Crear una medicina que se fije en las especificidades biológicas de las mujeres, así como en su posición en el mundo –cómo se ven y cómo las ve la sociedad–, es una cuestión pendiente que denuncia Carme Valls Llobet, médica especializada en endocrinología y directora del programa Mujer, Salud y Calidad de vida del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS). ¿Progresos en tres décadas? Bien escasos, lamenta. En Mujeres invisibles para la medicina (Capitán Swing, 2020), Valls presenta un recorrido por la salud física y mental con el que reclama que las mujeres dejen de ser obviadas en la investigación de patologías y tratamientos. “Muchas veces pregunto si un antibiótico metaboliza igual en hombres que en mujeres y a menudo no me lo saben explicar ni desde el propio laboratorio que lo vende”, explica la médica defensora de la “ciencia de la diferencia”. Insuficiente esfuerzo diagnóstico y sobremedicalización son algunas de las consecuencias del vacío de conocimiento biomédico diferencial que perjudica la atención a la salud de las mujeres y les resta vitalidad a los años vividos, según Valls.
¿Cómo afectan los estereotipos de género a la atención médica que reciben las mujeres?
En la atención a las mujeres se mezclan los estereotipos con la falta de ciencia. La ciencia médica es androcéntrica, ha estudiado fundamentalmente lo que les pasa a los hombres [cisgénero]. Lo que pasa a las mujeres parece que es menos importante y si se sale mucho de la norma masculina es, directamente, ignorado. Me refiero por ejemplo a todo lo que tiene que ver con la menstruación, el parto, el postparto y la menopausia. La ciencia médica tiene que avanzar en atender la calidad de vida de las mujeres, porque no se trata solo de vivir más tiempo, sino de que los años que se vivan sean sin dolor, sin llagas ni espaldas que se curvan. Con más ciencia, lo retardaríamos. Se las valora como inferiores. Cuando una mujer está en la consulta por cosas que a los hombres no les pasan, o que no les pasan igual, hay la maldita tendencia a decir que son nervios. Y cuando la medicina dice esto, además de equivocarse muchas veces, lo que hace es medicalizarlas. Vivir en una sociedad androcéntrica y patriarcal, en una sociedad que te menosprecia y en la que tienes que prepararte las cosas el doble que los hombres para ser escuchada, pone de los nervios, obviamente, y genera un desgaste. Pero cuando esto se convierte en un nombre técnico, como ansiedad o depresión, y te dan una pastilla, se psiquiatriza, y esto es un error.
Detecta un insuficiente esfuerzo diagnóstico en la atención médica a las mujeres ¿Qué enfermedades pasan desapercibidas y son a menudo inadecuadamente tratadas con psicofármacos?
Todas las que son más insidiosas, es decir, que se manifiestan con malestar. ¡Todo el mundo quiere encontrar un dolor concreto en un punto concreto! Cuando las mujeres dicen “me duele todo” o “tengo un malestar rarísimo” o “no me encuentro bien”, se enmascaran enfermedades como las carencias metabólicas, empezando por las anemias y la falta de B12. También las enfermedades autoinmunes, que predominan entre las mujeres, y que empiezan siempre con malestar y dolor hasta que no se manifiestan de manera más concreta. Serían la artritis reumatoide, el lupus o la enfermedad del síndrome seco. Y también problemas que están surgiendo en una sociedad que usa tantos productos químicos, como la fatiga crónica, la fibromialgia o la sensibilidad química múltiple. Son enfermedades que no causan la muerte de forma inmediata pero que en cambio alteran la calidad de vida de la persona. Como no estás preparado para diagnosticarlas rápido y como falta más ciencia, quedan en ese grupo de “malestar vago” ante el que se dice a las mujeres que seguramente es psicosomático. ¡Antes de llamarlo psicosomático usted tiene que hacer toda una batería de pruebas! Hace años que trabajo con la fibromialgia y lo que veo es que no diagnosticamos bien las causas del dolor crónico. Lo que hacemos es psiquiatrizarla, les damos sedantes antidepresivos y parches de morfina para tratarla.
¿Pero es cierto que las mujeres sufrimos más depresión?
