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Hacienda somos todos… menos las estrellas

Por El Confidencial  ·  26.10.2014

Se acaba de publicar uno de los ensayos más claros, contundentes y necesarios del año: El problema de los supermillonarios (Capitán Swing). ¿Tesis principal? Que la creciente desigualdad económica es incompatible con la democracia, ya que mina derechos básicos como la educación, la sanidad y la seguridad laboral. El texto viene firmado por Linda McQuaig, periodista conocida como “la Michael Moore canadiense”, en colaboración con Neil Brooks, director del programa de tributación en la facultad de Derecho de Osgood Hall (Toronto).

El segundo capítulo, dedicado en gran parte a la industria cultural, se titula Por qué la pornografía es el único mercado libre. Los autores argumentan que los ricos son quienes más se benefician de los impuestos altos, ya que el dinero público es lo que ha levantado el sistema económico que les ha enriquecido.

“Solo gracias al complejo conjunto legal que regula la propiedad, las sucesiones, los contratos, la actividad bancaria, la Bolsa y el resto de relaciones comerciales pueden estar los ricos seguros de conservar sus posesiones y disfrutar de la vida acomodada que traen consigo”, apuntan.

Y no se cortan a la hora de poner ejemplos con nombre y apellidos.

La avaricia de Michael Caine

Primer caso: Michael Caine, quintaesencia del caballero británico. A comienzos de 2009, el actor amenazó con abandonar el país si los impuestos a los más ricos subían un solo punto porcentual. La prensa conservadora presentó a Caine como un mártir, subrayando sus orígenes humildes, como hijo de una limpiadora y un mozo del mercado de pescado de Billingsgate. ¿Qué sería de Inglaterra si a la gente pobre se le cierra el paso de la fama y la riqueza? Por supuesto, hay otra forma de verlo: Caine no es multimillonario solo porque tenga talento, sino porque trabaja en uno de los sectores laborales mejor valorados del mundo, un oligopolio dominado por los grandes estudios de Hollywood, que funcionan al estilo de “los gremios medievales”.

Los autores lo explican de manera divertida: “Nunca sabremos cómo le habría ido a Michael Caine de haber sido una estrella del porno, pero lo que es seguro es que habría ganado menos. Importa esta idea porque ayuda a deshacer el mito que lleva a creer a Caine, Andrew Lloyd Webber y otros triunfadores del mundo del espectáculo que sus grandes ingresos son simple consecuencia del ejercicio de su talento en el libre mercado. No les quepa la menor duda: su fortuna ha llegado a ser lo que es gracias a la intervención del Estado”.

Histeria fiscal

El rey de los musicales, Andrew Lloyd Webber, declaró en 2009 que era contrario a la subida de impuestos a los ricos que planteaban los laboristas. “Lo último que necesitamos es un ataque al estilo de los piratas somalíes contra los pocos creadores de riqueza que todavía atreven a surcar los procelosos mares de Gran Bretaña”, explicó Lloyd Webber.

Se calcula que la fortuna de Webber ronda los 947 millones de euros, gracias a las continuas representaciones de musicales como Cats, Jesucristo Superstar y El fantasma de la ópera. Su fortuna, por tanto, se debe al esfuerzo de actores que mantienen vivas obras creadas hace varias décadas. El trabajo de profesores y enfermeras no devenga derechos de autor, mientras que el de compositor sí. ¿Es aceptable que alguien describa la contribución al bienestar colectivo como un “ataque al estilo de piratas somalíes”?

Otro ejemplo extremo de alergia fiscal es la millonaria cantante Adele, que en 2011 declaró a la revista musical Q: “Me mortifica pagar un 50% de mis beneficios, sobre todo ahora que no voy en autobús ni uso los hospitales públicos”.

Por supuesto, nunca expresó este rechazo cuando era pobre y usaba esos servicios. “La gente se preocupa más de lo que le perjudica injustamente que de lo que le beneficia injustamente”, según explicaban los ensayistas Liam Murphy y Thomas Nagel en el libro El mito de la propiedad: impuestos y justicia social (Oxford University Press, 2004).

La hipocresía de U2

Hay opciones peores que la rabieta. Grandes nombres de la cultura han optado por trasladar sus millones al paraíso fiscal más cercano. El arquitecto global Norman Foster se trasladó a Suiza en 2008 ante la perspectiva de una subida tributaria. En verano de 2010 fue expulsado de la Cámara de los Lores por su negativa a pagar impuestos en Gran Bretaña.

Otras huidas estelares fueron Gerard Depardieu (Rusia), Diego el Cigala (República Dominicana) o los Rolling Stones (Holanda). El diario Daily Mail publicó que sus satánicas majestades se las habían arreglado para pagar solo un 1,6% de sus beneficios entre 1996 y 2006. Hablamos de unos ingresos mareantes: alrededor de 305 millones de euros, que pudieron retener gracias a la generosa legislación del país centroeuropeo.

Otros evasores habituales son los miembros de la banda británica U2, avergonzados públicamente por las protestas de un grupo de fans en el festival de Glastonbury de 2011. Dos años después, se publicó en España un libro que destapaba sus chanchullos fiscales, titulado Bono: en el nombre del poder, del periodista irlandés Harry Browne.

Los asesores fiscales del grupo son tan eficaces que lograron que su empresa, bautizada U2 Limited, pagara solamente 16.500 euros en la declaración de 2010, año en que el grupo estuvo embarcado en el 360º tour, que batió todos los récords de recaudación de la historia del rock. Billboard calcula que aquella gira ingresó 581 millones de euros. ¿Conclusión? Para conseguir una sociedad de iguales, no solo hay que combatir la pobreza, sino muy especialmente la acumulación de riqueza, empezando por la más extrema.

Hacienda somos casi todos

En España tampoco faltan ejemplos. El pasado mayo, la cantante Ana Torroja fue condenada a pagar 1,4 millones de euros por evadir pagos al fisco utilizando sociedades interpuestas, tanto españolas como extranjeras. Ese mismo mes la soprano catalana Montserrat Caballé devolvió a la agencia tributaria 300.000 de los 508.462 euros que había escamoteado.

Hace solo un par de días que la libertad de Isabel Pantoja pende de un hilo por su deuda de 1.140.000 euros con la Hacienda española. Muchos recordarán el mítico caso de Lola Flores, que no presentó la declaración de la renta entre 1982 y 1985. Y también que Miami es el destino preferido de las estrellas latinas, por una mezcla de motivos logísticos y baja fiscalidad. Adivinen cuál de los dos factores pesa más.

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