“No es para tanto”. Cuatro palabras que se convirtieron en refugio. La escritora y crítica cultural Roxane Gay echó mano de esta muletilla para superar el trauma de haber sufrido a los 12 años una violación grupal. Pero el alivio le pasó factura; menoscabar aquella experiencia terminó por hundir su autoestima a cotas abisales: “Si violarme en grupo no era para tanto, entonces aún lo era menos que me empujaran, me agarraran del brazo, marcándome, o me metieran mano en las bragas. La lista de malos tratos que toleré acabó por resultarme insoportable. No pude más”.
Tras la caja de los truenos que ha supuesto el #MeToo, Gay —autora del imprescindible Mala feminista— se sirve de aquella muletilla a la que se encomendó en su día, para titular esta vez un nuevo artefacto; una historia oral de la cultura de la violación en la que una treinta de mujeres relatan experiencias autobiográficas con la depredación sexual y el sufrimiento como hilo conductor. Un volumen a caballo entre el tratado forense y la crónica de un silencio infame, ese que minimiza el sufrimiento de tantas mujeres en EE.UU.
Y dentro de esa topografía del sufrimiento conviene poner la lupa en los campus universitarios. No es para tanto (Capitán Swing) arroja, en ese sentido, datos escalofriantes, como el de un primer estudio que se hizo sobre el tema en 1988 y que situaba en un 25% el número de universitarias norteamericanas víctimas de una violación o de un intento de violación, con el agravante de que el 84% de dichas víctimas conocían a sus agresores.
Leer estas páginas es, en cierto modo, entender el detonante de un movimiento que no ha dejado de crecer en los últimos tiempos. Espeluznantes relatos que se suceden y permiten comprender la disfunción sistémica que produjo el #MeToo. Narraciones como la de la actriz Ally Sheedy en las que evoca sus sinsabores hollywoodienses allá por los 80 resultan, cuando menos, significativos tras conocerse el caso Weinstein: “Pocos años después me dijeron a bocajarro que mi carrera avanzaba con lentitud porque ‘nadie quiere follársete’. Había algo en mí, en términos sexuales, que no vendía”.
Una compilación, que incluye ensayos de conocidas escritoras, artistas, intérpretes y críticas, como la actriz Gabrielle Union, o las escritoras Amy Jo Burns, Lyz Lenz y Claire Schwartz, y que comienza a quemarropa con un prólogo firmado por la artista española Jana Leo que, en 2001, fue violada en su apartamento de Harlem, experiencia que ya narró en Violación Nueva York, editado por Lince. “Un sistema judicial que admite que se intente pasar una agresión sexual como un simple acto o abuso sexual está a favor de la violación y del lado del violador”, denuncia Leo en las primeras páginas de este volumen con La Manada en la retina.
No es para tanto se revela contra ese silencio que martiriza a la víctima y la condena de nuevo. Lo hace además con una mirada amplia que va de la exploración de la epidemia de violación integrada en la crisis de refugiados, a los relatos en primera persona de abuso sexual infantil. Una historia oral necesaria que hace las veces de llamada a la acción para que el “no es para tanto” se convierta en un “nunca más”.
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