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El realismo diminuto

Por Granite & Rainbow  ·  16.04.2012

Parece que el libro no está dispuesto a caer en el olvido tras las nuevas tecnologías. Las editoriales de hoy, como Capitán Swing, quieren darle una vuelta de tuerca más a sus ediciones, así que no basta con un autor, una buena historia y extras como traducción, cubierta y corrección. Ahora, además, nacen los libros ilustrados. Aunque “La esposa diminuta” no va acompañado de imágenes en cada página, el trabajo de Tom Percival (autor también de la portada), hace que este libro siga siendo muy exclusivo. Más que nunca el mundo de las artes está unido, y eso favorece el mundo del papel en la literatura. El libro como objeto es un culto con cada día más adeptos.

Pero para que se sostenga detrás tiene que haber algo que atraiga al que, además de amante del libro, aspira a una buena historia. En el caso de “La esposa diminuta”, novela corta de Andrew Kaufman, se da una singular combinación que da un buen resultado. Ilustraciones y personajes se dan la mano y se convierten en sirvientes del lector. He leído, además de buenas críticas, que es una novela ingenua y sencilla. Y desde aquí quiero secundarlo sin teñirlo de argumentos en contra. “La esposa diminuta” no es una novela universal con miras de historia, de pasar a la eternidad de la Literatura con mayúsculas. Por suerte, nos quedan todavía historias sin grandes aspiraciones y sin caer en el temido y absorbente best-seller. Así, Andrew Kaufman creo que da con un cuento para niños-adultos que entretiene y aísla del mundo interior y exterior. Es ingenua, sí, y es sencilla, pero ésa es su mejor baza: que es fresca, que es amable. La historia de una mujer sin alma que va encogiendo tras un robo bastante especial (que se da en un banco pero podría darse en cualquier otro lugar) está hecha de un realismo diminuto: no quiero decir que es un realismo mágico porque no creo que sea la intención de Kaufman hablar de magia, o al menos no así me lo ha parecido, pero sí entiendo que este realismo es sólo en su medida (pequeña), y forma piezas de una realidad por la que podemos sentir empatía y otra realidad que pertenece al mundo de la imaginación. Si esperas de “La esposa diminuta” una revolución literaria, saldrás decepcionado. Si, en cambio, esperas una novela con fragmentos de vidas originales, llevadas sin grandilocuencia, con el simple objetivo de seguir contando, como en una narración oral, entonces quedarás satisfecho.

Un ladrón muy peculiar no busca el dinero de sus víctimas, sino el objeto personal más apreciado. Así, se entregan, entre otras cosas, calculadora, chupete, llave o una nómina del recién ascenso. Y del mismo modo que este hecho es ya en sí mismo sorprendente, las consecuencias que la entrega de ellos acarreará son igual de sorprendentes: un tatuaje de león que persigue a su dueña, la multiplicación de madres que miden lo que un alfiler, la historia de las vidas de los antepasados encima como una losa pesada… y la que ya sospechamos: una esposa (porque el narrador es el marido) que se va haciendo cada vez más pequeña. Kaufman va haciendo un despliegue de personajes con vidas antes del robo y después. Lo hace sin darle más importancia, sin dotar a la historia de un misterio. Quizá eso juegue en su contra, pero considero que la originalidad de la historia hace el contrapeso justo. Si se tratara de una novela larga, el fuelle se iría perdiendo hasta dejar de interesarnos, pero juega con la ventaja de ser breve. Insisto: es ingenua y sencilla, pero dentro de sus limitaciones se mueve con mucha soltura y obtiene un buen resultado.

¿Cómo se consigue hacer crecer el alma cuando se la has dado -en forma de objeto querido pero objeto al fin y al cabo- a un ladrón extraño y sin escrúpulos? La respuesta, en Capitán Swing.

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