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Guía incontrovertible para poner las terapias alternativas en su sitio

Por Juan Revenga  ·  01.11.2018

Pensarás que escoger la víspera de la noche de Halloween para publicar la reseña sobre un libro que tiene un título tan evocador en estas fechas es un acto premeditado. Y yo te diré que no, que solo responde, palabra, a la casualidad, al azar. Otros verán serendipias, casualidades cósmicas o cosas así. Ese tipo de cosas que los autores de la obra que hoy comento se dedican a analizar bajo el prisma de la ciencia y que, con un éxito demoledor, consiguen.

Publicado hace más de diez años en su versión original, “Trick or Treatment: The Undeniable Facts about Alternative Medicine” (Truco o tratamiento: La innegable realidad de la medicina alternativa) debería ser un manual de referencia para todas aquellas personas que han pensado (o no) en gastarse un puñado de euros –o un montonazo- en eso que se hace llamar las terapias alternativas, me refiero por ejemplo a poner su salud en manos de: la acupuntura, la homeopatía, la quiropráctica, la fitoterapia, la aromaterapia, la cristaloterapia, el Feng shui, las flores de Bach, la hipnoterapia, la irrigación de colon, la magnetorapia, la medicina antroposófica, o la ortomolecular, o la tradicional china, la naturopatía, la osteopatía, la oxigenoterapia, la reflexología, el Reiki, la sanación espiritual, el Shiatsu, las terapias detox, la tradición ayurvédica… etcétera.

He de reconocer que antes de su lectura, cuando llegó a mis manos la obra tenía –y tengo- un sesgo de confirmación personal en base a sus autores, auténticos ídolos para un servidor en lo referente a la divulgación científica en relación a las psudociencias. Así, tanto Simon Singh como, en especial, Edzard Ernst, esos autores, son desde hace tiempo auténticos referentes personales en eso que se hace llamar “pensamiento crítico”. Por estas mismas razones creí que la lectura de la obra me iba a aportar más bien poco. Y me equivoqué.

Desde el principio Singh & Ernst hacen gala de unas innegables dotes comunicadoras y empáticas (¡oh sorpresa!) con aquellas terapias alternativas que ponen bajo la lupa y que mueven una cantidad asombrosa de dinero (hablamos de miles o incluso de decenas de miles de millones de euros). Al mismo tiempo hacen un soberbio repaso histórico desde la Edad Media, pero más en concreto desde el siglo XIX, hasta nuestros días para poner de relieve los principales hitos y protagonistas que han conducido nuestro devenir científico; desde una época caracterizada por el oscurantismo, el criterio de autoridad –del chamán primero y del médico después- y la superchería hasta la medicina basada en la evidencia. El libro está cuajado por tanto de fechas, hechos históricos y nombres que cualquier amante de la ciencia médica debiera conocer y manejar con el fin de poner cada nueva propuesta, cada nueva terapia, cada nuevo tratamiento en el contexto adecuado: si es eficaz, si no es dañino (o si las posibilidades de mejora superan, o no, los riesgos asociados a su uso). Y sobre todo si existen pruebas objetivas para valorar estos dos grandes propósitos: que algo sea eficaz a la par que seguro.

Y no, no pienses que esto del pensamiento científico es una cuestión de ir pegando martillazos a todo aquello que trate de sobresalir con el fin de quitarle negocio al pérfido status quo de las farmacéuticas y tal. De hecho una de las premisas, bien argumentada por parte de los autores y en mi opinión coincidente con la realidad, es que al final a la medicina -a la que cura, a la que alivia- le importa tres pepinos si se conocen o no los mecanismos fisiológicos por los que se alcanzan estos objetivos. Mientras algo “funcione” y no ocasione mayor mal que aquel que trata de evitar no hay mucho más que hablar. Sí que es cierto que la investigación tratará de conocer los mecanismos más íntimos de cualquier tratamiento, con el fin entre otras cosas de mejorar dicho tratamiento dentro de lo posible. Pero joer, a ver si lo digo de una forma que se pueda entender fácilmente: las terapias alternativas no funcionan. No es que se desconozca su supuesto mecanismo de acción. Es que conocido o no, al final no funcionan. Y conste que hoy tenemos muchos e ingeniosos métodos para ponerlos a prueba. Y repito, la conclusión es que no funcionan en términos de eficacia y seguridad. Y mucho menos cuando la variable económica entra en la ecuación en comparación con los tratamientos convencionales o aceptados.

Por tanto, no es que “la ciencia” se cierre en banda ante la posible “intromisión” de sanadores y terapeutas alternativos varios que vengan con una solución, la que sea, en las manos. Al contrario, están dispuestos a valorar estas propuestas, pero no hasta el punto de tragarse cualquier sapo. Tal y como muestra el libro a través de innumerables ejemplos, existen infinidad de métodos, científicos, para llegar a saber si algo sirve de ayuda y de forma concluyente en una determinada patología o dolencia. Y la respuesta es que hasta el día de hoy la inmensa mayoría de las terapias alternativas no sirven para nada, o solo sirve para algo muy parecido a nada. Y además, es preciso reiterar, son extremadamente caras para el magro beneficio que en esos casos puntuales y anecdóticos se puede llegar a obtener.

He de reconocer que no me esperaba que este texto me cautivara como lo ha hecho. Su lectura es amena, si te interesa el tema, y a pesar de su volumen se termina haciendo corto. Con pena de acabarlo. Por cierto, mi enhorabuena a la labor de traducción a cargo de Paula Rubio Marqués, Máximo A. Chicano Díaz.

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