La conversión de Estados Unidos en superpotencia pasó por el uso de formas coloniales que se siguen practicando. Daniel Immerwahr lo pone al descubierto en ‘Cómo ocultar un imperio’ .
Es lógico que un país como Estados Unidos, que presume orgulloso de haber nacido de una guerra de liberación anticolonial, haya tenido reticencias en reconocer su propio papel como potencia colonialista en el pasado y en el presente. Daniel Immerwahr, historiador de la Northwestern University, nos propone en este libro un viaje no solo por el pasado de esas colonias, sino por una visión más completa de la historia de Estados Unidos que no niegue su existencia ni su relevancia.
Las trece colonias que se independizaron del Reino Unido en el siglo XVIII y pusieron en marcha Estados Unidos ocupaban un área ocho veces menor que el país actual. Por eso, la primera colonización estadounidense fue la que iba expulsando a los nativos americanos de sus tierras. Desde ahí se distinguían claramente los dos motores que se mantendrían hasta hoy: el supremacismo y el interés
Estados Unidos fue creciendo territorialmente en Norteamérica, primero a expensas de los indios y luego de los mexicanos, pero también del Imperio español o los intereses franceses. De este modo, la tierra cambiaba de manos por la fuerza o por la compra, pero con el pacto tácito de que esos nuevos “territorios” adquiridos, con pocos derechos, pasarían en algún momento a ser estados de pleno derecho en los que, al menos, los blancos podrían vivir con ciertas garantías legales.
Después se asomó al mar y conquistó islas cercanas o remotas para explotar sus recursos naturales o para hacer las cosas que no podía hacer en su territorio “de verdad”: los ejemplos van desde los salvajes experimentos médicos con los puertorriqueños hasta la tortura en las cárceles de Guantánamo o los islotes del Pacífico donde se probaban las bombas nucleares.
A lo largo de su historia, Estados Unidos ha llegado a dominar completamente los destinos de lugares tan dispares como Filipinas, Cuba, Japón o Irak; y, por supuesto, todavía controla otros, como Puerto Rico, Guam o la Samoa Americana, donde los habitantes son ciudadanos estadounidenses, pero, al no vivir en un estado, no pueden, por ejemplo, elegir al presidente o tener un representante que vote por ellos en el Congreso.
Desde la “conquista del Oeste” y el establecimiento de colonias extractivas hasta las modernas bases militares que hoy tiene en otros países o los “estados libres asociados”, EE. UU. ha sido y es una potencia colonial de primer orden. El libro de Immerwahr nos ayuda a comprender qué importancia ha tenido eso en el desarrollo del país y en el de los territorios que han estado bajo su control colonial, o cómo han evolucionado sus tácticas colonialistas de la intervención militar a la hegemonía económica o cultural.
Cómo ocultar un imperio
Daniel Immerwahr
Madrid: Capitán Swing, 2023. 600 pp. 28 €
Ver artículo original