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El volcán que hizo estallar la Revolución Francesa

Por La Vanguardia   ·  06.07.2021

El estudio tradicional de los acontecimientos históricos nos tenía acostumbrados a la causa-efecto. Un suceso lleva a otro hasta provocar un cambio sistémico. A veces, sin embargo, cuesta identificar esos puntos en el camino, especialmente los que tienen que ver con factores ambientales.

En los últimos años se han ampliado los estudios sobre desastres naturales históricos y los investigadores empiezan a desarrollar nuevas hipótesis vinculando acontecimientos separados por varios años. Es algo así como el efecto mariposa, un pequeño aleteo en un punto remoto del planeta que provoca un momento caótico en la otra punta.

En su reciente libro Desastres: cómo las grandes catástrofes moldean nuestra historia (Capitán Swing), la sismóloga Lucy Jones incide en la erupción del volcán Laki de 1783 -“el desastre natural más mortífero de la historia de la humanidad”, según los expertos- y lo vincula con la hambruna que asoló Europa y que fue un factor determinante que desencadenó la Revolución Francesa (1789-1799).

El volcán Laki se encuentra en el sur de Islandia y estalló cuando la isla apenas tenía 50.000 habitantes. Aún así, sus efectos causaron millones de muertos. Las erupciones y las inundaciones de lava son parte común de la vida de los islandeses. La explosión del volcán Eldgjá en el siglo X está relacionada con la conversión de Islandia al cristianismo.

Ocho siglos después, exactamente el 8 de junio de 1783, una enorme nube negra se situó sobre el cielo de la isla. El estallido del Laki duró ocho meses y depositó una capa de lava de quince metros de altura en un área de más de mil quinientos kilómetros cuadrados, procedente de 10 fisuras diferentes.

Los flujos de lava cesaron a principios de 1784 tras devastar la región más fértil de Islandia. Los gases venenosos continuaron causando estragos durante años. Se calcula que murieron 10.000 islandeses a causa de la hambruna y los millones de toneladas de emisiones de fluoruro de hidrogeno y dióxido de azufre, que alcanzaron las capas más altas de la atmósfera y convirtieron la erupción en una catástrofe sin precedentes.

Partículas de azufre

Una niebla espesa cubrió Europa, enfriando temporalmente la Tierra

Una niebla espesa cubrió Europa, provocando problemas respiratorios en tantas personas que no había suficientes campesinos para recoger las cosechas. En la estratosfera, las partículas de azufre descompusieron la luz solar, enviándola de vuelta al espacio y enfriando temporalmente la Tierra (en 1991, la erupción del monte Pinatubo hizo bajar la temperatura 0,9 grados centígrados durante tres años).

Las temperaturas en Europa durante el invierno siguiente fueron muy bajas. La ola de frío habría acabado con la vida de millones de personas. En Francia, según recoge Lucy Jones, se desató una crisis política cuando la reina María Antonieta supuestamente dijo que la nieve que había cubierto las calles era “fabulosa para sus paseos en trineo”.

Las protestas de la población habrían obligado a Luis XVI a realizar grandes donaciones a las víctimas de las inundaciones durante el deshielo. La hambruna provocó un gran malestar social, un cóctel imposible de digerir. Luis XVI fue guillotinado en enero de 1793 y a María Antonieta lo ocurrió lo mismo unos meses después.

La erupción del Laki no solo afectó Europa. Se calcula que Egipto, que sufrió la falta de crecidas del Nilo a causa de la escasez de lluvias monzónicas, perdió a la sexta parte de su población. En la India y Japón, que a su vez fueron azotadas por el fenómeno meteorológico de El Niño, vieron morir a cerca de once millones y un millón de personas, respectivamente, a causa del hambre.

El texto de Jones analiza varios desastres naturales y su impacto en nuestra cultura. Terremotos, inundaciones, tsunamis, huracanes o volcanes son los protagonistas de varias historias de muerte y desolación, aunque también sirven de base para la vida. Mientras los terremotos nos dan manantiales naturales, los volcanes producen suelos fértiles.

La sismóloga californiana apunta que estos desastres naturales han aupado líderes y derrocado gobiernos, además de influir en la forma en que pensamos, sentimos, luchamos, nos unimos o rezamos. Desde la erupción en Pompeya en el siglo I después de Cristo hasta las inundaciones de California de 1862, el tsunami del océano Índico de 2004 o los huracanes estadounidenses de 2017. 

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