Hay artículos médicos en los que dicen que las mujeres ‘por su naturaleza’ tienden a la depresión o a la ansiedad. No es que tengamos una tendencia innata a la depresión, pero vivir en una sociedad androcéntrica es un factor depresógeno. Tenemos que aprender a bailar aquí dentro, con todo lo que se dirige a aplastarnos. Hacer frente a las humillaciones que recibimos es un esfuerzo. Por otro lado, hay más ansiedad en las mujeres cuanto menos reservas de hierro tienen. Y resulta que hay mujeres que desde los doce años a los cincuenta tendrán el hierro bajo, porque tienen sangrado menstrual alto. Sumado a una sociedad llena de disruptores endocrinos en el medioambiente, que las llevan a tener una menstruación más abundante. En este caso, es un factor ansiógeno [que genera estrés] y es biológico. Esto los médicos y las médicas lo tienen que aprender, como si recitaran un poema, porque es el poema angustiante de la vida de muchas mujeres. Hace falta saber mucho de la biología diferencial de las mujeres pero de la facultad de medicina se sale sabiendo muy poco de ello. Al ciclo menstrual se le dedica tan solo una hora en toda la carrera. Hay una gran diferencia entre decirle a una mujer que está deprimida o que hay muchos factores sociales y biológicos que la pueden derrumbar y que tiene que ser consciente de estos factores para que le afecten lo menos posible.
Usted observa que los sentimientos de culpa son los agresores principales para la salud mental de las mujeres. ¿Cómo se puede encajar reparar o fortalecer la autoestima de las mujeres en la política de salud pública?
Todo lo que pueda subir nuestra autoestima, como que se reconozca nuestro trabajo y se visibilice, mejora la salud mental. En cambio, no la mejora tratar esta salud agredida por la sociedad con una pastilla. Medicalizamos lo que es social y cultural. Sacarse la culpa, que permite tenernos más controladas, con ideas como que “quizás he hecho algo malo” o “quizás no valgo mucho”, es un tema complejo y social, que no se arregla medicalizando a las mujeres.
Detecta que en el acto médico se ejercen violencias hacia las mujeres ¿Qué debemos desnormalizar en la relación con los médicos y médicas?
Cuando una mujer está en la consulta por cosas que a los hombres no les pasan, o que no les pasan igual, hay la maldita tendencia a decir que son nervios
No tenemos que normalizar ninguna relación de poder. El poder se tiene que alejar de las relaciones humanas, también en el acto médico. La persona que tienes delante tiene que ser escuchada e informada de lo que le propones, de lo que le pasa y de lo que puede pasar, con la máxima calidad posible y no diciendo palabras raras. No se puede cometer ningún abuso, y me refiero no solo a lo más obvio, como puede ser el abuso sexual, sino también a la prepotencia. Las mujeres acuden más a la atención primaria y son las que reciben más actos médicos prepotentes. Los hombres, que viven muy fuera de su cuerpo, solo piden ayuda cuando están vomitando sangre, con una pulmonía doble o con un infarto, por lo que van a parar a urgencias, donde han avanzado mucho en respeto a las personas. Hay unas pautas diferentes a las del acto médico habitual. Hay que tener en cuenta, también, que el médico o la médica de primaria tiene una lista de cuarenta visitas y cinco minutos por visita. A pesar de esto, hay quienes lo hacen con respeto.
Además de cambiar el trato que nos dan algunos médicos y médicas, ¿qué más es imprescindible tocar en el sistema sanitario para superar el impacto que tiene el sesgo de género en la atención sanitaria que recibimos las mujeres?
Para que cambien la actitud también hace falta construir ciencia de la diferencia, es decir, que tenga en cuenta lo que les pasa a las mujeres. Muchas veces pregunto si un antibiótico metaboliza igual en hombres que en mujeres y a menudo no me lo saben explicar ni desde el laboratorio que lo vende. De la investigación, saldrá la docencia, lo que enseñamos en ciencias de la salud. También hacen falta unas buenas guías de práctica profesional de asistencia, que te ayuden a tomar decisiones rápidas y bien formadas.
Apuntaba que el ciclo menstrual es fundamental para entender la salud de las mujeres pero que está poco estudiado. ¿Considera que la anticoncepción hormonal se receta demasiado a la ligera?
