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El tribuno del deporte

Por Perfil  ·  10.11.2012

Creo que fue así. Un día de 1962, mi padre me llevó a la cancha a ver un partido amistoso entre Argentina y Uruguay. Unos días después, leí El Gráfico en la peluquería del barrio (era lo único que compensaba que me mandasen seguido a la peluquería). En la tapa había un jugador argentino y de él se decía –para mi sorpresa– que había sido la gran figura del partido. Ese día, entendí que la crítica podía mostrarle al espectador lo que no ha visto. Para terminar con la anécdota, digamos que el jugador se llamaba César Luis Menotti (jugaba entonces en Rosario Central) y que el periodista que firmaba la crónica era Dante Panzeri (1921-1978).

Una sola editorial acaba de publicar en la misma semana tres libros sobre fútbol: uno sobre Messi, uno sobre River y otro sobre Racing. El dato es curioso pero no sorprende: cada vez hay más libros de fútbol, desde biografías hasta estudios universitarios como una Historia social del fútbol, que también se publicó este año. Hoy, como parte de la hipertrofia generalizada del deporte, abundan los periodistas deportivos que ejercen de escritores. Nada de eso ocurría en la década del sesenta, cuando la obligatoriedad del fútbol recién se insinuaba y donde hubo apenas dos libros: Táctica y estrategia del fútbol de Osvaldo Zubeldía y Argentino Geronazzo y Fútbol, dinámica de lo impensado de Panzeri. Enemigos irreconciliables, ambos textos anticipan cuatro décadas de polémicas, la gran guerra del fútbol entre los cultores de la disciplina y el resultado por un lado y los defensores del juego y la libertad por el otro. Cualquier argentino que participe de la pasión futbolística tiene su corazón y su intelecto en uno de esos bandos y los intentos de adoptar posiciones intermedias son poco interesantes cuando no poco sinceros. La disputa ideológica, filosófica, moral es tan grande que llega a competir con el amor por una camiseta.

Se puede decir que Panzeri perdió la discusión. Pero no porque sus argumentos fueran malos, sino porque eran demasiado buenos para la época que se venía. Y eso es lo que se concluye leyendo Burguesía y gangsterismo en el deporte, el otro libro que publicó Panzeri en 1974 y que acaba de ser reeditado por Capital Intelectual. Aunque la edición omite toda presentación y hace extrañar un trabajo biográfico y contextual que aclare además el origen de los textos, el libro es una bienvenida excentricidad: nadie escribe ya como Panzeri y menos en el ámbito del periodismo deportivo. Nadie empieza un libro con una cita de Antonio Porchia ni cita a Ortega y Gasset y su desprecio por las masas como se estilaba hace muchos años. Y menos aun despotrica –esa es la idea central del libro– contra la unidad entre deporte y empresa. Las tesis de los enemigos de Panzeri –el resultado a cualquier precio, el trabajo sin placer, la importancia de los entrenadores– son funcionales a un espectáculo que no sólo debe continuar sino crecer indefinidamente. Panzeri asistió apenas a los comienzos de lo que sería la globalización del deporte y tuvo la clarividencia de horrorizarse. A su alcance no había demasiadas herramientas: apenas la indignación permanente y la tentación de encuadrar a sus adversarios en figuras delictivas: los llama cuatreros, prostitutas, mafiosos, miembros de una asociación ilícita destinada a vivir del trabajo ajeno.

Esa mezcla de anarquista y reformador protestante que era Panzeri lo lleva a cometer deliciosos actos de incorrección política, como considerar una payasada sin futuro el fútbol femenino o atribuir la pobreza uruguaya a la excesiva cantidad de jubilados. Su caracterización del periodismo es definitiva: “Su gran culpa es no ser un rector porque prefiere ser un cómplice”. Queda claro que ya no se fabrican así.

Quintín

 

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