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Eyal Press: “El trabajo sucio estigmatiza y causa lesiones morales”

Por El Salto  ·  25.12.2023

El periodista de ‘The New Yorker’ en su libro ‘Trabajo sucio‘ (Capitán Swing, 2023) entrevista a empleados de mataderos, petroleras, prisiones y analistas del programa de drones del ejército estadounidense para conocer los daños que sufren por haber realizado trabajos que les comprometen moralmente.

Ana Belén Negrete

Se paga mal, las prestaciones son escasas o nulas, es poco deseable, pero sobre todo daña a terceros y puede resultar moralmente comprometedor… El trabajo sucio que analiza el periodista de la revista The New Yorker Eyal Press está estigmatizado por la sociedad, la misma sociedad que adjudica estos empleos a sus miembros más desfavorecidos: migrantes indocumentados, individuos que pertenecen a minorías étnicas, gente que ha crecido en la pobreza y aquellos que no han podido acceder a una educación que les permita elegir qué vida quieren llevar.

En su libro Trabajo sucio (Capitán Swing, 2023), Press parte del análisis que hizo de la Alemania nazi el sociólogo estadounidense Everett Hughes, quien sostiene que muchos alemanes que eran “gente de bien”, no nazis, también consideraban que era necesario resolver el “problema judío” y permitieron, por tanto, que otros llevaran a cabo acciones de las que luego renegaron. A partir de esta idea, Press hace una dura crítica a la sociedad actual que está replicando este comportamiento, asignando ese “trabajo sucio” a quienes no tienen alternativas. Press se refiere a la sociedad estadounidense principalmente, pero el análisis es extrapolable a cualquier democracia actual, incluidas por supuesto las europeas.

“EE UU es la sociedad avanzada más desigual del mundo, y eso se refleja no solo en la distribución de ingresos y riqueza, sino también en cómo se organizan el trabajo sucio”

El periodista entrevista a trabajadores de prisiones, mataderos, analistas del programa de drones estadounidense y empleados de grandes petroleras para conocer cuáles han sido las consecuencias que han sufrido tras realizar este “trabajo sucio” y ser víctimas de la estigmatización a la que la sociedad les somete.

El trabajo sucio al que te refieres es estigmatizado por la misma sociedad que lo adjudica a sus miembros más desfavorecidos. ¿Puedes explicar cómo funciona este mecanismo?
No es un mecanismo simple. Si hubiera escrito un libro sobre el trabajo sucio en India cuando existía el sistema de castas, sería muy simple. Podrías decir: “Bueno, hay estas castas y estos trabajos sucios, estigmatizados, solo los realizan las castas más bajas”. Pero, como trato de explicar en el libro, en Estados Unidos es más complicado porque existe la división del trabajo y es un mercado libre. Entonces, las personas trabajan en la profesión para la cual tienen las habilidades y, en ese sentido, si crees en el libre mercado y crees que estas oportunidades están disponibles para cualquiera, se supone que hay una especie de aleatoriedad en la distribución del trabajo. Sin embargo, sugiero que no es así.

Este libro es realmente sobre la desigualdad, y Estados Unidos es la sociedad avanzada más desigual del mundo. Y creo que eso se refleja no solo en la distribución de ingresos y riqueza, sino también en cómo se organizan los trabajos más indeseables y estigmatizados. Si observamos estos trabajos y quiénes los hacen, recaen desproporcionadamente, abrumadoramente, en las personas que tienen menos oportunidades.

Tomemos un ejemplo concreto: las prisiones. Estados Unidos tiene el sistema de prisiones más grande del mundo, pero cuando vas a Estados Unidos y visitas una comunidad adinerada, un suburbio rico o una zona exclusiva de Boston, Nueva York o San Francisco es poco probable que veas una prisión, y es poco probable que veas a las personas que trabajan en esas prisiones porque están ubicadas en áreas más remotas y atraen a una fuerza laboral menos educada, con menos oportunidades y tiende a ser más pobre y compuesta desproporcionadamente por personas negras. Ese patrón que vemos en la fuerza laboral penitenciaria se repite, sugiero en el libro, una y otra vez cuando observamos quiénes terminan haciendo el trabajo sucio en la sociedad.

“Son personas indocumentadas, muy intercambiables. Cuando se lesionan, los despiden o los dejan ir para ser reemplazados por alguien más”

¿Cuál es el papel que se le asigna a los migrantes?
En el libro examino los mataderos, en particular una planta en Texas con condiciones brutales, condiciones de trabajo muy denigrantes, y ¿quién trabaja ahí? No son tejanos blancos de cuarta generación que tienen dinero y están en la industria petrolera. Son inmigrantes. Son personas indocumentadas, muy intercambiables. Cuando se lesionan, los despiden o los dejan ir para ser reemplazados por alguien más. Imagino que los mismos mecanismos existen en Europa, donde los migrantes realizan muchos de los trabajos menos deseables y más difíciles.

