El «tumulto interior» del feminismo

Por El Mundo  ·  20.11.2016

Son la gestación subrogada, la prostitución y, el pasado verano, el ‘burkini’, algunos de los asuntos en los que las feministas discrepan
Feminismo 3.0 , la nueva ola

«El feminismo es un impertinente», sostenía en 2005 la especialista en estudios de género Nuria Varela. Su ensayo Feminismo para principiantes comenzaba así: «Es muy fácil hacer la prueba. Basta con mencionarlo. Se dice feminismo y, cual palabra mágica, inmediatamente, nuestros interlocutores tuercen el gesto, muestran desagrado, se ponen a la defensiva o, directamente, comienza la refriega». Una década más tarde, el otoño del feminismo arrecia.

Desde que comenzó la estación en la que caen las hojas, los libros escritos por mujeres que analizan el movimiento feminista – o los colectivos, como se verá más adelante- proliferan. Libros que hablan de mujeres arrepentidas de ser madres, ensayos que mencionan presuntas querencias masculinas como la de explicar a las mujeres cómo son las cosas -el llamado mansplanning-, trabajos que deconstruyen la palabra y el significado del término Solterona y volúmenes que explican en qué momento una mujer decide o se percata de que es feminista. Ese instante que la poeta norteamericana Adrianne Rich llamaba «el tumulto interior de la mujer que se rebela«.

En noviembre llegará a España el último grito feminista en Estados Unidos, el relato autobiográfico de Roxane Gay, que se declara «mala feminista» (Bad feminist, editorial Capitán Swing): «En algún momento se me metió en la cabeza que una feminista era un tipo de mujer concreto. Me tragué mitos para nada exactos de cómo eran las feministas: militantes, perfectas política y personalmente, que odian a los hombres y sin sentido del humor. Me tragué esos mitos a pesar de que intelectualmente sabía que no debía. No me enorgullezco de ello. No me los quiero seguir tragando. No quiero renegar del feminismo con desdén, como ya han hecho demasiadas mujeres. Ser una mala feminista parece la única manera de aceptarme como feminista y ser yo misma, y por ello escribo».

Escriben también sobre su tumulto interior mujeres españolas como la periodista gallega Diana López Varela, que acaba de publicar el libro No es país para coños (ediciones Península), y la también periodista Carmen G. de la Cueva, responsable de la web literaria y feminista La tribu que, en noviembre, publicará en la editorial Lumen Mamá, quiero ser feminista.
«Éste es el otoño feminista», asegura esta sevillana recién llegada a Madrid en charla con EL MUNDO.

«Observo un movimiento muy bueno en las mujeres nacidas en los 80, ponen el feminismo sobre la mesa, hablan. No tenemos que estar de acuerdo, no hay un único feminismo y no se le puede decir a la mujer como ser feminista. Roxane Gay se sentía mala feminista porque no encajaba, porque le encanta el rosa, ponerse tacones y pintarse los labios. Cuando una feminista declarada le dice a otra mujer cómo serlo se está equivocando», reflexiona.

Estas mujeres nacidas en la década de los 80 son algunas de las responsables de «uno de los cambios más importantes sucedidos en el feminismo en los últimos años, el acceso a las redes sociales», destaca Maje Girona, la mujer que en la foto de arriba lleva una camiseta con un útero dibujado. Enfermera, antropóloga, experta en género y, hasta hace poco, presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes, Girona recuerda que, «hace tres décadas, cuando surge el movimiento feminista institucional, estos espacios no estaban y lo que había eran espacios normativizados y estancos».

«Hoy en día el movimiento feminista se ha transformado, se ha diversificado y la diferencia lo hace rico, el debate surge y te puedes posicionar a favor o en contra. Esto es positivo y negativo a la vez, porque también se producen controversias y luchas dentro del mismo movimiento», amplía.

El cuerpo de la mujer como objeto de debate

Si, como Girona afirma, en los últimos 30 años de España «se ha asistido a un feminismo institucional y, ahora, hay que hablar de feminismos que construyen distintos colectivos» -o viceversa-, ¿cuáles son sus debates? Las polémicas tradicionales entre feministas tienen como campo de trabajo -o de batalla- el cuerpo de la mujer, generando posiciones muy distintas con respecto a asuntos en los que éste juega un papel primordial, como son la gestación subrogada -los llamados vientres de alquiler- y la prostitución; si ésta debería abolirse o, por el contrario, regularse o incluso legalizarse.

