‘El vientre vacío’, retrato de la generación precaria y sin hijos

Por Cadena Ser  ·  21.09.2019

La maternidad siempre ha sido un debate complejo en el feminismo. Por un lado, es una de las formas donde la sociedad patriarcal ha puesto siempre el control. El control de la natalidad, el control del deseo. Por otro, ha sido siempre algo que ha atravesado y atraviesa a todas las mujeres. Conciliar, dar el pecho, ser despedida con un embarazo, diferencia salarial, reparto desigual de las tareas y los cuidados, congelación de óvulos, tratamientos de fertilidad… todo es

Con el éxito de las dos convocatorias del 8 de marzo, la maternidad ha vuelto a centrar el debate. Quizá la conciliación es el tema que más se ha tratado, dejando de lado, una vez más, la brecha de clase. Es la culpable de las llamadas «maternidades aplazadas». Mujeres, falsas autónomas, con contratos precarios, en el paro… que se ven obligadas a dejar a un lado su deseo de ser madre. No pueden elegir, no pueden organizar.

La precariedad obliga a esperar y esperar es una manera de establecer jerarquías. La frase de Andrea Köhler resume de manera directa la tesis de El vientre vacío,libro de la periodista Noemí López Trujillo, que publica la editorial Capitán Swing.

¿Cómo surge la idea de este libro?

Surge de la lectura del libro de Silvia Nanclares, Quién quiere ser madre. Pasa por un momento mío turbulento, lo dejo con mi pareja y sufro un despido. Siento que mi vida es muy precaria y que no estoy como me imaginaba. hago una reflexión sobre el tiempo y la espera y pienso en el tiempo que iba a pasar hasta que pudiera ser madre, que es una de las cosas que siempre he tenido claras.

¿En qué momento te das cuenta de que un proceso individual es tan generacional?

A raíz de publicar el artículo me llegaron muchos mensajes de mujeres de mi edad y también mayores. Me encontraba a conocidas por la calle y salía el artículo en la conversación. Me decían que se habían sentido reflejadas porque muchas de ellas iban a tener hijos cuando llega la crisis y lo aplazaron. Entonces me planteé que iba a ser una situación en la que se vieran mujeres más jóvenes que yo, mujeres de mi edad y también mujeres mayores. Me di cuenta de que la queja mía carecía de sentido si no metía más voces. Hablando con ellas iban apareciendo amigas y conocidas que estaban igual.

Abres la maternidad a aspectos que no suelen aparecer cuando se habla de ello, en el discurso general. Tú hablas de vivienda, trabajo, salud, de dinero…

Es que no es cuestión de que se arregle una sola cosa. no se trata solo de poder acceder a una vivienda, de tener un piso más grande que tenga espacio para las cosas del niño. Se basa más en la confianza en el sistema porque no todo va bien siempre. Todo eso acaba afectando a la salud mental, que afecta a la depresión, la ansiedad, y claro, es una madre con una salud mental precaria.

Es paradójico que siendo las mujeres las que procrean, tengan más límites que los hombres a la hora de decidir cuándo desean ser madres

Eso me generaba mucho conflicto. Decía, al final quieres tener una visión feminista, pero estás recalcando que la maternidad es una cosa de mujeres. Pero es que los hombres no sufren esta presión. Ellos no están aplazando su paternidad porque, aunque no sea cierto, piensan que tienen todo el tiempo del mundo. Incluirles a ellos era un ejercicio casi de ficción porque ellos no se plantean estas cuestiones. Se abre con esto una brecha de género y de clase, porque las mujeres que tengan mejor posición económica, en un futuro van a poder externalizar tareas y trabajar y ser madres, además si aplazan la maternidad van a poder pagarse más delante tratamientos caros para tener hijos más adelante.

Otro de los temas es la desigualdad social en las mujeres en el acceso a tratamientos de fertilidad y acudes tú a una de esas críticas

El ejercicio que yo hago no tiene mucho valor periodístico. Es ir a una clínica a confirmar algo que ya sabías, pagar 90 euros y hacerte la prueba de la hormona antimulleriana. Tampoco tenía ni idea de eso y no iba tanto como periodista, como por mí misma. Pero sí es verdad que hablando con otras chicas ves que la congelación de óvulos es cada vez más habitual. Te contaban ese proceso, una chica pagó 4000 euros, no había servido de nada y tenía que volver a pagar 4000 para intentarlos. Claro, la reflexión es que ni yo ni mis amigas, ni mucha gente tenemos ese dinero. Cuando además es un proceso que ni siquiera te garantiza que puedas quedarte embarazada. Lo que te venden en todo momento es que congelas una preocupación para que sea un problema en el futuro, pero no es así. Nadie te asegura que en el futuro tu vida precaria sea mejor que ahora.

La maternidad siempre ha sido un debate en el feminismo, el libro no es natalista, pero se centra en esa faceta de la mujer, ¿qué reflexión has hecho al respecto?

Lo que sabemos es que la maternidad es una disciplina que hay sobre nuestros cuerpos. Lo vemos en el discurso político de Pablo Casado que es absolutamente natalista, como si tener hijos fuera un servicio al estado. Pero incluso con todo ese discurso, la realidad es que la mayoría de mujeres quieren ser madres. Que eso puede proceder de aprendizajes y de una cultura patriarcal, claro que sí. Pero no solo se responde con eso, el deseo sigue intacto. También hasta qué punto tenemos que estar todo el rato teniendo que cuestionarnos a nosotras mismas, cuando ellos no se cuestionan. La cosa está en que podamos ser madres como queramos, sin perder nuestras carreras profesionales.

¿Qué medidas inmediatas, ahora en este momento de desgobierno, pueden tomarse?

La primera solución es que no se pregunte a las mujeres si van a ser madres. Eso sería un gran paso. Menos inmediatas pues favorecer la emancipación de los jóvenes. También hay otro problema que se detecta en el libro, el de mujeres que han tenido un hijo, pero no pueden tener otro. Hay dos velocidades, en las que entran los cuidados, la conciliación, el abaratamiento de costes de guarderías. Eso no es tan inmediato desgraciadamente.

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