Nacido en Singapur hace 60 años, John Kampfner es un peso pesado del periodismo británico. Comenzó su carrera en el extranjero como corresponsal en Moscú y Bonn. Informó sobre la caída del Muro de Berlín y la unificación de Alemania para «The Daily Telegraph» y la disolución de la Unión Soviética le pilló en Moscú como jefe de la oficina de ese periódico. De origen alemán, Kempfner publicó en 2020 «Por qué los alemanes lo hacen mejor» (Capitán Swing), que acaba de ser traducido al castellano y que fue considerado el mejor libro del año de la pandemia en Reino Unido. Contesta a esta entrevista desde Londres, donde es director ejecutivo del «think tank» Chatham House, aunque pasa media vida en Berlín. Media hora de vídeoconferencia que se hace corta.
¿Qué hacen los alemanes mejor que el resto de los mortales?
La seriedad se les da muy bien. Toman la política en serio, están comprometidos de verdad con el desarrollo de su democracia. Yo, como británico, veo que mi país lleva siete años en manos del infantilismo, del caos.
¿Quién ha sido el mejor líder de los alemanes?
Es difícil de decir, lo que está claro es que pocos fueron malos. Han gozado de amplios periodos de estabilidad debido a una Constitución (1949) que ha influido en un buen liderazgo. Las formas políticas binarias, como las de EE UU y Reino Unido, producen una política teatral. En Alemania, el sistema está basado a todos los niveles, desde el más local al nacional, en la formación de coaliciones y la creación de consenso. Eso da un tipo de político diferente, más dado al acuerdo y menos dramático.
¿Cómo ve a Olaf Scholz?
De momento, no me ha impresionado. Es bastante problemático. En cambio, soy fan de Merkel. Fui bastante crítico con su política exterior con China y Rusia. Para los países del este de Europa y los países bálticos ha pasado de heroína a villana, pero creo que ambos extremos están equivocados. La Historia la colocará en el lugar adecuado.
¿Y quién fue el peor?
El más cuestionable para mí ha sido Gerhard Schröder, el mejor amigo de Putin. La idea de que estaba terminando de negociar su contrato para la compañía estatal de gas rusa mientras era canciller es imperdonable. Lo más increíble es que eso no provocara una investigación periodística en condiciones ni preguntas incisivas.
¿Su periodismo también es diferente? Quizá como es tan serio no arriesga mucho.
Esa renuencia a aceptar riesgos es transversal y recorre toda la sociedad. Es muy evidente, por ejemplo, en los emprendedores y las start-ups. Esto me recuerda a una conversación que mantuve con una pareja de hermanos surcoreanos que habían logrado un gran éxito con una aplicación y apenas tenían 25 años. Ya eran millonarios y les pregunté cómo habían conseguido acertar a la primera; se rieron y me contaron que era su quinto proyecto. En Alemania, algo así es imposible. Si tu negocio quiebra, tus vecinos dejan de hablarte, pasas a ser un fracasado.
¿Cómo se explica?
En parte se debe a la II Guerra Mundial, pero no solo. Todo está condicionado por un esfuerzo de no crear grandes dramas y sorpresas. Tienen que hacer las cosas de manera predecible y según las normas, paso a paso. Para algunos ámbitos eso funciona de manera brillante, pero no siempre.
¿No son un poco aburridos?
Es difícil generalizar, claro, pero no creo que sean aburridos. Los encuentros sociales en los que he participado han sido igual de tediosos o divertidos que en cualquier parte del mundo. Sí reconozco su rechazo al cambio y de ahí les viene lo desastrosos que son cuando se trata de tecnología, como la velocidad de Internet. Todo lo pagaban en metálico hasta la pandemia, por ejemplo. Es como si fueran unos años por detrás. Ellos dicen que van lentos, pero seguros, y es cierto que cuando cambian, cambian.
¿Cómo se ha actualizado su industria del automóvil?
Es un buen ejemplo. La base de su milagro económico, su gran escaparate, no supo ver la electrificación. Tesla, Corea, Japón, todo el mundo lo vio venir y, nadie sabe por qué, a BMW o Mercedes se les pasó. Cuando se dieron cuenta, reaccionaron. Algo similar se produjo con la dependencia del gas ruso, una auténtica locura, ¿no? Pues en solo seis meses han pasado del 80% al 10%. Cuando se ven forzados a transformarse lo hacen de manera exitosa.
