10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

Elizabeth Holmes y el caso Theranos: cómo Silicon Valley puede alimentar el peor tipo de ambición

Por El País  ·  13.09.2021

-¿Qué veremos en 2025?, le pregunta el periodista

-Habrá un mayor acceso a la información sanitaria, responde Elizabeth Holmes, fundadora de Theranos

-¿Con qué sueñas para el 2025?

-Que menos gente tenga que despedirse de sus seres queridos antes de tiempo

Elizabeth Holmes (Washington DC, 1984), vestida de negro, mira a cámara con sus penetrantes ojos azules y responde sin vacilaciones y sin parpadear. Arranca así el documental de HBOThe inventor: Out for Blood in Silicon Valley,  que narra una historia fascinante, la de esta jovencísima empresaria de Silicon Valley, ese lugar arrogante y ambicioso, que en 2005 embaucó a directores financieros, inversionistas potentísimos, farmacéuticas, médicos reputados, periodistas, empleados, ingenieros y pacientes, para crear lo que acabaría siendo nada: su startup Theranos (de terapia y diagnóstico). El objetivo era, como dice en la entrevista, detener en la medida de lo posible a la muerte.

https://youtube.com/watch?v=wtDaP18OGfw%3Ffeature%3Doembed

A los 19 años, tras dejar la universidad de Stanford para “poner en marcha algo grande”, y aprovechándose de los contactos fabulosos de su adinerada familia, consiguió montar las bases de esta empresa que consistía en un sistema de análisis sanguíneo con el que se podían detectar enfermedades con un solo pinchazo en el dedo. Logró incluso convencer del invento a la FDA, la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE. UU., montó una despampanante junta directiva para la que reclutó a dos exsecretarios de Estado, George Shultz y Henry Kissinger. Y, atención, consiguió la bendición del entonces (2015) vicepresidente de EEUU, Joe Biden, al que invitó a una de sus encerronas, una visita a un falso laboratorio.

El miércoles de esta semana, 18 años después, arrancó el juicio contra Holmes en el tribunal federal de San José (California). Se la juzga por fraude y conspiración, con una docena de cargos y se enfrenta a una posible condena de 20 años de cárcel. La acusan, junto a su ex novio y ex socio en Theranos, Ramesh Balwani, de defraudar a inversores, médicos y pacientes y de una estafa piramidal en toda regla. Ambos se declaran inocentes y aseguran que obraron sin mala fe.

Elizabeth Holmes en el primer día de su juicio el pasado 8 de septiembre FOTO: GETTYIMAGES

Los abogados de Holmes van a intentar alegar que fue el ex novio quien la manipuló para llevar a cabo el engaño. Algo que, según los ex empleados no era cierto. “Ella tenía siempre la última palabra”, aseguran. El juicio puede alargarse varios meses, dada la complejidad del asunto. Aunque para el fiscal federal que lleva el caso contra Holmes, Robert Leach, la situación no puede ser más clara. Leach ha declarado a The Washington Post que “este es un caso de fraude, de mentir y hacer trampa para ganar dinero”.

El periodista que no se creyó la historia

Pero lo más interesante de esta historia, al margen de este juicio muy esperado en EEUU es cómo se pudo construir tal mentira, y sostenerla en el tiempo, cómo se pudo llegar hasta aquí. Y para entenderlo hay, además del citado documental, un libro, Mala Sangre (Capitán Swing)  que lo muestra de manera minuciosa, sin prisa, parándose en los detalles, en los momentos claves de la vida de Holmes que explicarían parte de la historia. El libro recoge la investigación, el importante trabajo del periodista del Wall Street Journal, John Carreyrou, uno de los pocos que no cayó en sus redes, que se cuestionó el cuento de hadas multimillonario que estaba contándole Holmes a todo el mundo y que acabó destapando la estafa. Forbes, New Yorker, Fortune, las televisiones americanas, los medios económicos más destacados de EEUU, los específicos dedicados a la tecnología, todos repitieron este asombroso relato de ascensión de una joven que emulaba a Steve Jobs en la forma de vestir, (con su proverbial suéter negro de cuello cisne), en la sobriedad y en las intenciones: que la tecnología cambiaría el mundo tal y como se conocía. De alguna manera consiguió ese sueño de parecerse a su ídolo: fue alabada como una versión biomédica de Steve Jobs, una niña prodigio que abandonó la universidad y que haría que los análisis de sangre fueran tan convenientes como el iPhone.