Hablas del daño moral que sufren quienes realizan este tipo de trabajo sucio. ¿Puedes explicar en qué consiste?
El daño moral es una herida en el alma, en las personas que han sido testigos o participaron en actividades que van en contra de sus valores fundamentales. En Estados Unidos, este término se hizo familiar entre los veteranos de guerra que hicieron cosas como servir en Abu Ghraib —donde los detenidos fueron torturados—, o que estuvieron en puestos de control en Iraq, allanaron hogares de personas, y luego tuvieron que volver a casa y vivir con los recuerdos de lo que habían visto y hecho.

Si hablas con personas que trabajan en prisiones, escucharás sobre el daño moral. Estas son personas que están metiendo a otros seres humanos en jaulas, privándolos de la libertad básica, a menudo en instituciones violentas y abarrotadas, con muy pocos servicios. Trabajar en un lugar así te obliga a comprometer tu moral y, en cierto sentido, volverte más insensible, abandonar muchos de tus principios porque eso es lo que el trabajo requiere.

El sistema penitenciario en los Estados Unidos tiene dos conjuntos de víctimas: un grupo de víctimas, el más conocido, son las personas que están encarceladas, las personas que están en estas jaulas y en estas condiciones a menudo brutales; y el segundo grupo de víctimas son los trabajadores que son, en cierto sentido, los otros prisioneros, porque también sufren.

“El daño moral es una herida en el alma, en las personas que han sido testigos o participaron en actividades que van en contra de sus valores fundamentales”

Sin embargo, ¿no hay algo de daño moral en cualquier trabajo? Como sociedad, no podemos mirar con superioridad moral a estos trabajadores, cuando todos en algún momento incurrimos en prácticas con las que no estamos de acuerdo, aunque sea a una escala menor.
Creo que la suciedad moral de los trabajos que describo es una versión más extrema de algo que todos conocemos y experimentamos en formas más pequeñas. Tú eres periodista, yo soy periodista. Puedo decir por mí mismo que la experiencia de recopilar información y también entrevistar a personas sobre sus vidas no siempre es óptima, no siempre es sencilla y, por supuesto hay muchos libros sobre cómo los periodistas pueden manipular las cosas para obtener información. No siempre estás siendo tu mejor versión, por decirlo de alguna manera.

Recientemente escribí sobre médicos en Estados Unidos, un trabajo muy prestigioso, muy bien remunerado, y el artículo trataba sobre el daño moral entre los médicos en Estados Unidos. ¿Por qué? Porque el sistema de atención médica en Estados Unidos está tan orientado al lucro en este momento que el lucro viene primero y el paciente viene en segundo lugar, lo que necesitan y el tipo de atención que merecen, y esto crea conflictos y lesiones morales. Así que creo que tienes mucha razón en que todos los trabajos te comprometen moralmente en cierta medida y, en ese sentido, hacen que las personas sean susceptibles a lesiones morales. Sin embargo, creo que las personas cuyos trabajos son bien remunerados y bien considerados tienen muchos recursos para protegerse de esas lesiones.

Por ejemplo, digamos que eres un banquero en Wall Street, y antes del colapso financiero hiciste muchas operaciones que sabías que no eran tan decentes: la gente iba a perder dinero y ganaste mucho dinero con esto. Bueno, puedes sentirte mal. Pero es más fácil sentirte un poco menos mal cuando también recibiste un bono de un millón de dólares, y también tuviste unas vacaciones en las que llevaste a tu familia, y también tienes un coche muy bonito y una casa de veraneo. Mientras que los trabajadores en mi libro tienen esos sentimientos de vergüenza y lesión y estigma y no tienen esas otras cosas, están luchando por sobrevivir. Y creo que eso impacta a la persona de una manera muy diferente.

De todas las historias que cuentas, ¿cuál es la que más te impresionó por las consecuencias que tuvo para la persona realizar ese trabajo sucio?
Pienso mucho en los operadores de drones, tal vez porque trabajo mucho en una pantalla. Creo que lo que es más interesante acerca de ese ejemplo es que se trata de personas que toman decisiones de vida o muerte, sobre si se disparará un misil en una guerra que está ocurriendo a medio mundo de distancia. Y esto es muy emblemático del mundo actual, de cómo está siendo transformado por la tecnología y de cómo esto nos permite distanciarnos de las consecuencias de nuestras acciones, porque ahora simplemente presionamos un botón en una pantalla o hacemos clic en algo… Cada vez estamos más alejados de la realidad física, por ejemplo, de un matadero.

Se puede comparar esa distancia que tiene el operador de drones del campo de batalla con la forma en que hacemos compras, por ejemplo. Compramos haciendo clic en nuestro ordenador en varias cosas. Elegimos este y este y este producto, y todo llegará a mi puerta. Y no tengo que ver a una persona. No tengo que ver al trabajador de Amazon que puede estar lesionado porque trabaja muy duro. No tengo que pensar en toda la gasolina y el embalaje que se requiere.