¿Cree que al resto de países europeos le cae bien Alemania?
Es una buena pregunta. Obviamente, durante lo peor de la crisis de 2008 vimos aquellas imágenes de Merkel con bigote hitleriano por las calles de Grecia. Alemania se comportó de una manera bastante arrogante con países como Grecia, España o Portugal. ¿Se equivocó Alemania en la política de austeridad? Tendría que preguntar a un experto, pero mi impresión es que no. De hecho, la unidad monetaria sobrevivió. Espero, de todas formas, que los alemanes aprendieran de los fallos de aquella gestión. Los más críticos con Alemania son los alemanes, eso seguro. No entendían que escribiera un libro como este y ahora es muy leído allí, pero más como un placer secreto.
¿Es por humildad?
Una combinación de cosas. Aún padecen culpabilidad por la guerra, creen todavía que son esa gente horrible que hace cosas espantosas y en la que no se puede confiar. Pero también tiene que ver con algo generado artificialmente, una suerte de constructo social que no se creen realmente. Solo lo dicen porque se supone que tienen que hacerlo. Es como si el espíritu de autocrítica de los alemanes fuera una fuente de orgullo nacional, que hasta eso lo hacen mejor.
¿Por qué no ha podido llegar tan lejos Reino Unido?
Es curioso porque, en ciertos sentidos, somos muy parecidos. Pragmáticos y orientados a los negocios, lógicos… No es una casualidad que en la UE Alemania, Reino Unido, Países Bajos y los nórdicos solieran alinearse contra los países del sur. De hecho, la familia real británica es de origen alemán. La diferencia radica en el espíritu colectivo de los alemanes y el individualismo tan británico. Asimismo, la seriedad germana es opuesta al infantilismo casi psicótico de Reino Unido. El punto histórico más bajo lo representó Boris, luego tuvimos a esa mujer loca durante 45 días que incluso superó al primero, y eso que parecía imposible. Ahora tenemos a un tipo bastante conservador pero intenta tener una relación decente con la UE al tiempo de que la economía no colapse. El hecho de que esto sea suficiente habla de lo bajo que habíamos caído.
¿No sería posible alguien como Boris Johnson en Alemania?
En absoluto. En parte por el sentido sociocultural de la responsabilidad colectiva. No dan por supuesta la democracia, no es un juego, todo está medido al milímetro. No permitirían que alguien se comportara de la manera en que él lo hizo.
¿Es más inmune al populismo?
No, no. Ahí tenemos a Alternativa para Alemania, que ya sabemos de qué van. Ningún país es inmune al populismo. El Brexit, por ejemplo, es un constructo populista, ampliamente financiado por el Kremlin. La derecha extrema y Moscú se alían para poner en jaque la cohesión europea. Es un fenómeno muy peligroso. La gente que los apoya no está equivocada, lo que hay que ver es por qué se sienten inclinados a creer esa opción cuyos argumentos desafían a la razón. Lo bueno de Alemania es que es mejor que el resto en la tarea de demostrar que la democracia liberal funciona.
¿Cree que Europa aún teme una Alemania militarizada?
Ese es el gran dilema un año después de la invasión de Ucrania. La tradicional postura alemana es que no necesitaban un Ejército porque nadie les amenazaba, los americanos siempre les protegerían y, además, no se fiaban de sí mismos. Y los vecinos, tampoco. Bien, todo esto ha cambiado radicalmente. Es un momento decisivo para Alemania. Todos los países del este de Europa y los británicos le están diciendo que ya es hora de que crezca, que mande tanques y ayude más a Ucrania.
¿Qué debería hacer Alemania?
En mi opinión, el futuro de la democracia liberal en Europa depende de que Alemania y el resto de la OTAN sean más valientes e inviertan más en su autodefensa. Los americanos no se van a quedar mucho más porque están enfocados en China y en ellos mismos. Así que, ¿quién va a defender a Europa? Yo he vivido varios años en la Unión Soviética y Rusia y sé que siempre van a constituir una amenaza para el centro y este europeos los próximos 20 o 30 años. Con o sin Putin.
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