La editorial Capitán Swing reedita el más famoso recopilatorio de artículos y relatos de Terry Southern, A la rica marihuana y otras especias… Los puntos suspensivos son importantes, porque representan todo un cúmulo de historias, algunas truculentas, otras satíricas, otras ingeniosos retratos de personajes peripatéticos, que hay detrás del humo sensacionalista que debía suponer insertar la palabra “marihuana” en el título de un libro allá por los sesenta. Los puntos suspensivos, de hecho, son lo más interesante del libro, y ponerlos como sustitutivo de todo lo que nos va a contar Terry parece una bella forma de alentar la expectación o de autocensura.
Con un título más propio de la bibliografía de Carlos Castaneda o del anuario de la revista Cáñamo, este libro abre con un par de relatos protagonizados por las peripecias de un chaval blanco y uno de los negros que trabajan para su padre. Juntos montan una plantación de hierba. Por supuesto, el negro le enseña todo lo que hay que saber sobre el negocio, hasta que un buen día éste se mata a cuchilladas con otro negro tras una disputa por una apuesta de dados.
Los negros y la maría aparecen muchas más veces en el libro. Los primeros como objeto de estudio de un erudito amante de la música, que cuenta en una cena con sus colegas de profesión su intención de meterse en profundidad en esa nueva música que llaman jazz y que sirve de bandera a la raza que su pueblo lleva tantos años explotando. La metodología es sencilla: darse un paseo por los bajos fondos, preguntar por Bird y meterse heroína mientras intenta imitar el slang de la época para camuflarse.
Hoy en día se tiene una idea muy romántica de todo ese mundillo de negros soplando por tubos dorados que se inyectan jaco para tocar mejor, pero lo cierto es que esta gente siempre estuvo bien jodida y que ninguno de nosotros duraríamos ni tres minutos viviendo esas vidas. Lo más parecido que tenemos en España es el pueblo gitano y los pobres inmigrantes que vienen de África o Pakistán o India a montar sus badulaques con jornadas laborales de 16h y a los que el Gobierno acaba de negar la asistencia sanitaria. En España falta por escribir la Gran Novela Paki, que corre a cargo de los hijos de esos tipos que nos venden serbesa-beer-amigo a las tres de la mañana. Quién sabe. Por su parte, los gitanos ya inventaron a Camarón y pueden morir en paz y armonía. De momento Cuatro podría dedicar un programa de Me cambio de familia al Bronx, o a las tres mil viviendas de Sevilla. Como eso no va a ocurrir, tendremos que recurrir a Terry para reírnos juntos de los hipsters. El relato “Eres demasiado hip, tío” es un claro ejemplo de lo ridículos que podían llegar a ser los modernillos de la época, tanto o más que los jazzapastas de nuestros tiempos.
Pero vamos a lo que vamos. Las historietillas sobre la injusticia social y sobre blanquitos que se las dan de listos están muy bien, pero las historias que de verdad impactan son las que protagoniza el propio Terry. O eso da a entender, porque su prosa periodística y su prosa ficcional apenas se diferencian, y la editorial no detalla qué es un artículo o qué un relato, o dónde y en qué año se publicaron. Esta revista le debe mucho a Terry Southern, casi tanto como a Hunter S. Thompson, y quizá más de lo que muchos sospechen. Tom Wolfe dijo (y Tom Wolfe es DIOS) que el origen del Nuevo Periodismo fue un artículo de T.S. titulado “Bastoneando en Ole Miss”, publicado en Esquire (la revista de hombres ¿interesantes?) y también en este libro. El punto fuerte de este artículo y del libro es precisamente la capacidad del autor para autografiarse en ellos sin perder ni un detalle de lo que quiere contar.
Un hipotético musical de enanos cubanos, un escritor de novela policíaca que, harto de que ningún actor sea capaz de interpretar como Dios manda a su detective protagonista, decide interpretarlo él, un extraño viaje a un pueblo perdido de México donde sus habitantes cohabitan con una plaga de cucarachas verdes voladoras, dosis de escenas absurdas, sobredosis de sátira y lo que todos estábais esperando, un tipo al que le recomiendan probar la sangre de esquizofrénico por su capacidad para alterar los sentidos. Esto último, que parece muy descabellado, es un recurso con el que llegó a experimentar en siquiatría hace no tanto tiempo (por ejemplo, una pareja de médicos llamados Ferguson y Fisher, que experimentaron con monos en 1963).
Pero no vamos a negar que Terry y la hierba siempre se llevaron bien. ¿Recordáis una película de dos moteros contrabandistas que recorren el asfalto americano, se cruzan con un autoestopista hippie y llegan a un pueblo de terribles rednecks que acaban persiguiéndolos y matándolos a los dos? ¿Esa que empieza con un tema de Steppenwolf? Easy Rider, sí, esa. El guión es de Southern. Y también el guión de El rey del juego. Y el de ¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú. Y el de Casino Royale, la parodia de James Bond de 1967. Y también escribió para Paris Review. Vamos, que estuvo metido en todo, este tío.
Drogas, sexo, violencia, moteros, carreteras, cucarachas verdes voladoras, Sartre volviéndose loco, escribiendo y protagonizando un ballet, y todo escrito por un tío que fue teniente de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y después beatnik. ¿Qué más se puede decir? Que Terry Southern es uno de los periodistas/escritores/guionistas más grandes que ha parido la patria estadounidense. Que dejéis de leer esta patraña de una vez y le leáis a él, a ver si aprendéis algo de verdad.
BORJA CRIADO