¿Y qué papel piensas que tendrá la inteligencia artificial en ese tipo de trabajo? Estoy pensando en el artículo publicado por la revista +972 sobre el uso que hace el ejército israelí de un sistema de inteligencia artificial, The Gospel, para obtener información y elegir sus objetivos en los ataques en Gaza. El resultado no está siendo una elección de víctimas más selectiva y una disminución del número de víctimas colaterales, por el contrario está siendo una aumento en el número de inocentes asesinados.
Creo que es un gran ejemplo de cómo la tecnología puede llevar a lo que se llama la dispersión de la responsabilidad. No soy yo quien toma esta decisión, es la máquina la que lo hace. Y me parece que crea la ilusión, y es una ilusión muy reconfortante, de que de alguna manera no eres la persona que está librando esta guerra o eligiendo estos objetivos para realizar ataques y bombardeos que destruyen edificios y obligan a la gente a abandonar sus hogares, y matan a personas. Es la máquina la que lo está haciendo, y creo que eso es una manera muy conveniente de quitar la responsabilidad a las personas. Pero, por supuesto, la responsabilidad pertenece a la sociedad. Diseñamos las máquinas. Las máquinas no nos son ajenas, al igual que pasa con la guerra con drones y, con en este ejemplo que mencionas.

“Uno de los mitos de la guerra con drones es que es fácil, que la persona que mira el objetivo no siente nada, simplemente presiona el botón”

Recientemente escribí un artículo sobre cómo la inteligencia artificial se está utilizando para identificar a la persona que cometió un crimen. Tomas una foto o un vídeo de la escena del crimen y lo pasas por el ordenador, el algoritmo, y busca en las bases de datos y dice: “Ah, es esta persona”, ¿verdad? Entonces ahora decimos que este es el sospechoso que cometió el crimen, porque coincide con la cara. Pero la máquina puede cometer errores y el algoritmo no distingue tan bien entre caras negras como entre caras blancas, o entre mujeres como entre hombres, por lo que se cometen errores, pero de esta manera es culpa de la máquina si algo sale mal.

Volviendo al ejemplo de la guerra en Gaza. Por un lado, se puede considerar que la máquina está tomando las decisiones y que ese factor puede ser un eximente. Pero, por otro lado, la persona que decide atacar tiene más información sobre las víctimas que habrá, gracias a la inteligencia artificial. ¿Esto no provocará que en el futuro los soldados sufran un daño moral mayor? Porque sí, puedes decir la máquina decide, pero también tienes más información sobre las consecuencias.
Sí, espero que cuando la gente lea el capítulo sobre la guerra con drones, piense en estas preguntas, porque uno de los mitos de la guerra con drones es que es fácil, que la persona que mira el objetivo no siente nada, simplemente presiona el botón. Pero, como muestro en esa parte del libro, esto es falso. Lo que ven son imágenes, a veces muy vívidas, del pueblo, la casa, la familia, el rostro y la procesión de bodas, y esto puede causar efectos realmente perturbadores para las personas que toman esas decisiones porque crea esta intimidad, y estás siguiendo a estas personas y luego, boom.

Eso es todo. Se tomó una decisión y están muertos, al igual que sus familiares. Y los ves recogiendo entre los escombros a quienes murieron. Esta es una forma muy vívida de guerra para la persona involucrada.

Uno de las personas que entrevisté del ámbito militar estaba muy molesto de que los medios usaran el término “vehículos aéreos no tripulados”, no tripulados refiriéndose a sin personas. Y él dijo que no, que no son no tripulados. Son hipertripulados. Hay tantas personas mirando esas imágenes, en cada paso. No podemos olvidar que están dirigidos por personas.

¿Cómo crees que evolucionará el trabajo sucio en el futuro?
Creo que la tecnología va a ser muy conveniente para conseguir dos cosas relacionadas con los trabajos desagradables: una es quitar algunas de las tareas más desagradables de las manos de las personas, automatizarlas. Esto creo que es extremadamente peligroso, porque piensa en la guerra nuclear y en la automatización de decisiones que podrían llevar a una máquina a decidir, en última instancia, si se lanza un misil. Sabemos por la historia de la Guerra Fría que este tipo de lanzamientos estuvieron a punto de ocurrir varias veces, y fueron personas quienes intervinieron y decidieron que no, que había un error y que no se estaba produciendo un ataque, pero estuvimos muy cerca. Entonces, ¿realmente queremos vivir en ese mundo?

Y creo que la segunda forma en que la tecnología es muy conveniente es que permite a las personas distanciarse más de las decisiones finales. Diseñas la máquina y vives en tu oficina e interactúas con la pantalla, pero no ves las consecuencias de tus acciones, creas un distanciamiento moral.

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