Para el escritor italiano y filósofo del cuerpo Fabrizio Andreella esto es, por lo pronto, algo «natural». También lo es para las feministas. «El cuerpo femenino es casi una materia plástica que ha querido modelarse, investirse, manipularse. Por tanto, si los cuerpos están atravesados por el poder, los debates deben pasar por ellos», reconoce Carolina Meloni, investigadora de la Universidad Europea y autora del ensayo Las fronteras del feminismo.

Dice Diana López Varela, cuyo tumulto interior brota «el 22 de diciembre de 2013, cuando reflexiona sobre el Anteproyecto de Ley Orgánica para la Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer embarazada, obra de Alberto Ruiz-Gallardón», que el cuerpo de la mujer genera polémicas entre feminismos porque «son asuntos relacionados con la sexualización o la parte sexual de la mujer y con su capacidad reproductiva, que han estado regidos por el patriarcado y sometidos a él». «En base a esa discriminación, hay mucho machismo», subraya.

Al respecto, sostiene la presidenta de Mujeres Jóvenes de la Región de Murcia, Loola Pérez (o Doctora Glas, su personalidad virtual), que «nuestro país no destaca ni por crear ni por defender un modelo feminista en cuanto a la liberación sexual sino que, al contrario, se lee la revolución sexual, exclusivamente, como un triunfo del patriarcado».

«En lugar de imprimir una lectura más profunda sobre la historia de la sexualidad, la represión y sus cruces con el género, se limitan a imponer un código sexual sobre la sexualidad femenina, sobre qué debería ser adecuado y qué condenado a la hoguera por patológico o antifeminista», insta.

Desde la Asociación de Profesionales del Sexo (Aprosex) hay un sentir cercano al de Pérez. A la pregunta de si el feminismo debería escuchar mejor o más a las trabajadores sexuales, responden que «en la pregunta va implícita la respuesta».

«Con los derechos de las mujeres no se juega y las putas somos mujeres. El feminismo español tiene suficiente conocimiento sobre la prostitución y su diferencia con la trata y lo tergiversa aposta. Se intenta confundir a la sociedad metiendo en el mismo saco a mujeres libres y a mujeres que son explotadas laboralmente al estar en situación de trata. Si comprendemos que no es lo mismo una modista de Chanel que una mujer encerrada en un sótano obligada a coser durante meses sin ver el sol, está claro que se puede ver la diferencia intrínseca entre la puta y la mujer que es obligada a ejercer por coacción».

«Mi cuerpo es mío. Si quiero tener un hijo o cinco me corresponde a mí esa decisión, si decido que no es el momento y tengo que practicarme un aborto, debo poder hacerlo, sin más explicaciones. Si deseo subrogar es mi decisión y la de otra mujer; el cuerpo de la mujer, y no el del hombre, siempre está en el punto de mira de leyes y ordenanzas. Es preciso comprender que el feminismo tiene la obligación de luchar por todas las mujeres y no sólo por las creencias minimalistas de unas pocas que se permiten el lujo de tomar decisiones sin consultarnos a las implicadas. ¿Acaso eso no es lo peor del machismo? Machismo instaurado por feministas institucionales era lo que le faltaba al resto de mujeres para ver aún más mermados sus derechos más básicos», prosiguen desde Aprosex.

Según Pérez, que se define como feminista pro sex y para quien uno de los éxitos conseguidos por el último feminismo ha sido «ponerlo de moda», «las feministas antiprostitución se manifiestan desde posiciones burguesas e interpretan el trabajo sexual continuamente en términos de victimización». Respecto a la gestación subrogada, cree que «celebrar la ley del matrimonio homosexual y no considerar la creación de modelos alternativos de familia es una posición cómoda». «Están [las feministas abolicionistas] más interesadas en reducir a las mujeres que participan en la gestación subrogada de forma voluntaria a un coño, paradójicamente, tal y como haría cualquier machista», afirma.

