documentos que registran su productividad, sus crímenes y sus condiciones de vida.
Como historiador, el reto no fue reconstruir la vida de la gente, porque eso es lo que hace de forma habitual, como un mecánico arregla coches: “en cambio, el reto fue presentar lo que sé de una manera nueva al público y a otros historiadores, de modo que convenza a la gente a ambos niveles”.
Y su “esperanza” es hacer ver a otros historiadores que “se puede escribir la historia de otra manera, empleando formas literarias que son mucho más interesantes que los procesos de investigación”.
Para escribir el libro, Mortimer ha recurrido a múltiples fuentes, “desde casas y abadías, castillos e iglesias, hasta documentos señoriales, cuentas de los señores, cartas reales, ordenanzas municipales, objetos de museo, informes arqueológicos”.
El autor concede importancia a la cuestión de la fuente de la vida cotidiana: “En un momento del libro describo una obra de construcción medieval, inspirada por la observación de una obra moderna en una calle de Londres y por preguntarme qué andamios se utilizaban en el siglo XIV, así que busqué en algunos relatos de construcciones medievales para encontrar la respuesta”.
Lejos de referentes de la cultura pop como los Monty Python o la serie “Outlander”, para Mortimer la frase más inspiradora es el comentario de T.S. Eliot sobre la poesía de Ezra Pound cuando dijo que “se inspiró en la vida real, no en la tradición literaria” y añade: “La mayor parte de lo que he aprendido sobre el proceso de escritura está en la poesía, no en la historia ni en el cine, ni en la televisión”.
Asegura Mortimer que a un occidental actual le sería difícil sobrevivir en el siglo XIV, pues “aparte de la peste negra, la tuberculosis, la lepra y muchas otras enfermedades que se han extinguido posteriormente, no lo podríamos afrontar psicológicamente, pues la sociedad era indeciblemente violenta”.
La misoginia, el antisemitismo y el racismo eran normales, los pobres pasaban hambre y perdían a sus hijos, la mitad de la población moría antes de los 21 años, y además seríamos unos ignorantes “al no saber, por ejemplo, las propiedades de las hierbas, cómo navegar por las estrellas, montar a caballo durante largas distancias, luchar con una espada, ni cómo hacer que las manzanas duren doce meses”.
Más definitoria sería nuestra ignorancia, continúa, en el terreno de la construcción, pues “hacer una bóveda de una catedral de 100 pies de altura sin matemáticas ni dibujos ni máquinas, simplemente no podríamos hacerlo”.
Asegura Mortimer que tras esa apariencia fantástica, que no es más que su “imaginación para encontrar nuevas formas de hablar del pasado”, cada palabra de sus libros está “respaldada por la erudición, sólo que la erudición está oculta”.
Y remarca que sus libros son para quienes han pasado por el sistema educativo y ahora quieren entender el periodo por sus propias razones personales, no para obtener una calificación. “Como digo a historiadores más jóvenes cuando me piden consejo, primero haz el doctorado o, preferiblemente, dos, y luego diviértete jugando con la historia”.
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