Sí. No niego que hay casos en los que hace falta, como en las mujeres con endometriosis, en los que tenemos que intentar evitar este dolor tan inmenso. Pero cuando hay un trastorno de la menstruación, lo que hace falta es paciencia y armonía, y explicar a las jovencitas que, sobre todo, no tomen cafeína porque estimula el síndrome premenstrual, y que tienen que mantener una vida lo más sana posible y que con las propias hormonas el cuerpo se equilibra. Y si continúa teniendo una menstruación muy abundante cada mes, pues quiere decir que tiene demasiados estrógenos y poca progesterona, que no ovula bien. La tienes que ayudar a ovular, ¡no a no ovular! Si le das anticonceptivo, le matas el ciclo. Más de seis años de anticonceptivos antes de tener el primer hijo es un factor de riesgo de cáncer de mama antes de la menopausia. ¿Se conocen estos efectos? ¿Se les dice que se les puede producir una trombosis o que les pueden salir varices? Damos anticonceptivos hormonales como si fueran un caramelo. Y hay médicos que dicen que si les explican las consecuencias no se tomarán las pastillas. Pues estupendo, ¡es que quizás la chica no se lo tiene que tomar! Cuando quieren tener hijos se preguntan por qué se lo han dado durante 10 o 15 años… Las mujeres no tienen que recibir menos información por ser jóvenes. Si le damos una pastilla tiene que saber los efectos que puede tener y valorar si vale la pena una u otra opción. Hay recursos para regular la menstruación antes de llegar a dar anticonceptivos. El médico o médica tiene que ofrecerlos. Por ejemplo, dar vitaminas.
Critica también que se medicaliza la menopausia, a la que usted, a contracorriente del imaginario que hay sobre esta etapa de la vida, incluso se refiere como un “momento glorioso” ¿Por qué?
No habrá un ‘lobby’ de la industria para que se estudien las anemias, aunque sea lo que produce más cansancio en el 50% de las mujeres
¡Dejamos de perder sangre y empezamos a ganar en hierro! Nos han impuesto el miedo de que será una etapa muy mala, y no. Es una etapa nueva, en la que tienes que cuidarte un poco más, no por la menopausia en sí, sino porque tienes 50 años y vives con el mismo hígado desde que naciste y llevas los mismo huesos puestos, que se habrán deformado un poco, por lo que tienes que vigilar cómo andas y cómo te sientas, el ejercicio que haces… El problema no es la menopausia, es los años que vas viviendo. Para los síntomas de la menopausia, la sequedad vaginal y los sofocos, quizás no hace falta una terapia hormonal. Quizás si hacemos yoga los reducimos, porque toda actividad que armonice nuestro cerebro, los disminuirá. Incluso a muchas mujeres se les ha despertado una sexualidad mucho mejor con la menopausia. Es un momento en el que la vida toma otra dimensión.
¿Considera que el parto también se sobremedicaliza?
Medicalizamos procesos que son naturales. Suerte que ha habido una serie de luchas y la asociación El Parto es Nuestro ha denunciado rasuraciones innecesarias y que se corte la vagina cada vez que se tiene un hijo. A no ser que esté a punto de desgarrarse, no se tiene que hacer una episiotomía. Tampoco se las tiene que atar a las mesas cuando es mucho mejor ir andando hasta el último momento porque se encaja mejor la criatura. Todo esto ha sido una batalla frente a prácticas que son controladoras e hipermedicalizadoras. Hay violencia obstétrica. El parto es un momento en el que se ejerce mucho la relación médica de poder. Para muchas es un momento de tortura, de mucho sufrimiento. Luego, hay una ausencia de ciencia sobre el postparto. Por ejemplo, la tiroiditis post parto, ¡la gran desconocida!, aunque la tiene una de cada cuatro mujeres. Es una inflamación de la glándula tiroides que genera cansancio, irritabilidad o angustia, porque la glándula se dispara hacia arriba o hacia abajo.
¿La sobresaturación del sistema sanitario bajo la pandemia diría que ha aumentado las situaciones de violencia en el acto médico que usted ya denunciaba?
En este momento, la violencia es estructural: sin tener suficiente personal, no se atienden cosas graves o que pueden llegar a serlo. Los diagnósticos de cáncer se están atrasando. Es un fallo del sistema, tendría que atender la pandemia sin desatender lo que ya era habitual.
Con la gestión de la pandemia vemos cómo se tiende a individualizar la responsabilidad sobre salud, a vincularla a lo que hacemos o no hacemos, pero esta mirada no es nueva. ¿Echa de menos más atención a los determinantes sociales de la salud?
Necesitamos salud en todas las políticas. ¿De qué sirve la economía si no hay salud en lo que promueves? Tenemos que encontrar fórmulas para vivir de otra manera. De esta pandemia tenemos que salir más humildes. La sanidad en este momento es lo más político que hay. Quién paga la investigación tiende a ser la industria, que quiere introducir nuevos fármacos, y hay cosas que no se arreglan con fármacos, por ejemplo, equilibrar el cuerpo, o que se arreglan con fármacos que no son caros. No habrá un lobby de la industria para que se estudien las anemias, aunque sea lo que produce más cansancio en el 50% de las mujeres. Es salud pública quien tiene que promover estudios que tengan en cuenta la diferencia entre mujeres y hombres.
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