Mala sangre hace de la anécdota categoría y contando esta historia, consigue analizar y relatar el lado oscuro de la tecnología/tecnológicas, sus efectos más perversos y sus consecuencias más negativas: creciente desigualdad, control, concentración de poder, desregulación, injerencias en el poder político, fraude y evasión, fake news etc…, tal y como explica el editor jefe y fundador de Capitán Swing, Daniel Moreno, que tuvo clarísimo que tenia que editar esta historia por excelencia de Silicon Valley: la del vendehumos.

El libro rrecorre los inicios de Holmes, su subida a la gloria y su caída. Cuenta cómo fichó a varios ex de Apple, cómo logró que inversionistas prestigiosos las respaldaran al principio, -cuando más cuesta hacerle creer al mundo en general y a Silicon Valley en particular, que mereces la pena- y cómo vendió acciones en una ronda de recaudación de fondos que valoró a la compañía en más de nueve mil millones de dólares.

Pero resulta que no había nada, la tecnología no funcionaba, no funcionó nunca. Las maquinas no servían tal y como estaban diseñadas, las agujas se rompían, la sangre se derramaba, tal y como se detalla en el documental. En cada reunión Holmes vendía humo, como decía Moreno, promesas audaces, entelequias, prototipos, (eternos prototipos), planes para el futuro que no se sostenían. Tendía trampas en todas partes, controlaba a los empleados y les exigía una confidencialidad absoluta para evitar filtraciones, (les prohibía que pusieran en LinkedIn que trabajaban en Theranos). Desconfiaba de cualquiera que hiciera preguntas. La junta directiva era un comodín, Holmes tomaba siempre todas las decisiones. Hizo un cordón sanitario para que nadie pudiera acceder a las instalaciones donde se supone que estaban las máquinas prodigiosa, con la que cualquier ser humano podría vaticinar sus posibles enfermedades.

En el libro se narra una escena reveladora. Holmes y Balwani, su novio en ese momento, invitaron en 2015 al entonces vicepresidente Joe Biden, a visitar el local de Theranos en Newark. Querían mostrarle a Biden un laboratorio de vanguardia completamente automatizado, pero el problema es que no lo tenían. Tampoco había director (el último se había marchado harto de mentiras y excusas). Además los empleados recelaban, pero la pareja no sucumbió. En lugar de mostrarle a Biden el laboratorio real, con todas las carencias, montaron uno falso. El día de la visita, los empleados fueron enviados a casa y la pareja acompañó al vicepresidente por las instalaciones. Al acabar organizaron una mesa redonda sobre atención médica preventiva en las instalaciones, con media docena de ejecutivos de la industria , incluidos el presidente del Hospital de Stanford. Durante la mesa redonda, Biden describió lo que acababa de ver como el laboratorio del futuro, elogió a Holmes por su activa colaboración con la FDA, que, destacó “ha realizado recientemente evaluaciones favorables de vuestro innovador dispositivo”.

La niña que quería ganar

¿Pero quién es esta joven, creadora de esta fallida startup de biotecnología? El libro, para el que el periodista entrevistó a más de 150 personas, incluidos mas de sesenta antiguos empleados de Theranos, bucea en la infancia de Holmes, que no quiso cooperar en el relato, y se para en detalles muy significativos. Su familia paterna y materna eran exitosos, poderosos y adinerados y las conversaciones giraban a menudo sobre los logros, las altas aspiraciones, lo bueno de ser ambicioso, los relatos de grandes triunfos familiares y lo penoso de ser un fracasado.

Crecí con esas historias sobre grandeza– le contaría Elisabeth a la revista New Yorker en una entrevista- y sobre las personas que deciden no emplear sus vidas en algo que tenga sentido, y qué les sucede a estas personas cuando toman esa decisión: cómo influye en el carácter y en la calidad de vida de esas personas”.

De niña, los veranos los pasaba en Boca Raton, Florida, con su hermano, su madre, sus tíos y su primo David en el apartamento que tenían estos con una hermosa vista del Canal Intracostero del Atlántico. Allí los niños se bañaban en la playa por la mañana y por las tardes jugaban al Monopoly. “Cuando Elisabeth iba ganando, que era la mayor parte del tiempo, insistía en seguir hasta el final amontonando casas y hoteles durante el tiempo que hiciera falta hasta que su primo y su hermano acababan en bancarrota. Cuando de vez en cuando perdía se marchaba furiosa. Y más de una vez atravesó la puerta mosquitera de la entrada principal. Era un primer esbozo de su intensa tendencia con competitiva”, apunta el periodista en su libro.

