El último libro publicado por Capitán Swing Libros me ha sorprendido un poco, no por su calidad, que es -como la del resto de libros que publica esta joven editorial- indiscutible, sino por su género. Es la primera novela que publica una editorial fundamentalmente dedicada al ensayo dentro del área de las Humanidades y, más concretamente, a los textos clásicos y normalmente descatalogados. Sin embargo, el último libro publicado en la colección “Polifonías” es una novela, aunque tampoco es una novela al uso, una novela cualquiera. La bestia humana (La béte humaine, 1890) de Émile Zola, traducida por J.Antonio Pérez Pulido y editada por Capitán Swing con una introducción de Gilles Deleuze, es la decimoséptima novela publicada por el escritor francés dentro de esa serie de viente novelas publicadas por Zola entre 1871 y 1893 bajo el título genérico de Los Rougon-Macquart. Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio, una serie inspirada en La Comedia Humana de Balzac y centrada en la historia de cinco generaciones de una familia francesa originaria del imaginario y pronvinciano pueblo de Plassans.
La bestia humana es la historia de Jacques Lantier, un ingeniero de locomotoras solitario y misógino que se enamora de una mujer casada. Personaje típico del naturalismo zolesco, Lantier goza de buena salud física, pero sufre la desgracia de ser poseído por la fuerza irreprimible de sus instintos más primarios y por la influencia de la herencia familiar y la presión de un medio que le asfixia y le condiciona a actuar. Respecto al primer factor, el del determinismo de la herencia familiar, decir que un aspecto fudamental en la obra de Zola y en, general, en la aplicación del cientifismo que la corriente naturalista quiere hacer a la literatura. Como dice Deleuze en su introducción, en Zola hay “dos ciclios desiguales coexistentes interfiriéndose uno al otro: la pequeña y la gran herencia, una pequeña herencia histórica y una gran herencia épica, una herencia somática y una herencia germinal, una herencia de los instintos y una herencia de la fisura”.
Respecto al ambiente de la novela, toda la serie sobre la familia Rougon-Macquart evoca el contexto de la Francia del Segundo Imperio de Napoleón III (1852-1870), período durante el cual la sociedad francesa vive los cambios que conlleva la progresiva industrialización del país y el crecimiento de unas grandes ciudades que conviven todavía con la Francia más rural y tradicional. Zola retrata – como hace en alguna de sus otras novelas más conocidas como Germinal – la influencia de la Revolución Industrial y sus consecuencias menos favorables sobre el proletariado y sobre ese individuo que se convierte en una fuerza de trabajo acostumbrad a convivir día a día con las máquinas. De este ambiente, y en concreto del mundo del ferrocarril, por entonces en pleno proceso de desarrollo, es de donde rescata Zola a Jacques Lantier, el protagonista de este relato pasional (asesinato incluido) que es a la vez un duro retrato de la condición humana y de la influencia y la fuerza de lo más irracional y primitivo del ser humano inadotado a su ambiente y determinado por sus orígenes.
Francisco Fuster
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