La polémica de la gestación subrogada

Desde la Asociación por la Gestación Subrogada en España, una de sus responsables, Aurora González, advierte de que, como ella, «hay feministas a favor», que entienden que son «ellas quienes» tienen que «decidir qué hacer con su cuerpo, ya sea para abortar o para gestar para nosotras mismas o para un tercero». «Creo que el tener puntos de vista diferentes sobre un tema, como por ejemplo la gestación subrogada, en absoluto hace menos feminista a un sector o al otro. Sencillamente son puntos de vista diferentes. Creo que todas las visiones del feminismo que existen tienen un punto en común, que es el empoderamiento de la mujer como agente dentro de la sociedad y la igualdad de género en todos los ámbitos sociales de una forma absolutamente transversal.

«Otros dos puntos de conflicto entre feministas -o feminismos- más recientes que tradicionales son el burkini, el pasado verano, y el porno, el pasado septiembre. Respecto al traje de baño que emplean las mujeres musulmanas, una reflexión de Meloni escenifica la variedad de opiniones: «No me gusta ningún tipo de poder que gestione y limite la vida de las mujeres (…) pero tampoco estoy de acuerdo con la mirada occidental que, desde su atalaya de superioridad, es capaz de juzgar culturas diferentes a la nuestra».

La controversia más reciente surgió tras la publicación del vídeo promocional del Salón Erótico de Barcelona el pasado septiembre. En él, la escritora y actriz porno Amarna Miller, que también se declara «feminista pro sex», era la voz cantante de las imágenes. Miller, en conversación telefónica con este periódico, llama a la sororidad (hermanamiento entre mujeres): «Hay que hacer un ejercicio de empatia, comprender que nuestra acción no tiene por qué ser la más válida. El carnet de feminista no se reparte. Lo que yo intento es hackear el sistema desde dentro».

Incide Girona, de hecho, en que «el movimiento feminista debe resignificarse y repensarse, puesto que los cambios desde hace 30 años han evolucionado de forma exponencial. Las demandas no son las mismas, tampoco las necesidades y las prioridades. Que el feminismo no evolucione es jugoso para el patriarcado».

Lo resume bien, de nuevo, la poeta Adrianne Rich: «Una mujer que piensa duerme con monstruos / Se convierte en el pico que la agarra».

Violencia machista, la lucha que no cesa

Hay una cuestión frente a la cual las mujeres responden como una sola, como se demostró el pasado 7 de noviembre en la marcha contra las violencias machistas en el centro de Madrid. Tal y como explica la escritora feminista Itziar Ziga, «denunciar la violencia machista, tanto la sexual como la que se da dentro del vínculo, ha sido para nosotras las feministas durante décadas como clamar en el desierto, pero nunca nos hemos rendido. Se nos iba la vida en ello, literalmente». Ziga, cuyo padre «era un maltratador», considera que el feminismo le «permitió comprender lo que había pasado en casa» y le dio «fuerza». «En los últimos años, hemos visto como por fin la sociedad entendía que no éramos cuatro locas inventándonos atropellos, que teníamos razón. Y se ha roto el muro de silencio e impunidad que acorralaba la vida de las mujeres. Lo que pasó este año en sanfermines fue increíble, y no me refiero a la brutal violación en grupo sino a la repulsa masiva en apoyo a esa chica a la que debemos arropar socialmente y ofrecerle todos los recursos para que recupere su vida», argumenta. Para Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y especialista en el análisis de la violencia de género, «todas las movilizaciones son importantes pero no un fin en sí mismo». «Es necesario continuar generando críticas y rechazo a toda violencia contra las mujeres, no sólo las que se dan en el ámbito de las parejas, sino en todos los sitios. Es necesario concienciar y concienciarnos, no permitir ni favorecer la desigualdad jerárquica entre hombres y mujeres, comprender que esta es una tarea que nos compromete a todas y todos cada día, y que debe ser continuada y sostenida en el tiempo. Las políticas públicas solas, las leyes solas ni el tratamiento y la difusión del tema de forma respetuosa y precisa, solucionarán este grave problema considerado pandemia por la Organización Mundial de la Salud».

Autora del artículo: Rebeca Yanke

Ver artículo original