Y en esa misma línea de la infancia, la propia Holmes cuenta en el documental que de pequeña “no veía la tele, mis mejores amigos eran los libros. Me gustaban las historias de los líderes que guiaban a los demás”. Un dato: aprendió por sí misma mandarín mientras estaba en la escuela secundaria.  

Pasados apenas unos años de esas partidas de Monopoly, Holmes se convirtió en una estudiante aplicadísima, tenaz y con las cosas claras. Quiso seguir las enseñanzas paternas: si quería dejar su huella en el mundo tendría que lograr algo que contribuyera a un bien mayor, no solo a hacerse rica. La joven entendió que la biotecnología ofrecía la posibilidad de lograr ambas cosas, así que eligió Ingeniería Química en la universidad de Stanford. Duró poco, apenas unos meses. Un día se plantó en casa y dijo, “no quiero seguir, quiero ganar dinero, voy a dejar la universidad”. Y empezó la fantasía de Theranos.

La joven que quería inventar el futuro

Usó a amigos familiares, que entraron al trapo y le dieron millones de dólares tras oírla hablar con pasión, confianza y convencimiento de su proyecto de startup. Tal y como relata el documental de HBO, hablaba de anticipar la enfermedad y usaba frases grandilocuentes como “quiero un mundo donde nadie tenga que decir, ‘ojalá lo hubiera sabido antes’”. Así que Palo Alto, ese lugar en cuya entrada se puede leer “un lugar para los que buscan inventar el futuro”, la acogió enseguida como “uno de los nuestros”. ¿Era un momento feliz para las startups, y por eso todo fue más sencillo?, le pregunto al responsable de El País-Retina, Jaime García Cantero. “Llevamos muchos años en este mundo feliz. El momento era dulce pero no muy diferente al de ahora, seguimos oyendo historias de empresas que hacen cosas mágicas y que resulta que no son tan mágicas. Pero quizá llegar tan alto como ella llegó antes de caerse, sería hoy mucho más difícil porque se ha madurado”, apunta el periodista.

En un tiempo record, esta joven promesa que siempre vestía de negro (en el documental se muestra su vestidor repleto solo de ropa oscura) tenía 800 empleados y una empresa valorada en 10.000 millones de dólares. Los periodistas y ex empleados que desfilan por las páginas del libro y por el documental repiten como un mantra que la de Holmes era una historia muy atractiva: una joven audaz que deja la universidad y levanta un imperio, que trabaja mucho, que duerme poco, que consigue el beneplácito y el dinero de inversores de renombre como Carlos Slim, que logra que la presidenta de Brasil destaqué su labor en una reunión, por encima de otros pesos pesados del mundo de las tecnologías, como el creador de Facebook… “Era difícil no quedar atrapada, al principio era inspiradora, supervisaba todas las contrataciones, estaba siempre disponible”, destaca Erika Garder, una de las ingenieras que reclutó Holmes.

Las historias tienen emociones, los datos no

Pero ¿por qué nadie comprobó los datos reales, los números, la parte prosaica del negocio, antes de darle dinero al principio o de seguir apostando después? Otro de los expertos, un peso pesado de las inversiones da una clave: “La intención de Holmes era buena, detectar pronto enfermedades para la gente con menos recursos, eso para empezar. Y para seguir, las historias tienen emociones, y los datos no”. El periodista de Fortuna, Roger Parloff, que le dedicó un amplio reportaje, cuenta en HBO que “la gente hablaba de ella como si fuera Beethoven. Me dijeron que era una criatura que llega cada uno o dos siglos. Si en una ronda infinita de llamadas y entrevistas a poderosos hombres de negocios, todos la alaban y te topas con Henry Kissinger, que te dice que es una empresaria excelente y que tiene cualidades etéreas, es difícil dudar”.

Comenta García Merino que no solo se la coló a los periodistas, “también a los ingenieros más preparados. Es verdad que el periodismo especializado hace falta. La tecno fascinación es muy bizarra, nos hace poco reflexivos, pero la esperanza es que al final fue un periodista el que lo desveló todo, (el citado autor de Mala Sangre, que publicó sus primeras dudas en el Wall Street Journal) fue la prensa la que lo destapó todo. A mi me cuesta creer que los inversores profesionales especializados en tecnología no lo viera, ¿no se vio o no se quiso ver y se dijo, hay que seguir la burbuja y pasarle la patata caliente al siguiente?. Es verdad que hay una enorme opacidad en las empresas tecnológicas, pero ¿de verdad los empleados no lo sabían, nadie levantó la mano, todo el mundo dijo ‘mi jefa es mala pero yo la obedezco’?”

