El empoderamiento femenino y la visibilidad de la mujer en muchos ámbitos es algo imparable desde hace años. Las cosas han ido cambiando, muy lentamente, pero lo han hecho. Sin embargo, hay campos en los que el peso de las féminas no alcanza las cotas deseadas ni atiende a la realidad. Es el caso de la medicina que, en muchas ocasiones, sigue obviando a la mitad de la población mundial. A pesar de que desde hace décadas se sabe que hombres y mujeres no enferman igual, ni tienen los mismos síntomas, ni reaccionan igual a los distintos tratamientos, la medicina ha mantenido un prisma androcéntrico durante siglos.
Carme Valls-Llobet, especialista en Endocrinología, lleva años estudiando y luchando por que la perspectiva de género se tenga en cuenta en el cuidado de la salud. En 2006, publicó el libro Mujeres Invisibles para la Medicina que, 14 años después, ha reeditado y ampliado de la mano de la editorial Capitán Swing.
Según explica, a lo largo de estos casi tres lustros hay cosas que han cambiado para bien, pero en otras muchas se ha retrocedido. «Por ejemplo, en el abordaje de las patologías cardiovasculares, que era la primera causa de muerte entre las mujeres, éramos totalmente invisibles para los trabajos en esta especialidad. Ahora hemos mejorado y entre un 30% y un 35% de los estudios ya incluyen a las mujeres», señala Valls-Llobet.
Sin embargo, según apunta, en campos como la menstruación, «en el que hubo un boom de trabajos entre los años 1995 y 2000, ha habido un estancamiento y parece que es un tema que ya no interesa a nadie; directamente, cuando hay algún problema se tira de anticonceptivo».
Ese parón también parece haber afectado a enfermedades crónicas y a las autoinmunes (lupus, artritis reumatoide…), «donde no se ha avanzado mucho en los tratamientos, a pesar de que en algunos casos, como en la tiroiditis autoinmune, por cada hombre que la padece hay 50 mujeres», expone la endocrinóloga.
Otro de los aspectos más negativos de estos años, en opinión de Valls-Llobet, es el abuso y generalización de la medicalización, «por ejemplo, en la sexualidad. La femenina es totalmente desconocida, está escondida bajo siete velos y no se puede comparar con la masculina. No han encontrado la viagra de la mujer y se han inventado la pastilla rosa que, en realidad, es un antidepresivo, de lo que se puede inferir que si la mujer no tiene deseo es porque está deprimida, cuando son posibles otras muchas causas. La salud no es sólo biología sino también condiciones de vida y trabajo», sentencia.