Un desierto amarillo y Upolvoriento erizado de volcanes. Calor extremo con máximas de 60ºC. Tribus hostiles como los Afar y los Issa en guerra civil indefinida armadas hasta los dientes con AK47 que primero disparaban y después preguntaban. Y toda clase de animales salvajes, como un león que merodeaba por las inmediaciones. En este escenario inhóspito y hostil conocido como la Depresión de Afar, en Etiopía, un extravagante grupo de occidentales y nativos logró hace justo 30 años un descubrimiento que puso patas arriba todo lo que se sabía sobre los orígenes del ser humano. En 2009, 15 años después de un obsesivo trabajo sobre los fósiles hallados, lo hicieron público, soltaron la bomba… y se hizo el silencio. Nadie quiso creerlos.
Recuerda Kermit Pattison, periodista científico de The New York Times, que cuando se interesó por casualidad por el hallazgo de Ardiphitecus Ramidus, una hembra más conocida como Ardi, no imaginaba que comenzaba una investigación de una década que incluiría dos viajes a África e innumerables entrevistas para entender una descomunal batalla científica. El resultado es uno de los libros de divulgación más fascinantes de los últimos años: Hombres fósiles: la búsqueda del esqueleto más antiguo y los orígenes de la humanidad (Capitán Swing).
Ardi reventó el mito de nuestros orígenes y dio nuevas respuestas inesperadas a preguntas fundamentales. ¿Por qué empezamos a caminar erguidos? ¿Cómo evolucionaron nuestras hábiles manos? ¿Fue realmente la sabana la cuna de la humanidad tras bajar de los árboles? Y la cuestión crucial: ¿de verdad el hombre viene del chimpancé o más bien de una criatura distinta y muy extraña? A la intriga no le falta un protagonista, el paleoantropólogo Tim White, una mezcla irresistible de héroe y villano al que la profesión admira, pero también aborrece hasta el punto de referirse a él como «El-que-no-debe-sernombrado». El lector curioso habrá leído El primer antepasado del hombre (1981) en el que Donald Johanson relataba el descubrimiento del homínido Lucy, el Australopithecus afarensis que durante algún tiempo exhibió la credencial de madre de la humanidad. En las páginas de aquel libro conocíamos a un joven y brillante estudiante en prácticas que acabaría formando un imparable dúo científico con Johanson. Tres décadas después aquellos dos amigos y portentosos descubridores de fósiles se odiaban. ¿Qué había ocurrido? «Tim siempre fue intransigente, insistente en la exactitud de los hechos, adicto al trabajo y no siempre diplomático», cuenta Kermit Pattison. «Ofendió a muchos colegas, incluidos algunos científicos muy influyentes de la paleoantropología. En el momento del descubrimiento de Ardi, Johanson se había convertido en un adversario: una voz influyente que retrató a Tim como un villano. Pero la historia de Ardi involucra a un facilitada por Ardipithecuss más conocido equipo mucho más grande, que incluye a muchos etíopes».
Confiesa Pattison que fue el drama humano una de las cosas más le atrajo de la historia. Berhane Asfaw, uno de los principales científicos del libro, vivió el Terror Rojo Etíope de los 1970 cuando era estudiante. Fue arrestado, torturado y casi muere en prisión. El geólogo Giday Wolde Gabriel sobrevivió a hambrunas, guerras civiles y a una brutal paliza. Otros miembros del equipo murieron en accidentes o fueron asesinados. «A muchos occidentales les asombrará conocer los sacrificios realizados por algunos de los pioneros etíopes».
El equipo que descubrió a Ardi no se caracterizaba por su mansedumbre ni por su corrección política. El consenso era, según ellos, un mal indicador a la hora de tener razón. Y, cuando recuperas un esqueleto casi completo de 4,4 millones de años, ¿cómo no vas a chulearte un poco? En el quicio entre el siglo XX y el XXI, la biología molecular que cabalgaba la revolución genómica amenazaba con arrinconar a los cazadores de fósiles que parecían supervivientes del Hollywood clásico.
White y los suyos se rebelaron contra el absolutismo genético y el tiempo acabó por darles la razón. Hoy el intratable paleoantropólogo vive en Burgos y trabaja en el yacimiento de Atapuerca siguiendo la pista enmarañada de nuestra evolución en el último millón de años, cuando salimos de África y Kermit Pattison publica la peripecia alucinante del equipo de frikis que, a las órdenes de un Indiana Jones intratable, halló en Etiopía los huesos del más antiguo antepasado conocido de nuestra especie.
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