Empleados aterrorizados y un abogado feroz

Este es otro gran tema de Theranos. Cuando empezó a resquebrajarse la confianza, cuando los ingenieros, los biólogos, los ejecutivos de altísimo nivel empezaron a cuestionar y a cuestionarse lo que estaban haciendo, Holmes y Balwani tuvieron claro que no querían empleados, que querían una guardia pretoriana. “Igual no encajas en Silicon Valley”, le decían a todo aquel que se quejara o dudara. Y empezó la locura. Les vigilaban los correos, se les impedía compartir gimnasio con colegas de otras compañías y cuando comenzó la desbandaba y se sucedieron las filtraciones y los comentarios, contrataron al abogado David Boies, un león de la industria legal, el músculo legal de Harvey Weinstein para silenciar acosadas. Boies se dedicó a perseguir, amenazar y amedrentar a exempleados, y al propio periodista John Carreyrou, cuando se descubrió que estaba investigando. “Boies despertaba pavor, un empleado sabía que podía destrozarle la vida, acabar con su carrera y con todos sus ahorros”, asegura Carreyrou en el documental.

El caso es que, tal y como relata el libro, a partir de un determinado momento, a nadie le interesó que fuera un fiasco, así que se dedicaron, como Holmes, a fingir hasta conseguirlo. Pero a finales de 2017 “Theranos se estaba quedando sin gas, había consumido la mayor parte de los 900 millones de dólares que había recaudado de los inversores, gastado muchos de ellos en costas legales. En 2015 había llegado a tener 800 empleados y en 2017 tenía 130. Se cernía sobre ellos la bancarrota”, concluye el libro. En 2018, por fin, la comisión de Bolsa y Valores acusó a Theranos, Holmes y Balwani de llevar a cabo un complejo fraude durante años y continuó la investigación criminal.

El 14 de junio, tres semanas después de la publicación del libro Mala Sangre, Holmes y Balwani fueron acusados de dos cargos de fraude electrónico. Para obtener su libertad tuvieron que pagar una fianza de 500.000 dólares cada uno y entregar su pasaporte. El periodismo pues, lo había logrado, tal y como apuntaba García Merino.

Los abogados de esta joven de ojos azules y voz grave, en el primer día de juicio, intentaron cambiar el relato argumentando que Holmes fue una víctima más de su exnovio Balwani, 20 años mayor. “Fue una víctima de abuso machista durante diez años”, explican en su relato.

Acabe como acabe el juicio, el caso ha supuesto un cambio de paradigma en Silicon Valley. Al procesar a los dos exejecutivos, los fiscales generales mandan un mensaje a todos los empresarios de Palo Alto: ya no se tolerarían faltas de conducta graves so pretexto de innovar. Tras el espíritu empresarial “hay normas legales que requieren honestidad, juego limpio y transparencia”, han dicho.

Anna N. Schlegel, vicepresidenta de NetApp, una de las compañías más importantes del mundo en la gestión de datos, ubicada en SiliconValley suscribe este mensaje. Esta ejecutiva catalana cree que este espinoso asunto, que califica de “gran estafa”, nada habitual, no va a perjudicar al universo de Silicon Valley “se pone como ejemplo de lo que no hacer. Y además ayuda a que se planifique mejor el nivel de las juntas directivas que han de estar mucho más alertas. En este caso, los ejecutivos no hacían las preguntas oportunas en las juntas”.

Para el editor Daniel Moreno, frente al corajudo autor del libro, que soportó un cruel hostigamiento legal, y su periódico audaz que le apoyó en la denuncia pese a que el propietario del Wall Street Journal había invertido 125 millones de dólares en Theranos, “está la deprimente lista de periodistas que fueron engañados por el bombo publicitario de Holmes, lo que lleva a uno a preguntarse por qué tantos periodistas pierden sus facultades críticas cuando se enfrentan a los Zuckerberg, o los Holmes, de este mundo. El poder no es el único afrodisíaco que existe, al parecer. La riqueza impulsada por la tecnología también hace bien el trabajo”

Ver artículo original